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Después de Oslo: Europa, el Islam y la asimilación del racismo

Fuentes: Jadaliyya.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Titulares del periódico The Sun
 

    Aún después de haberse confirmado la identidad del asesino, la cobertura ofrecida por los medios de comunicación europeos sobre la tragedia noruega ha puesto en marcha peligrosos argumentos plagados de clichés acerca del «extremismo islámico» y el multiculturalismo, contribuyendo así al fortalecimiento del racismo que ayudó a hacer de Breivik el que es.

Una hora antes de que Anders Breivik emprendiera su masacre de inocentes, distribuyó online su manifesto. En 1.500 páginas, este mensaje urgente identificaba a «marxistas culturales», «multiculturalistas», antisionistas e izquierdistas como «traidores» que están permitiendo que los musulmanes dominen la Europa cristiana. Y a continuación se lanzó a asesinar a docenas de esos «traidores», la mayoría de ellos niños, en un campamento juvenil del Partido Laborista. Su fuente de inspiración, según ese manifesto, habían sido los pioneros de la derecha islamófoba que se han beneficiado inmensamente de la preparación y prosecución de la «guerra contra el terror», incluyendo a Melanie Phillips, Bernard Lewis, Daniel Pipes, Martin Kramer y Bat Ye’or.

Sin embargo, muy poco antes de que los ataques hubieran concluido, en los medios de masas se estaba ya desarrollando una determinada «línea»: que se trataba de ataques perpetrados por yihadistas claramente al «estilo de Al Qaida». Peter Beaumont, de The Guardian, fue de los primeros en desarrollar esa narrativa que cundió a toda velocidad entre los medios. Gleen Greenwald describe cómo el día del ataque «el titular de la portada que apareció en el The New York Times online sugería sin ningún género de dudas que los musulmanes eran los responsables de los ataques en Oslo, lo que produjo comunicados definitivos en la BBC y varias cadenas más acerca de la culpabilidad de los musulmanes». Mientras tanto, «Jennifer Rubin, del Washington Post, escribía toda una columna basada en la aseveración de la responsabilidad de los musulmanes en los hechos». Para seguir tejiendo esta línea más allá de cualquier punto de credibilidad, se utilizó también una engañosa reivindicación de «responsabilidad» del ataque por parte de un grupo desconocido, que un supuesto «experto» se encargó de difundir.

Uno podría atribuir todo esto a una errónea valoración de los hechos y a una serie de prejuicios, si no fuera por el hecho de después de que la identidad del terrorista se hubiera establecido como noruego cristiano y blanco, la conversación continuaba girando alrededor del Islam y del multiculturalismo. Por ejemplo, el Wall Street Journal empezaba su editorial acerca del asunto con tres párrafos sobre el Islam. The Sun, el buque insignia diario del caído en desgracia imperio Murdoch, preparó una portada en la que inicialmente describió el ataque como una «Masacre de Al Qaida«. Un artículo de opinión de The Guardian al día siguiente del ataque incluía a una serie de expertos -entre ellos Will McCant, que fue el encargado de distribuir la falsa afirmación de responsabilidad- atribuyendo los ataques a «yihadistas«. En un intento de hacer justicia, The Guardian quitó el artículo y el artículo de Peter Beaumont, mientras The Sun cambiaba su portada.

Pero incluso una vez desaparecido el ángulo yihadista, prosiguieron los esfuerzos por incriminar al Islam y a los musulmanes. El diario belga De Morgen, aceptando las «raíces blancas» del criminal, insistía no obstante en que «no debe ignorarse la posibilidad de que… el autor sea simpatizante de Al Qaida» [1]. En The Atlantic se aseguraba que el espíritu del yihadismo se había «mutado» y extendido a la extrema derecha, como si el fascismo no tuviera, por decir algo, una tradición terrorista. Simon Tisdall, de The Guardian, afirmaba de forma similar que Breivik adoptó el «lenguaje de los yihadistas musulmanes«, a pesar de que su lenguaje era clásicamente fascista. Existía el temor real de que la naturaleza grotesca de los ataques, al llamar la atención sobre los peligros del racismo, socavara el apoyo a las políticas islamófobas. Para el Jerusalem Post había que evitar eso a toda costa y el ataque tenia que servir de oportunidad para «volver seriamente a valorar las políticas de integración e inmigración en Noruega y en otros lugares». De forma parecida, el tan estimado escritor «ateo» Sam Harris insistía en que este ataque no debería cegarnos ante el hecho de que el «Islam sigue siendo la religión más retrógrada y con peores comportamientos sobre el planeta». Este es el mismo autor que escribió que aquellos «que haban más sensatamente sobre la amenaza que el Islam representa para Europa son en estos momentos fascistas». La lógica está clara: Breivik es despreciable, pero su salvajada expresa una verdad sobre el Islam y el multiculturalismo; y comprenderlo debería formar parte de la base de la política europea.

Quizá la afirmación menos convincente sobre Breivik sea la idea de que actuó solo, una afirmación que jamás se habría hecho si el autor hubiera sido musulmán. La policía y la inteligencia de Noruega alentaron esta idea al tratar de restar importancia a sus conexiones con la extrema derecha. Puede que Breivik haya planeado y perpetrado él mismo esta atrocidad específica, pero está claro también que, lejos de ser un lobo solitario, sale directamente de un medio activista nacionalista y racista. Se mantuvo activo en el Partido del Progreso, que está en contra de la inmigración, en Noruega, y también tenía contactos con la Liga Inglesa para la Defensa (EDL, por sus siglas en inglés). Daryl Hobson, miembro de la EDL, cuyos vínculos con el dirigente de la misma Tommy Robinson se han convertido en una fuente de vergüenza, reconoció que Breivik se había reunido con él, mientras que «un alto miembro» le dijo al Independent que Breivik se había reunido con varios de los dirigentes del grupo. El mismo Breivik afirma haber asesorado a la EDL sobre tácticas y haber jugado un papel decisivo en la co-fundación de la Liga Noruega para la Defensa. Lejos de ser un loco solitario, Breivik parece haber estado bien incrustado en las redes activistas de la extrema derecha europea.

