El gobierno de la coalición de derechas liderado por el presidente Luis Lacalle Pou cumplió los primeros seis meses de gestión y ya ha dado muestras claras de sus políticas de shock económico de corte neoliberal.
Tres pilares fundamentales son los que llevan adelante estas políticas: la Ley de Urgente Consideración, el presupuesto quinquenal y la negociación salarial, donde en el 2020 los trabajadores están condenados a la primera pérdida salarial luego de quince años consecutivos de aumentos por encima de la inflación.
Arriba los que luchan: Los de arriba también luchan
“Es la economía, estúpido” reza la famosa frase de James Carville. El ex asesor de Bill Clinton en 1992 inmortalizó esa frase y en cuatro palabras noqueó retóricamente a George Bush en la campaña electoral estadounidense. Pero también es la disputa de sentido a través de los discursos, el lenguaje, lo semiótico; o lo que muchos llaman la batalla cultural.
Hoy la estrategia comunicacional es fundamental a la hora de blindar a los gobiernos a través de granjas de bots, call centers, trolls en redes sociales y los ya clásicos medios masivos de comunicación. El proyecto neoliberal de la AltRight liderada por Steve Bannon con la Internacional del Terror, conjuga lo económico-político con ganar cada vez más terreno en la construcción de un relato que justifique y legitime sus políticas de ajuste y saqueo.
A la par va diagramando sus enemigos internos, depositarios de todos los males de la nación y enemigos del desarrollo de los países.
En América Latina los enemigos de la nación los define la oligarquía y la burguesía local dueña de los medios de comunicación, la industria y la banca. La lista es larga, pero hay varios que son comunes a varios países: sindicalistas, líderes sociales, campesinos, indígenas, estudiantes, feministas, periodistas, entre otros.
El gobierno coaligado de derechas en Uruguay, en esta tarea por la disputa del sentido, ha dejado ya varias frases como perlas en un collar que evidencia a dónde apuntan sus dardos. Su proyecto no es solamente un ajuste a la clase trabajadora y una transferencia de recursos de abajo hacia arriba. El presidente lo deja claro con sus hechos, es el mismo proyecto que el macrismo argentino, pero ha aprendido de sus errores.
En más de una ocasión sus ministros han realizado declaraciones que testean el termómetro social. Si resulta negativa la reacción popular, el presidente raudamente retrocede en sus pasos, dejándolo así como un mandatario sensato, que escucha y tiene “la marcha atrás nuevita” en sus propias palabras; pero no es más que un sí pasa, pasa.
Entrevistado por el programa Mejor dicho, portal de entrevistas de estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la privada Universidad Católica, el Ministro de Educación y Cultura Pablo da Silveira, dijo que «a la Federación Nacional de Profesores (Fenapes) la levantan (sus noticias) los periodistas o estudiantes de periodismo que preguntan por Fenapes».
Continúa diciendo “para darte una idea, en Uruguay hay más de 60 mil docentes. Mirá la cuenta oficial de Twitter de Fenapes, tiene algo así como 1.500 seguidores. Fenapes no es un actor relevante en la vida educativa», sentenció da Silveira.
Lo que a primer golpe de vista resulta hilarante o tragicómico, es un ataque sistemático y premeditado a los sindicatos como organizaciones de lucha, que hasta el momento, son las únicas que le están haciendo frente al oficialismo. La prédica contra los sindicatos, sus herramientas de lucha (paro, huelga, ocupación, movilización) sufren intentos de deslegitimación constante.
Pero parece que el recorte a la Universidad de la República durante cinco años, que entre otras cosas, es la encargada del 80% de la investigación del país, es menos nocivo que un paro de 24 horas.
Da Silveira forma parte de los intelectuales orgánicos de la derecha más destacados. Es creador de la Fundación Impulso, que trabaja con liceos privados con fondos públicos en contextos carenciados donde se selecciona a los estudiantes. La misma “surge de la idea y desafío de un grupo de amigos: Marcelo Guadalupe, Elbio Strauch, Ernesto Talvi, Nicolás Herrera y Horacio Hughes”, según dice la página web de la institución.
El Ministro de Educación escribió un libro en 2009 titulado “Padres, maestros y políticos. El desafío de gobernar la educación”, otra muestra del especial interés de la oligarquía nacional en la educación como un terreno en disputa, que a sus ojos, todavía tiene mucho espacio para mercantilizar. La educación como ariete en la formación de los futuros ciudadanos como emprendedores, consumidores y liberales anticolectivistas.
