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Construir una oposición de izquierda, clasista y revolucionaria

Fuentes: Colectivo Militante Editoria

El gobierno acelera su curso hacia la derecha. Y de subordinación a la lógica del capital. El propio Tabaré Vázquez lo confirmó en Estados Unidos. Ante una selecta platea de empresarios y banqueros del Consejo de las Américas (presidido por David Rockefeller), defendió la doctrina capitalista del «liberalismo económico» y el «liberalismo político». Pocas horas […]

El gobierno acelera su curso hacia la derecha. Y de subordinación a la lógica del capital. El propio Tabaré Vázquez lo confirmó en Estados Unidos. Ante una selecta platea de empresarios y banqueros del Consejo de las Américas (presidido por David Rockefeller), defendió la doctrina capitalista del «liberalismo económico» y el «liberalismo político». Pocas horas después, en la Casa Blanca, rendía pleitesía al patrón Bush y le reiteraba su compromiso con las bondades del «libre comercio».

Entonces, ninguna sorpresa. El presidente del Frente Amplio y su comitiva, reafirmaron, en el corazón mismo del imperio, la naturaleza neoliberal del programa de gobierno. Y su decidido papel de abogados del capital transnacional. De allí su «firme» reclamo al Banco Mundial para que habilite, sin más demora, el financiamiento a las papeleras Botnia y Ence. No importa si contaminan poco o mucho, ni que en Gualeguaychú decenas de miles de personas protesten y se movilicen.

En todo caso, lo rápido del «acercamiento» con Estados Unidos (algo que mata de envidia a Jorge Batlle y a los neoliberales más fundamentalistas), viene de la mano del fracaso del MERCOSUR y de todo el proyecto integracionista regional liderado por el «bloque progresista» (asunto que trataremos en un próximo editorial). Este es el «argumento» del gobierno para justificar su capitulación y, de paso, esconder una crisis latente de toda la propuesta gubernamental, resumida en la frase vacía de «país productivo».

A favor del gobierno está el hecho que no tiene oposición, ni a la derecha, ni a la izquierda. Por un lado, los partidos burgueses que han perdido toda credibilidad política, enfrentan una profunda «crisis de identidad», en la medida que su programa ahora lo pone en práctica una fuerza política identificada, históricamente, con el antiimperialismo. Por el otro lado, un Frente Amplio que no pasa de ser una correa de transmisión del gobierno, y en donde la frustración adquiere un contenido inmovilista casi completo. Ni siquiera los débiles intentos por modificar el curso «desde adentro» o haciendo presión desde la orillas, tienen el alcance de ser una verdadera oposición a la estrategia y el programa del gobierno «progresista».

El giro social-liberal del Frente Amplio es irreversible, tanto como su adaptación definitiva al orden capitalista. En tal sentido, solo cabe la ruptura con el partido de gobierno y avanzar en construir una oposición de izquierda, clasista y revolucionaria, es decir, una alternativa política, programática y orgánica.

Es en este escenario, que la resistencia del movimiento obrero y popular adquiere una dimensión decisiva. Tanto como el proceso de unificación de las luchas y de las corrientes clasistas y revolucionarias. De allí, la importancia de realizar un primer análisis de lo que ocurre en el movimiento de los trabajadores, sin duda, la columna vertebral de las luchas y de una perspectiva programática anticapitalista que vaya más allá de una oposición reducida al «antineoliberalismo» para enfrentar las «contradicciones» y «ambiguedades» del gobierno. Justamente, porque de lo que se trata es de luchar contra la totalidad de la estrategia y el programa del Frente Amplio-partido de gobierno. Y contra su función restauradora del orden impuesto por los «mercados» y la lógica de acumulación y reproducción del capitalista.

1º de Mayo, un acto de solidaridad.con el gobierno

La prensa oficialista del campo «progresista» y los voceros del PIT-CNT hablaron de «diez mil personas» (ni obreros, ni proletarios, ni trabajadores) en el acto del 1º de Mayo. Fueron muchos menos, expresándose de esta manera la creciente frustración en amplios sectores de la clase trabajadora y la falta de confianza en las direcciones y aparatos sindicales.