Es asimismo importante subrayar que el racismo que motivó a Breivik proviene directamente de las «corrientes dominantes». Obtuvo sus inspiraciones ideológicas de importantes políticos europeos, como Geert Wilders, así como de artículos y columnas de prensa y libros escritos por diversos intelectuales islamófobos. Esta conexión no es casual. Un informe de 2010 sobre la islamofobia en el Reino Unido, dirigido por investigadores de la Universidad de Exeter, establecía una importante correlación entre la retórica política y la cobertura de los medios respecto al Islam con posteriores recrudecimientos de la violencia racista hacia los musulmanes. De hecho, las ideas que Breivik articula se basan en una tradición de reacción europea. En «Londonistan» y «Euroarabia», escuchamos ecos del «Nueva York plagado de judíos», así como en la «alianza marxista-islamista» de Breivik, oímos las evocaciones de Hitler sobre la amenaza «judeo-bolchevique». Ese Islam que ha tomado ahora el lugar del judaísmo en el paranoico weltanschauung [visión del mundo y de la vida] de algunos de la extrema derecha es consecuencia de la transformación de la situación global.

La «guerra contra el terror» ha permitido un período de intenso resurgimiento imperial. De repente se convirtió en algo de moda entre los intelectuales, los anteriormente enragés [encolerizados] entre ellos, para ensalzar los beneficios del imperio, especialmente si al frente está EEUU. Pero el anverso negativo de todo ese supuestamente dominio humano era el Islam: al parecer, la némesis inhumana, irracional y bárbara del imperio. Aunque esta deshumanización de los musulmanes alentó el baño de sangre sobre las fronteras de Iraq y Afganistán, no podía dejar de fluir de vuelta hacia la metrópoli, para que así cada musulmán europeo se convirtiera en un extraño potencialmente amenazador. Los atributos exteriores del Islam, desde la ropa hasta la arquitectura, se convirtieron en objeto de campañas reaccionarias, violencia callejera y represión estatal. La extrema derecha ha aprendido y se ha beneficiado de eso. Las organizaciones tan estimadas por Breivik -la Liga Inglesa para la Defensa y el Partido holandés para la Libertad dirigido por Geert Wilders- se encuentran entre quienes han traducido la adscripción de la jerarquía del nuevo imperialismo a un nuevo lenguaje destinado a la reacción interna.

La complicidad entre la derecha islamófoba y la extrema derecha se manifiesta parcialmente en un crecimiento de la segunda que se traduce en escaños parlamentarios. Ya no son marginales, ahora ocupan posiciones de poder estatal. Esto ha intensificado tanto el racismo cotidiano de las calles como el racismo institucional a nivel del estado, puesto de manifiesto en la prohibición de los minaretes (Suiza), del niqab (Francia), del hijab (Bélgica) y de la comida halal (Holanda). Además, actúan como fuerza gravitatoria empujando aún más a los partidos mayoritarios hacia la derecha. Nadie desafía las fuentes de su apoyo, ni el centro-derecha ni el centro-izquierda, que parecen estar últimamente tratando de emular a la extrema derecha. Esta tendencia ha contribuido de forma muy significativa a la asimilación de las ideas racistas que conforman la base de esos ataques violentos.

Que la respuesta de los medios a los ataques se haya ajustado muy a menudo al mismo motivo del «choque de civilizaciones» sustentado por el propio Breivik fuera la chef d’oeuvre [la obra maestra] resulta una ironía que en gran medida se ha perdido en el aluvión de opiniones. Pero lo que de verdad se ha pasado por alto es algo mucho más importante: la absoluta irrelevancia y estupidez de esas ideas en la era de las revoluciones árabes. El «choque de civilizaciones» está más vacío de sentido y contenido que nunca. Mientras tanto, el yihadismo trasnacional ha pasado a la historia. Hasta la inmensa mayoría de pueblos que en Oriente Medio sufrieron bajo el yugo de los déspotas auspiciados por EEUU con pocas posibilidades de poder liberarse y respirar, la solución del «terror» tenía muy pocas posibilidades. Y aunque aún puedan producirse ataques, la base del apoyo a tales acciones está cada día más erosionada. Sorprendentemente, ninguno de esos expertos de los medios de comunicación se está refiriendo a este destacado hecho.

Muchos de los musulmanes -incluidos los musulmanes europeos-, a los que muchos europeos han pasado una década vilipendiando, están ahora demostrando que tienen una concepción más amplia y humana de la democracia que la mayoría de sus calumniadores europeos y que su compromiso con ella es más duradero. Los expertos podrían desear reflejar algo de ese heroísmo y de su significado, así como el horror diabólico en Noruega y su significado, antes de verbalizar tan poco reflexivamente los rancios clichés de la «guerra contra el terror».

Nota:

[1] En el original: «De kans is klein maar het valt ook niet uit te sluiten dat de dader ondanks zijn blanke wortels een sympathisant is van Al Qaida.»

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/2239/after-oslo_europe-islam-and-the-mainstreaming-of-r