Durante la primera semana de agosto América Latina fue testigo de dos importantes giras de presidentes con propóstios diametralmente opuestos, protagonizados por Luiz Inacio Lula da Silva y Hugo Chávez. Muchos observadores y analistas prefieren eludir el hecho de que dos de las principales figuras del continente emprendieron sendas giras que ponen en evidencia las […]
Muchos observadores y analistas prefieren eludir el hecho de que dos de las principales figuras del continente emprendieron sendas giras que ponen en evidencia las dificultades de la integración regional. Lula visitó cinco países: México, Honduras, Nicaragua, Panamá y Jamaica, con el objetivo de promover los agrocombustibles. Chávez visitó en las mismas fechas Argentina, Uruguay, Ecuador y Bolivia, para firmar acuerdos que impulsan la integración.
La de Lula podría llamarse la «segunda gira del etanol». La primera, recordemos, la realizó George W. Bush a principios de marzo de este año, cuando llegó a acuerdos de largo plazo con Lula para promover los agrocombustibles. Ahora el presidente de Brasil viajó para contribuir a que empresarios de su país instalen plantas de etanol de caña de azúcar en los países centroamericanos. En México, primera etapa de su viaje, Lula impulsó un acuerdo entre la estatal Pemex y la trasnacional Petrobras para la exploración y explotación de petróleo en aguas del Golfo de México. El acuerdo es interesante para Petrobras ya que la empresa es líder mundial en extracción de crudo en aguas profundas, tecnología que la empresa mexicana no posee.
La izquierda mexicana reaccionó duro. Andrés Manuel López Obrador, víctima de un fraude electoral en las elecciones de 2006 que benefició al actual presidente Felipe Calderón, advirtió que se puede usar a Petrobras como «punta de lanza» para privatizar Pemex, un objetivo largamente acariciado por las multinacionales. «Lo respeto mucho, pero el movimiento que represento, una oposición real, verdadera, no acepta que se entregue la riqueza petrolera mexicana a extranjeros, bajo ninguna modalidad», dijo López Obrador sobre las gestiones de Lula, según La Jornada del 6 de agosto. El líder mexicano dijo que Petrobras buscará petróleo en el Caribe y a cambio se quedaría con una parte de los hidrocarburos encontrados, lo que no implica ningún riesgo porque se sabe dónde están los yacimientos. Detrás de Petrobas, argumenta, llegarían las demás multinacionales.
Sobre los agrocombustibles, Lula dijo que cuenta con el apoyo de México «en la campaña para establecer un mercado mundial de combustibles más limpios, baratos y renovables. Tenemos la oportunidad de democratizar el acceso a nuevas fuentes de energía multiplicando la generación de empleos y diversificando la matriz energética». Es evidente que el presidente de Brasil no se dio por enterado de los argumentos esgrimidos estos últimos meses por Fidel Castro, entre muchos otros, contra esas energías. En Nicaragua, Lula ofreció a Daniel Ortega apoyo para que ese país se convierta en pionero de los agrocombustibles en la región. «Es completamente inadmisible y un crimen producir etanol derivado del cultivo de maíz», le respondió el nicaragüense.
En Jamaica, Lula inauguró una planta de deshidratación de etanol propiedad de inversores jamaicanos y brasileños, y en Honduras y Panamá firmó acuerdos para el desarrollo de los combustibles a partir de caña de azúcar. El diario Folha de Sao Paulo, el 5 de agosto, recordó los motivos de fondo de Brasil para expandir el etanol en esa región. «El interés es usar América Central como plataforma de exportación de etanol a Estados Unidos; esos países tienen acuerdo de libre comercio con los americanos y no tienen límites para la exportación de etanol». Brasil aporta la tecnología y los capitales, los centroamericanos ponen el trabajo semiesclavo en los cañaverales, y así la potencia emergente consigue abrir un mercado protegido al que tiene enorme dificultades para acceder. La forma de pensar de Lula es trasparente: «Juntos podemos constituir una potencia económica mundial», le dijo al derechista Felipe Calderón en México.
La gira de Chávez fue muy diferente. En Argentina firmó un acuerdo con Néstor Kirchner para la compra de 500 millones de dólares en bonos argentinos y se comprometió a comprar una cantidad similar en unos meses. Este acuerdo es vital ya que luego del default de 2001, Argentina no tiene acceso a créditos internacionales. Además, firmó un acuerdo para la construcción de una planta regasificadora de gas licuado venezolano en Bahía Blanca, ya que Argentina sufre una seria crisis energética. En Uruguay firmó un Tratado de Seguridad Energética con Tabaré Vázquez, por el que las estatales Ancap y Pdvsa trabajarán para duplicar la capacidad de producción de la refinería uruguaya y se crea una empresa mixta para extraer crudo de la Faja del Orinoco, considerada la primera reserva mundial. Con ello Uruguay se asegura energía a largo plazo.
Esta vez Vázquez y Kirchner coincidieron. «¿Qué otro gobierno del mundo ha hecho otro ofrecimiento de tal magnitud y grandeza?», dijo el uruguayo. «Los argentinos deberíamos, y debemos, estarle reconocidos, porque siempre que lo hemos necesitado ha estado», dijo un ministro muy cercano a Kirchner.
Ya en Ecuador, Chávez suscribió una inversión de 5.000 millones de dólares con Rafael Correa para la construcción de una refinería en la provincia de Manabí, para procesar 300 mil barriles de crudo diario, en la que será la mayor refinería sobre la cosa del Pacífico. En Bolivia, Chávez y Evo Morales llegaron aun acuerdo destinado a la creación de la empresa petrolera binacional Petroandina (entre YPFB y Pdvsa), que tendrá como primer proyecto invertir 600 millones de dólares en la exploración en Bolivia. Con el nacimiento de YPFB-Petroandina, Bolivia recuperó su derecho para explorar y explotar sus hidrocarburos.
Las dificultades para que Venezuela ingrese al Mercosur estuvieron presentes en la gira. Hasta ahora los parlamentos de Argentina y Uruguay ratificaron la adhesión del país de Chávez al bloque. Paraguay y Brasil lo vienen demorando. Se sabe que el parlamento de Brasilia no quiere aprobar el ingreso, ya que tiene una mayoría de centro-derecha, aunque el gobierno puede hacer valer sus alianzas. En Buenos Aires, Chávez dijo en una reunión restringida, recogida por Página 12, el 8 de agosto, que los roces de Venezuela y Brasil no se deben a «una disputa de liderazgos» sino a «una confrontación de modelos energéticos». Unos trabajan por la integración sobre la base de compartir petróleo y gas, y asegurarse así la autonomía energética; mientras otros pugnan por una integración en base a los agrocombustibles, impulsando la misma política que el imperio.