
En mi opinión sería deseable confiar en las instituciones como forma democrática de solucionar los problemas del pueblo. Pero, en general y por desgracia, la realidad no suele ser así. Lo que llamamos democracia casi siempre es el resultado de la opinión mediática, no de una deseable opinión pública. Y el resultado es la prevalencia de unas instituciones diseñadas a medida de los grandes meganegocios, codiciados por la megaenfermedad mental de la obsesión de la acumulación.