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Del consenso al cisma de San Petesburgo

Fuentes: Rebelión

Un perro pastor alemán husmea maletas en el aeropuerto Pulkovo. El miércoles 4 de septiembre, los orgullosos habitantes de la ciudad fundada por Pedro Primero, sufrieron horas de congestionamientos, provocados por los retenes de seguridad de la cumbre del G20. Los rusos no olvidan Beslán. Las lanchas cruzan raudas el caudaloso rio Neva. Transportan al […]

Un perro pastor alemán husmea maletas en el aeropuerto Pulkovo. El miércoles 4 de septiembre, los orgullosos habitantes de la ciudad fundada por Pedro Primero, sufrieron horas de congestionamientos, provocados por los retenes de seguridad de la cumbre del G20. Los rusos no olvidan Beslán. Las lanchas cruzan raudas el caudaloso rio Neva. Transportan al centro internacional de prensa, a los 3000 mil periodistas venidos de todos los continentes. Está por comenzar la reunión que discutirá, por iniciativa de la presidencia rusa y los BRICS, la necesidad de arribar a un nuevo consenso mundial para sustituir el paradigma del neoliberalismo eurocentrista. El contexto internacional impuso un segundo tema, el álgido dilema entre la guerra y la paz, en Siria y en todo Medio Oriente. Por la mañana Marina Vladimirovna, economista del equipo presidencial ruso declaró, en la sala de prensa situada en las afueras de San Petesburgo, que durante varias décadas el mundo padeció los estragos del consenso de Washington, pero que durante el año que Rusia detentó la presidencia del G20, se trabajó intensamente para construir un nuevo modelo de desarrollo económico, basado en el dialogo con los ministros de trabajo y los países emergentes. Como resultado, señaló la funcionaria, se impulsó lo que podría llamarse el consenso de San Petesburgo, un nuevo canon económico orientado a replantear la concepción del desarrollo, modificar la forma de gobierno del Fondo Monetario Internacional y aplicar medidas para terminar con los paraísos fiscales. Por su parte el joven economista ruso Mark Pinadovich advirtió que las reformas a la estructura de gobierno del FMI no han entrado en vigor por la oposición de Estados Unidos. Pero la discusión respecto a Siria imantaba cada vez la agenda del G20. El Canal 1 de la televisión rusa mostró extensos reportajes sobre la vida cotidiana en Damasco y dio la voz a jóvenes y amas de casa, quienes expresaron su preocupación respecto los sufrimiento que padecerá la población civil, en caso de un ataque franco-saudí-turco- estadounidense. La televisora también difundió una entrevista concedida por el Presidente Vladimir Putin al propio Canal 1 y a la agencia estadounidense AP. El rukabaditi planteó que en las últimas semanas, el ejército sirio había desatado una ofensiva militar, había obtenido valiosos triunfos, e incluso había rodeado a los autodenominados rebeldes, en diversas regiones, en ese contexto, es ilógico creer, que hubiera empleado armas químicas, sabiendo que eso provocaría una intervención internacional que frenaría su recuperación de territorios.

El jueves 5 de septiembre el Presidente ruso se empeñó en lograr tres objetivos, mantener a flote la agenda original del conclave, convertir la reunión en un espacio de negociación del conflicto y mostrar al mundo que Estados Unidos mintió al atribuir el ataque con armas químicas al gobierno de Bashar al-Asad. A las cinco de la tarde, en la recepción de los jefes de estado, la sala de prensa vivió un largo y tenso silencio cuando el Presidente ruso recibió a su homólogo Barack Obama. Al inaugurar el encuentro de Jefes de Estado, Putin propuso mantener en la primera sesión la agenda acordada previamente y afrontar en la segunda, el conflicto sirio.

Durante la encerrona de Jefes de estado Andrei Bokarev hizo un balance agridulce de la cumbre: no ratificó la reforma del Fondo Monetario Internacional, pero al menos mandató discutir el tema en la próxima reunión de ministros de hacienda, y recomendó al severo Banco Mundial modificar las condiciones que impone a los países respecto al manejo de deuda.

El viernes 6 de septiembre por la tarde se hizo evidente que la cumbre terminó en un cisma. Vladimir Putin informó, en una larga conferencia de prensa, la polarización de los ahí reunidos, entre los partidarios de una acción armada contra Siria, y los defensores de la legalidad internacional y el respeto a la ONU. Ayer, dijo, estuvimos discutiendo el tema desde la cena hasta la 1:30 de la mañana. A favor de una acción armada se manifestaron Estados Unidos, Arabia Saudita, Turquía, y Canadá. Angela Merkel aseveró Putin, fue muy cauta, y aseguró que Alemania no participará directamente en las hostilidades. En contra de la acción armada, afirmó, se expresaron categóricamente: Rusia, China, Brasil, Sudáfrica, Argentina, y los dos países de mayor población musulmana en el mundo Indonesia e India, además de el Secretario General de la ONU y aunque no estuvo presente, afirmó Putin, todos conocen el pronunciamiento del Papa. Respecto al caso Snowden y el enfriamiento de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, Putin lamentó la actitud intimidatoria de Estados Unidos que llevó a negarle el espacio aéreo al Presidente de Bolivia, Evo Morales. Si no se respeta el derecho internacional, espetó, cualquier país fuerte se sentirá con derecho a atacar a un país más débil. En esta urbe, escenario de la novela «Plestupenie y nakazanie» (Transgresion y expiación), mal traducida como «Crimen y castigo», las decisiones del G20, se tomaron una vez más a puerta cerrada, pero sus efectos serán tangibles en la sociedad planetaria, y por eso, considero importante registrar y reflexionar lo aquí ocurrido, para cartografiar el mundo en que vivimos y poder decidir mejor, como cumplir con nuestro deber de abrirle paso a la esperanza.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.