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Bertolotti: «El ‘nunca más’ es hasta que se produzca un nuevo conflicto»

Fuentes: La República

2 de enero de 2006. Mientras en el gobierno se analiza si se desclasifican o no los documentos militares de la dictadura, el general Ángel Bertolotti (AB)  cortó el nudo gordiano y se desclasificó solo, voluntariamente. Habló y, en unas pocas frases, reconstruyó el pensamiento de la represión y del Estado Terrorista: Uruguay vivió una […]

2 de enero de 2006. Mientras en el gobierno se analiza si se desclasifican o no los documentos militares de la dictadura, el general Ángel Bertolotti (AB)  cortó el nudo gordiano y se desclasificó solo, voluntariamente. Habló y, en unas pocas frases, reconstruyó el pensamiento de la represión y del Estado Terrorista: Uruguay vivió una guerra, bajo esas condiciones son normales algunos excesos propios del combate. Esa situación sólo es comprensible para los propios militares, que «fueron obligados a salir» en defensa de la nación.

* Las declaraciones formuladas días pasados por AB condensan una manera de pensar y resultan reveladoras en más de un sentido. Pero son apenas un síntoma de un fenómeno más extendido.

Muestran, de manera sorprendente, posiciones que subsisten hoy, bajo un gobierno de izquierda, después de más de veinte años de ‘restablecida la democracia’.

* El discurso de AB tiene un interés actual, en tanto jerarca y un interés histórico. Expresa una manera de razonar que constituye una suerte de pieza arqueológica. Una expresión inmutable del sentir y el actuar de otras eras, como mamuts conservados en los hielos eternos.

Viniendo del jefe militar de más alto rango, este pensar fosilizado  es, también, una presencia influyente en el presente y en el porvenir. Un pensamiento colocado tan fuera de lugar en un país democrático como podría estar un mamut lleno de escarcha trotando por el Parque Rodó.

Si a pretexto que se trató de una guerra, alguien dudara acerca de si esa especie ha existido o no, ahí están los dichos de AB.

El tono, hasta si se quiere algo ingenuo, de las declaraciones del  jerarca militar, vuelve estos dichos más potentes como testimonio.

Una alegación, que, vista desde el ángulo de la transición democrática, es un desmentido. Un calmo, despersonalizado hasta higienizado desmentido sobre algunas ilusiones que nos arrullan desde mediados de los 80.

Contrariamente a algunos «expertos» que niegan la supervivencia de estas especies paleolíticas e indeseables, AB nos devuelve todos los atributos del pensamiento militar. Como prueba y como evidencia, en  el sentido forense. Como testimonio actual y genuino.

Un reconocimiento de la autonomía y del protagonismo militar de ayer y de hoy, totalmente ajeno a la Constitución, en el que el militar se confiesa sin presiones y ‘sin apremios’ ni siquiera periodísticos. Tanto que, después de sus dichos en Búsqueda, el jerarca siguió reiterándolo en recorrida por radios y canales de tevé.

* La enfática reivindicación de lo actuado durante la represión (antes y durante la dictadura) muestra hasta qué punto eran una finta «para salir del paso» los reconocimientos y las apelaciones a la reconciliación que, desde hace años, se formulan desde filas castrenses, incluyendo las declaraciones de los militares incluidas en el Informe de la Comisión para Paz.

Cuando AB sostiene que el «nunca más» está supeditado a los escenarios que se produzcan. El «nunca más» es hasta que se produzca un nuevo conflicto, porque la historia lo demuestra y lo vemos en el mundo actual» está, como bien observó Luz Recagno, de A. de Familiares, formulando un lenguaje amenazador.

Cuando AB justifica la  desaparición de personas durante la dictadura (de «sindicalistas, militantes políticos o estudiantiles») diciendo: «de una forma u otra, si bien no estaban involucrados en la lucha directa, con «los fierros en la mano», estaban apoyando. De una forma u otra, no eran totalmente prescindentes o inocentes de todo lo que sucedía alrededor. Políticos, sindicalistas, de alguna manera estaban aprovechando ese movimiento revolucionario» está, por enésima vez, dando un paso atrás.