El tono conciliador en el acto del 2005 era previsible ante la expectativa que generaba la instalación de «un gobierno de izquierda» en el país. Se le agregaba que había entre el gobierno frenteamplista y la cúpula del PIT-CNT, un amplio consenso entorno a la idea de comenzar a implementar un «país productivo y con justicia social». Un año después, esa expectativa se ha ido perdiendo, en particular por los efectos de una política económica que privilegia los intereses capitalistas y sigue teniendo como principales víctimas a los trabajadores, los desempleados, los pobres. El movimiento popular empieza a percibir ahora, que existe un continuismo entre lo que hoy se aplica y lo que pusieron en práctica los gobiernos neoliberales de la derecha.

Había entre el gobierno frenteamplista y la cúpula del PIT-CNT un amplio consenso entorno a la idea de comenzar a implementar un «país productivo y con justicia social». Se le garantizó al gobierno la «paz social», mucho diálogo, y el freno de las movilizaciones y reivindicaciones sindicales. A tal punto, que el año transcurrido de gobierno frenteamplista estuvo signado por el menor índice de «conflictividad» de la última década. Las críticas discursivas se enfocaron contra las «patronales reaccionarias» y hacia la «herencia maldita» que dejaron los sucesivos gobiernos de coalición entre blancos y colorados. La colaboración de clases y el repliegue programático estuvieron en el centro de la estrategia de la dirección del PIT-CNT.

Se le garantizó al gobierno la «paz social», mucho diálogo, y el freno de las movilizaciones y reivindicaciones sindicales. A tal punto, que el año transcurrido de gobierno frenteamplista estuvo signado por el menor índice de «conflictividad» de la última década. La solidaridad con los trabajadores brilló por su ausencia y luchas como las de Naussa, Coprograf, Dancotex y los cañeros de UTAA, son condenadas a la derrota y el aislamiento.

Las críticas discursivas que el PIT-CNT enfoca contra las «patronales reaccionarias» y hacia la «herencia maldita» que dejaron los sucesivos gobiernos de coalición entre blancos y colorados, no es otra cosa que una coartada para desviar la atención del problema central: el aparato sindical ha claudicado a las «razones de gobierno» del Frente Amplio, al reparto de prebendas y a las negociaciones que aseguran la hegemonía de la actual dirección del PIT-CNT.

La colaboración de clases y el repliegue programático son la base de la estrategia de la dirección del PIT-CNT. De allí que la instalación de los Consejos de Salarios, por ejemplo, se haya dado sin un proceso de movilización y que el gran objetivo de la recuperación salarial haya quedado, una vez más, postergado. Los aumentos reales apenas llegaron a un techo de 4,89%, ubicando el salario promedio en 6.900 pesos por mes, cuando la pérdida salarial en los tres últimos años del gobierno de Batlle, alcanzó un 30%. La cúpula del PIT-CNT aceptó de buena gana los topes que el gobierno impuso a los aumentos de salarios como condición imprescindible para cumplir puntual y servilmente con el pago de la fraudulenta de la deuda externa. Sin esta complicidad con el gobierno, la cancelación por adelantado de los «prestamos» al FMI, el BID y el Banco Mundial, hubiera encontrado una mayor resistencia social. Por lo menos, para amortiguar: Por lo menos, para que esta nueva estafa no volviera a confiscar los salarios, las jubilaciones y el ingreso de la inmensa mayoría de los hogares trabajadores.

Contrariamente a lo prometido, los ricos vieron incrementados sus ingresos en un 6% y los pobres en solo 0.83%. Es decir, se profundizó la redistribución regresiva del ingreso. Por ello las cifras no pueden sorprender. El poder adquisitivo de los salarios está igual que en el 2000; el ingreso de las familias como en el 2004; y el desempleo lejos de retroceder aumentó al 13%. Ni la propaganda sobre la efectividad del PANES puede esconder lo inaudito: el INDA provee de alimentos a 525 mil uruguayos en situación de indigencia. En una palabra, el balance del gobierno ante el drama socio-económico es funesto. Y es este balance, lo que permite deducir que el tan mentado «triunfo popular» de octubre de 2004, no ha tenido una traducción favorable en las condiciones de vida de la amplísima mayoría del pueblo trabajador.

