El poder crea adicción. Los adictos al poder nunca prevén su caída. 1. Se sabe que la economía y la política se influencian recíprocamente, al punto que a veces es difícil establecer la línea fronteriza que separa las dos esferas. La economía va y viene, se mueve en ciclos. Los ciclos de la economía, […]
El poder crea adicción. Los adictos al poder nunca prevén su caída.
1. Se sabe que la economía y la política se influencian recíprocamente, al punto que a veces es difícil establecer la línea fronteriza que separa las dos esferas. La economía va y viene, se mueve en ciclos. Los ciclos de la economía, influyen en los ciclos de negocios, en la generación de empleos y en los niveles de pobreza.
2. Los clarividentes económicos financieros del régimen auguran que todo está normalizado y que la recuperación económica ha comenzado. Quién sabe si habría que darles crédito, porque sus respectivas bolas de cristal de plano no han dado una en sus predicciones.
3. Cierto es que la economía no pasa su mejor momento, pero no ayuda que los clarividentes del régimen, siempre en defensa de sus propias estimaciones que a la hora de la hora resultan muy distantes de la realidad.
4. Para el 2019 se proyecta una recesión que alcanzaría entre el menos el -5 al menos -8 por ciento, por el raquitismo de la inversión, la desaceleración del consumo privado, el debilitamiento de la confianza y la contracción del crédito; elementos reflejo de la crisis sociopolítica.
5. La actividad económica nacional, tal y como la resume el cercano producto interno bruto (PIB), no creció desde el segundo trimestre del año 2018. El dato duro es que continúa paralizada la economía; parálisis que, como en caldero, se cuece la trampa de la depresión económica con desigualdad y pobreza masiva, alojada en los suelos urbanos y rurales territorios donde se teje o se desteje lo que debería ser la política democrática.
6. La brecha de producto, que es la diferencia entre el ritmo de crecimiento de la economía en relación con su potencial a largo plazo estamos en terreno negativo. Es decir, la actividad económica del país está por debajo de su ritmo de crecimiento potencial.
7. Las lecturas de las cifras del Banco Central de Nicaragua (BCN), nos demuestran la ineludible realidad: el crecimiento negativo y sus implicaciones sobre los niveles de vida del conjunto de los nicaragüenses, aunque, en primer término, sobre las capas sociales que viven de su trabajo.
8. En los dos últimos años se ha desvanecido el 12 por ciento de la producción y el ingreso interno bruto por habitante ha retrocedido siete años.
9. El mercado laboral o la tasa de desempleo respecto de su tendencia a mediano o largo plazos está en territorio negativo. Según reporta el BCN, siete de cada 10 trabajadores son informales y con bajos ingresos.
10. El círculo de informalidad e ingresos bajos, que atrapa a decenas de miles de trabajadores, tiene que ver, en gran medida, con que la economía lleva años sin capacidad para crear empleos formales suficientes, frente al número de jóvenes que se integran cada año a la demanda de trabajo.
11. El crecimiento económico, entre 2007-2017, que más o menos venía a un ritmo de 4.2 por ciento, generaba alrededor de 60 mil puestos de trabajo formales al año y se calcula que entran anualmente al mercado laboral más de un cien mil de jóvenes.
12. No hay manera de evadir la cuestión. Si la economía no crece, el empleo, en particular el formal, los ingresos familiares se estancan o se achican. La inflación, por su parte, que está contenida, junto con los incrementos en el salario mínimo decididos este año, no refuerzan la capacidad de compra ni el mercado interno, el consumo y las ventas internas tienden a estancarse. La subsistencia ha empezado a flaquear.
13. Con la recesión, la capacidad industrial ociosa se empezó a incrementar. ¿Qué sucede en ese caso? La rentabilidad, las ganancias, empiezan a crecer lentamente e incluso a descender. Las empresas comienzan a cerrar operaciones, los empleos se pierden, la capacidad de subsistencia cae, el mercado interno se contrae y la recesión se transforma en depresión.
14. La recesión devenida en depresión sigue creando más cisnes negros en la economía nicaragüense. La banca nacional se ha visto obligada a contraerse.
15. Antes del inicio de la crisis sociopolítica, marzo de 2018, funcionaba, a nivel nacional, 612 sucursales y ventanillas bancarias con 11,484 trabajadores. Al 30 de junio de 2019, sólo están funcionando 507 sucursales (se han cerrado 105) y el número de empleados cayó a 9,087 trabajadores (2,397 trabajadores menos).
16. Al mismo tiempo, el sistema financiero nacional sigue perdiendo depósitos. Entre el 31 de marzo de 2018 y 30 de marzo de 2019, los depósitos en el sistema bancario disminuyeron el equivalente a US$ 1,859 millones de dólares, equivalente al 34 por ciento.
17. Como dato adicional, puede afirmarse que la pobreza se incrementa, también, por el sensible incremento del desempleo, del empleo informal o por grupos de personas que ni siquiera buscan trabajo. La recesión es igualmente un factor del creciente empobrecimiento que asola la sociedad.
18. Existe una falta de inversión masiva para generar la actividad económica y empleo. No hay confianza para retomar las inversiones y el ritmo de crecimiento. Por el momento, no hay condiciones para el arranque de un nuevo ciclo de inversión e incrementar las exportaciones.
19. Un problema estratégico que debe ser resuelto es la baja de la productividad de la economía. Una notable restricción para elevar la productividad de la económica es el nivel promedio de escolaridad de la población nicaragüense, que es apenas de seis años de estudio.
20. A pesar de esta realidad económica, sectores de la base social del régimen continúa diciendo que a pesar de encontrarse en el hoyo de la subsistencia se encuentran contentos con la política económica actual, la supuesta normalización de la economía. Actitud que niega que la situación económica influye en el quehacer político de población, principalmente, cuando el deterioro del nivel de vida se traduce en rechazo al «statu quo» sociopolítico.
21. Entretanto, el régimen y el gran capital tratan de evitar las movilizaciones sociales porque en éstas los trabajadores, los estudiantes, los campesinos, las mujeres, los desocupados y los ciudadanos en general se organizan, discuten, confrontan ideas y buscan soluciones.