Miles salieron a las calles el domingo (7de junio) en diez estados y el Distrito Federal (Brasilia). A pesar de los límites impuestos por la pandemia, se ha demostrado que las calles no son el monopolio de los bolsonaristas.
Categoría: Brasil
Segundo país en casos confirmados y tercero por mayor número de muertes, Brasil padece no solo la pandemia sino también una crisis política profunda.
Brasil se ha constituido en un laboratorio mundial para un nuevo tipo de extrema derecha. No se trata sólo de una nueva hegemonía de poder sino de un proyecto de cambio de la sociedad, de una revolución cultural conservadora, donde Jair Bolsonaro representa un proyecto transitorio, con claras tendencias fascistas.
Una vez más, después de tantas otras, las élites brasileñas prefirieron correr el riesgo de caer en la dictadura (si es que no la deseaban desde el principio) cada vez que las clases populares manifiestan su aspiración de ser incluidas en la nación, que las élites siempre han concebido como su propiedad privada.
La historia de la derecha brasileña es una historia sucesiva de fracasos. Brasil fue liderado, ininterrumpidamente, por la derecha, hasta la crisis de 1929.
Las imágenes de grupos de encapuchados con máscara blanca y antorchas en las manos frente al Supremo Tribunal Federal pidiendo que este sea clausurado, nos recuerdan las escenas del Ku Klux Klan o de las huestes nazistas que irrumpieron aquella noche de los cristales rotos, la cual anticipaba el genocidio cometido posteriormente por el régimen de Hitler.
Jair Messias Bolsonaro, el ex capitán-presidente que desearía ser la encarnación de Donald Trump en esta parte del mundo, no es –por paradójico que parezca– el principal problema del Brasil que las políticas de Lula llevaron a la condición de sexta economía mundial y transformaron en referente de lucha contra la pobreza, a partir de programas sociales con alcances sin precedentes en el país.
La pandemia de la covid-19 dictará el destino del presidente brasileño Jair Bolsonaro, amenazado por intentos de inhabilitación, pero sostenido por militares, que ocupan cerca de 3000 puestos en el gobierno y la jefatura de nueve ministerios.
Brasil está en desgracia. Su presidente Jair Bolsonaro se ha atrincherado en el negacionismo y desafía al virus a pecho descubierto, provocando aglomeraciones en las que reparte besos y abrazos, mientras repite que el coronavirus es un catarro y como mucho una gripe.
La verdad es que mi país vive días monótonos, exhaustivamente monótonos. Hasta la tensión creciente que vivimos es totalmente previsible.