Es cierto que por motivos de fuerza mayor hay quienes no asistirán al llamado a sufragar: se abstendrán. Y al hacerlo eludirán la obligación que al resto de la población se nos impone. Sin embargo, nos queda, en consecuencia, un último acto de rebeldía: anular, acto político que permite deslegitimar el proceso eleccionario. Si el desprestigio de la ‘escena política’ es tal, tanto el voto nulo como el de la abstención deberían ser los únicos ganadores en esa contienda a la que se nos obliga a participar.