Querido Pedro: Los últimos días han sido de mucha reflexión, tras ver la aprobación de una Junta Federal de Control Fiscal para Puerto Rico y ponderar todo lo que conlleva: la desmitificación del Estado Libre Asociado, la descubierta del colonialismo crudo, y el espectro de imposiciones que sin duda habrán de cobrar un alto precio […]
Querido Pedro:
Los últimos días han sido de mucha reflexión, tras ver la aprobación de una Junta Federal de Control Fiscal para Puerto Rico y ponderar todo lo que conlleva: la desmitificación del Estado Libre Asociado, la descubierta del colonialismo crudo, y el espectro de imposiciones que sin duda habrán de cobrar un alto precio de nuestro pueblo. La coyuntura es de mucha incertidumbre, lo que nos lleva a tratar de ver el vaso medio lleno y a esperar que de aquí salga un cambio de actitud en la gente que mueva a la transformación del estatus político de nuestra isla. Los dos estamos de acuerdo en eso, pero al expresarlo añades que solo esperas que sea cual sea el cambio «se dé sin violencia alguna y que evolucionemos de manera inteligente y no salvaje».
He vivido y visto lo suficiente para convencerme de que la violencia es un medio terrible para alcanzar cualquier fin. A pesar de haber estudiado en una escuela militar, nunca he portado un arma ni pretendo hacerlo, fruto justamente de esa convicción.
Me inquieta, sin embargo, que no veas que la violencia comenzó en 1898. La imposición de la Junta no es más que su más reciente y burda manifestación en contra del pueblo puertorriqueño.
No es violento apenas aquel que empuña un arma; también es violento el que insulta, hostiga y le impide al otro tomar las riendas de su propio destino. Lo es el patrono abusador, la pareja maltratante y el político que roba fondos públicos sabiendo que ese dinero pertenece a los que más lo necesitan.
Y es violento el gobierno estadounidense. Siempre lo ha sido: con sus indígenas, con sus vecinos, con la naturaleza, en nombre de un llamado «interés nacional» que no se traduce en garantizar el bienestar de sus ciudadanos, sino en extender su poder más allá de las fronteras nacionales. Eso se llama imperialismo.
Si te fijas, antes de que fuéramos invadidos, ningún puertorriqueño empleó la violencia armada contra Estados Unidos en nombre de Puerto Rico. Simplemente porque no está en los genes de este pueblo usar la violencia contra otro país o territorio. No tenemos un «destino manifiesto» corriendo por nuestras venas.
Todas las instancias que puedas pensar de violencia política contra Estados Unidos vinieron después de la invasión. Cuando alguien entra a tu casa y te somete por la fuerza, nadie va a cuestionar el derecho a defender la integridad de tu hogar. Eso se llama actuar en defensa propia.
Esta vez Washington viene con todo y sin careta, a mandar en nuestra casa. No te preguntaron ni a ti, ni a mí, ni a los políticos que mal nos representan. Simplemente entraron, nos quitaron las llaves, y nos dijeron: «sálganse que aquí vamos a guiar nosotros-prohibido decir ni jí». ¿Acaso eso no es violento, compadre?
La Junta de Control Fiscal viene con las prerrogativas de un dictador, porque no está sujeta en lo más mínimo a la voluntad de ningún puertorriqueño. Puede privatizar agencias, cerrar hospitales, despedir empleados, reducir programas sociales, vender patrimonio nacional, reducir salarios y todo unilateralmente. Mi hermano, te pregunto, si entran a tu casa a jugar con las habichuelas y la salud de tus hijos, ¿qué vas a hacer?
Yo voy a luchar; no con violencia armada, pero sí con militancia combativa. El problema es que la militancia combativa, por pacifica que sea, generalmente es enfrentada con represión – y no son muchos los que son capaces de aguantar palos indefinidamente.
Hago votos, como tú para que esto resulte en el parto -sin mayores conmociones- de un nuevo Puerto Rico. Y que esa nueva criatura sea una patria feliz, libre, soberana y con justicia social para todos y todas. Pero no te equivoques: la violencia comenzó -del otro lado- hace 118 a ñ os.
Un abrazo.
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