El mismo libreto: sin movilización, ni plataforma de lucha

Es en este contexto, que debe analizarse la proclama del 1º de Mayo. El discurso destaca los «logros» del gobierno: la instalación de los Consejos de Salarios; la aprobación de la ley de fuero sindical; la aplicación del Plan de Emergencia Social (PANES); el avance en la investigación de los crímenes de la dictadura; y la posible instalación de un Sistema Nacional Integrado de Salud.

Luego se señalan lo que consideran «contradicciones» del gobierno. La falta de políticas de empleo que resuelvan la pobreza, la exclusión social, la inseguridad y el trabajo; algunas incertidumbres sobre el proyecto de «país productivo»; quejas sobre la falta de inversión pública; críticas a un Tratado de Libre Comercio con EEUU; protesta tardía por el pago adelantado de la deuda externa al FMI; una oposición liviana a la reglamentación sindical; y finalmente, el pedido de ser parte en el conflicto de las papeleras, aunque dejando claro su explícito y patriotero apoyo al gobierno y su consentimiento a la instalación de las multinacionales.

En el plano de las «propuestas» se reclama el desarrollo de una política de tierras; la implementación de un sistema de compras públicas priorizando la producción nacional; la instrumentación de ámbitos de negociación tripartitos para definir política industrial y cadenas productivas para generar un plan concreto de creación de puestos de trabajo de calidad; la aprobación de una ley de estimulo a la recuperación de unidades productivas por parte de los trabajadores; el aumento inmediato del Salario Mínimo Nacional a $3 mil (dejando de lado, una vez más, el reclamo de 5.500 votado por el 8º Congreso del PIT-CNT); la aprobación de la Ley de Salud Reproductiva; y la sanción de una ley de reparación de los derechos jubilatorios de los compatriotas perjudicados por la dictadura.

Obviamente que no es en el gobierno donde están las «contradicciones». La hoja de ruta de continuidad neoliberal está trazada y es consistente. Se gobierna para crear un «buen clima de negocios», aceptable para los «inversores extranjeros» y con plena seguridad de rentabilidad capitalista. A eso se reduce la «gobernabilidad democrática» que exigen las clases propietarias, el imperialismo, las instituciones financieras internacionales.

Por eso, es casi patético que en el mismo momento en que el gobierno se jacta de pagarle por adelantado al FMI, BID y Banco Mundial la suma de 1049 millones de dólares (equivalente a diez Planes de Emergencia) el PIT-CNT adorne el acto con la consigna mentirosa «El FMI ya fue».

Tan patético como la defensa incondicional del MERCOSUR, colocándolo como una alternativa al ALCA. Al defender el MERCOSUR, la dirección del PIT-CNT se rifa el impacto desindustrializador de los años `90 (100 mil obreros fabriles perdieron su empleo) y el quiebre de ramas enteras de la producción, del agro, y del comercio. No se puede entender la pobreza, la precarización laboral, la rebaja salarial, el desempleo estructural (ejército industrial de reserva), la extranjerización de la tierra, el hundimiento de pequeñas unidades agrícolas (como las representadas por MADUR) sin tener en cuenta los efectos del MERCOSUR.

El MERCOSUR fue un proyecto de las clases dominantes, sin ninguna cláusula social a favor de los trabajadores y sin ningún mecanismo de deliberación y decisión democrático. Plantearles a los trabajadores la opción del MERCOSUR frente al ALCA (o su versión bilateral de los Tratados de Libre Comercio) es trampear el escenario y llevarlos al terreno de una supuesta defensa de la «integración latinoamericana». No hay nada de progresista en el MERCOSUR. Lula y Kirchner, por ejemplo, no defienden a sus trabajadores al arrogarse el papel de abogados del MERCOSUR; defienden los intereses de sus empresarios y de sus multinacionales como en el caso de PETROBRAS. Mientras que prosiguen con sus políticas económicas de expropiación salarial, desempleo de masas, asistencialismo focalizado de la pobreza.y adelanto de pagos al FMI. En suma, de subordinación a los lineamientos que dictan el imperialismo y las instituciones financieras internacionales.

La dirección del PIT-CNT es absolutamente hipócrita al criticar al gobierno por la falta de inversión pública y empleo y, al mismo, tiempo aceptar las «pautas» de confiscación salarial que fueron establecidas en esa Carta de Intención con el FMI que, también, determina el recorte brutal del «gasto público». De la misma manera que es un engaño protestar por la cancelación de pagos al FMI y no mover un dedo por el no pago de la de la deuda externa y la ruptura con las condiciones que imponen las instituciones financieras internacionales que han certificado el programa económico del gobierno del Frente Amplio.