Como anécdota en esta enredadera financiera-ideológica, Pablo da Silveira escribió un libro con Ramón Díaz -máximo exponente del neoliberalismo uruguayo- “Diálogo sobre el liberalismo”. Como consta en su currículum, Da Silveira fue financiado por una beca de la ultraderechista Fundación Atlas.
El Centro de Estudios de la Realidad Económica Social (Ceres) publicó un informe que mide la pobreza de manera distinta al Instituto Nacional de Estadística (INE). Según la línea de pobreza fijada por el INE, el 8,8% de la población estaba en situación de pobreza en 2019, o sea, tenía un ingreso inferior a 14.311 pesos mensuales. Esto representaba unas 308.000 personas pobres
Si se complementa este dato con el índice de carencias socioeconómicas de Ceres, la cantidad de personas que vive en condiciones de pobreza asciende a 516.000. El Ceres fue dirigido por Ernesto Talvi, ex Ministro de Relaciones Exteriores del oficialismo y forma parte de la Red Atlas, red de think tanks y ONGs financiadas por la USAID.
El mentor de Talvi fue justamente Ramón Díaz. El dimitido canciller ahora se dedica a la formación de cuadros políticos y técnicos del sector Ciudadanos del Partido Colorado. Se graduó como economista en la Universidad de la República, es Doctor en Economía y MBA en Finanzas de la Universidad de Chicago. Un Chicago Boy a la uruguaya, que en 1990 se integró al equipo de asesores del presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), Ramón Díaz, dirigiendo la Política Económica del BCU entre 1990 y 1995.
La medición de la pobreza del Ceres viene a reforzar dos tesis repetidas hasta el hartazgo: que los gobiernos progresistas dejaron a los países en ruinas y que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Ergo, el ajuste es necesario.
Los de siempre
Uno de los mayores exponentes de la oligarquía uruguaya Gabriel Capurro, presidente de la Asociación Rural del Uruguay, en el cierre de la exposición anual de estancieros y terratenientes del campo, expresó que “Aunque todos podemos estar de acuerdo en que la desigualdad extrema no es deseable, la realidad es que la desigualdad de ingresos va a existir siempre.”
Una confesión de clase que se reitera todos los años en dichos discursos y un guiño al concepto acuñado por Milton Friedman sobre “la tasa natural de desocupación” que no hace más que implantar en el imaginario colectivo la concepción de que exista gente sin trabajo, sin techo, sin educación ni salud como algo de la naturaleza, inmutable y por ende no hay nada que hacer por ello.
Pronósticos
Por su parte, la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, manifestó: “parece que lo peor ya pasó.” Simil a los “brotes verdes” macristas o “la luz al final del túnel” de la ex vicepresidenta argentina Gabriela Michetti. Olivier De Schutter, experto de la ONU, afirmó que “las peores consecuencias de la crisis sobre la pobreza están aún peor”.
La británica The Economist, señaló que en el segundo trimestre del año 2020, Uruguay registró una caída de 10.6% en el PBI en términos interanuales. Entonces, ¿lo peor ya pasó o está por venir?
Artículos del oficialista diario El País aconsejan cómo utilizar el automóvil pero ahorrando nafta y cómo poder consumir alimentos vencidos. Un homenaje en vida a su gemelo argentino Clarín cuando aconsejaba comer tierra para adelgazar o “una escapada mental” para tener vacaciones en tu cabeza.
Otra de la postura de los intelectuales orgánicos del neoliberalismo es que niegan la dicotomía izquierda y derecha. Nunca se asumen como de derecha, pero niegan ser de izquierda y por otro lado ven izquierdistas en todo lugar cuando la hegemonía cultural, mediática y académica a nivel mundial es comandada por el neoliberalismo. Por citar un solo ejemplo, seis mil medios de comunicación con peso alrededor del globo están controlados por ocho personas.
Dos excepciones en el mar de la denunciología de la izquierda, como diría el comunicólogo uruguayo Aram Aharonian, han aparecido este año en formato de programas periodísticos: Legítima Defensa y La Letra Chica. Ambos han saltado la barrera de los canales privados de televisión superándolos en puntos de rating por aprovechando la plataforma Youtube. Pero con eso solo no alcanza.
La disputa por el sentido común; un sentido común de liberación, diverso, que contemple a las grandes mayorías y eleve la dignidad popular, es una batalla asimétrica, donde las organizaciones sociales corren en franca desventaja, pero es necesaria, urgente y se nos va la vida en ello.
Nicolás Centurión. Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)