* En este contexto es razonable preguntarse: ¿qué dicen los conductores civiles de la política militar en el período de transición?

¿Era este el destino del proceso iniciado en 1984?

¿Es esto lo que impone el orden legal y constitucional vigente en el país?

La intervención de los militares en el campo de las decisiones políticas ¿depende de los escenarios que se planteen, de acuerdo a las condiciones formuladas por AB?

La amenaza de un posible golpe de Estado, si se dan las circunstancias que los militares determinan, ¿forma parte del modelo institucional con que se aspira regular la vida de nuestra sociedad?

¿Serán esas las muestras de «seguridad jurídica» que esperamos brindar hacia fuera y hacia adentro como indicadoras de nuestra estabilidad y credibilidad para el desarrollo exitoso del proyecto de país productivo?

Las declaraciones de AB ¿contribuirán al flujo de inversiones atraídas por la «estabilidad» que pronostican?

* Al decirnos cómo ve lo pasado, AB nos dice que nos esperaría en el futuro si prevaleciera ese pensamiento.

¿Dónde está escrito, además de en las creencias anquilosadas de algunos oficiales, que el país tendrá instituciones democráticas… mientras no cambien los escenarios?

Hay dirigentes, «expertos en cuestiones militares», que nada han dicho sobre este tema. Y, salvo la contundente declaración de la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos y un editorial del diario La República, no he visto ninguna declaración de rechazo a los postulados de AB.

¿Acaso carece de importancia la utilización de un lenguaje amenazador contra las instituciones democráticas por parte de un jerarca militar?

¿Acaso debe tomarse como asunto de rutina que en plena ‘transición de transiciones’, se siga reivindicando el pensamiento del General Medina y demás militares golpistas….?

* En sus declaraciones, AB ha dicho que los mandos superiores de las FFAA «asumimos una actitud respetuosa, quizás ostentosamente respetuosa, para que entendieran que nosotros éramos respetuosos del mando».

¿Qué sentido tiene hablar de una actitud ostentosa de respeto al Presidente de la República?

Esa jerga ¿es la adecuada para definir una zona tan delicada como es la sujeción de los militares al poder civil, ese imprescindible acatamiento a la ley que tanto les ha costado aceptar a los militares uruguayos en los últimos 30 años?

¿Por qué si el respeto es sincero debiera expresarse con ostentación?

¿Qué lugar ocupa el ‘respeto ostentoso’ en los códigos de honor que establecen el comportamiento caballeroso y en los reglamentos vigentes que regulan las relaciones institucionales entre la fuerza armada y las autoridades que representan al pueblo, por la voluntad libre del pueblo?

* En otro pasaje, el AB dice que le informó al Presidente Vázquez que él no era partidario del Frente Amplio. ¡Qué noticia!

Si hubiera sido del FA hubiera pasado las peripecias y tribulaciones de José Martínez Salgueiro, de Brum Canet, de Pedro Montañez y tanto otros militares de su generación que, con el liderazgo de Seregni y Licandro, fueron frenteamplistas.

AB es poco ducho en las cuestiones del Estado de Derecho. En realidad, no se trata que el Comandante del Ejército sea frenteamplista. Ni mucho menos. De lo que se trata es que esté consustanciado con la Constitución y la Ley.

Que conozca y respete, como corresponde pues tienen el rango de ley de la nación, los tratados internacionales suscritos por el país y ratificados por el Parlamento. Que conozca y actúe con arreglo a las disposiciones del Tratado de San José de Costa Rica, así como con todos los compromisos asumidos por Uruguay en los convenios que condenan a los crímenes contra la humanidad y la desaparición forzada de personas.

Ninguno de esos tratados, de cuya existencia AB parece no tener la menor idea, suscritos antes del advenimiento del gobierno frenteamplista, se puede desconocer. Ni mirando hacia el pasado ni en relación a la situación de hoy. Desconocerlos no ayuda al país de hoy ni a sus perspectivas futuras.