Lo mismo sucede con el reclamo de un Salario Mínimo Nacional de $ 3 mil, cuando la canasta está en los $ 27 mil. Atrás quedaron los reclamos de media canasta y cuarta canasta durante los gobiernos blancos y colorados. Tan inexpresivo (y barato) es el reclamo, que el gobierno no ha tenido ningún problema en «concederlo» como prenda de su «compromiso» con los trabajadores.

Fue evidente que la dirección del PIT-CNT utilizó al acto del 1º de Mayo para apoyar al gobierno en una coyuntura de crisis regional y de incertidumbres económicas y políticas en el país. No fue un acto de movilización, organización. No se permitió hablar a los representantes de los gremios en lucha, ni siquiera por aquello que ha sido tradicional en el movimiento obrero y que resume la consigna «arriba los que luchan».

Toda la proclama tuvo el tono de la autojustificación y careció de lo principal: una plataforma de lucha. Ni siquiera la demanda de derogar la Ley de Impunidad (reafirmada en la cadena de radio y televisión), tuvo una propuesta de medidas concretas ni de cómo organizar esa campaña. Es decir, el libreto de los últimos actos del PIT-CNT volvió a reiterarse con toda su monotonía. Solo rompieron esa monotonía burocrática (disfrazada de «independencia de clase»), las exposiciones de FUCVAM en que se criticó duramente el proyecto de Reforma Impositiva que impulsa el gobierno y que golpea duramente al movimiento cooperativo, y la de los jubilados nucleados en ONAJPU que exigieron, muy enfáticamente, la derogación de la ley de las AFAPs.

El inicio de una reorganización de las fuerzas clasistas

Las corrientes clasistas y combativas en el acto tuvieron, por primera vez en años, una participación visible y coordinada. Es el resultado de una acumulación de experiencias de luchas, de trabajo solidario con los compañeros presos y procesados, con las huelgas y ocupaciones. Expresa, por otra parte, los acuerdos alcanzados las formas de organización y de lucha y sobre el programa a levantar. Este es uno de los pocos hechos estimulantes del 1º de Mayo.

En todo caso, el hecho tuvo una siembra previa, de varios meses. Que fue fortaleciéndose en los días previos al 1º de Mayo: en la marcha de FUCVAM; en la jornada de solidaridad con los cañeros en el Teatro de Verano, donde en una acción unitaria se congregaron más de 3 mil compañeros; en los plenarios de coordinación de la «tendencia» que culminaron con la constitución del Encuentro de Agrupaciones y Militantes Sindicales Clasistas y en la edición de su periódico Un Lugar de Lucha.

Lamentablemente, esta unidad en la acción no pudo consolidarse para el acto del 1º de mayo. Por un lado la Columna Cerro -Teja (integrada por luchadores y fuerzas sociales de la zona y militantes y organizaciones políticas de la izquierda revolucionaria que están por fuera del Frente Amplio) realizó un acto en Arroyo Seco con más de 400 compañeros, allí hablaron trabajadores de Coprograf y de los cañeros de UTAA. En este acto no estuvieron presentes ni la columna del PT-UTD (alrededor de 70 compañeros), ni tampoco los cerca de 250 compañeros de la Asamblea Popular (en su mayoría frenteamplistas descontentos y críticos, convocados por el 26 de Marzo).

Sin embargo, ésta dispersión fruto de rasgos sectarios, no empaña el telón de fondo: la voluntad de avanzar en acciones comunes entre aquellas corrientes de la izquierda social y política enfrentada con las estrategias conciliadoras y con el conjunto del programa del gobierno.

Organizar y desarrollar acciones unitarias de contenido clasista y revolucionario, son el paso imprescindible para ir conformando un programa alternativo a la frustrante realidad del «progresismo». Es en tal sentido, que la lucha por derrotar la política económica del gobierno y el FMI, asume un carácter estratégico en la perspectiva de una modificación radical de las relaciones de fuerza entre trabajo y capital, entres explotadores y explotados.

* Agenda Radical, boletín informativo editado por el Colectivo Militante (por la unidad de los revolucionarios): [email protected]