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El día del juicio

Fuentes: SinPermiso

El próximo 25 de junio se celebrará en Italia un referéndum, en donde se someterán al sufragio popular directo varias reformas constitucionales promovidas por el gobierno de derecha que acaba de ser derrotado por la mínima en las recientes elecciones parlamentarias italianas. De triunfar la derecha en ese referéndum, quedaría seria e irreversiblemente tocada una […]

El próximo 25 de junio se celebrará en Italia un referéndum, en donde se someterán al sufragio popular directo varias reformas constitucionales promovidas por el gobierno de derecha que acaba de ser derrotado por la mínima en las recientes elecciones parlamentarias italianas. De triunfar la derecha en ese referéndum, quedaría seria e irreversiblemente tocada una de las Constituciones más democráticas y progresistas de las nacidas del consenso antifascista de la Europa de postguerra: tocado su laicismo, tocada hasta la demolición la forma de gobierno parlamentario por hipertrofia de la autoridad del primer ministro, tocado, por reducción, el papel de los órganos de garantía, tocada la capacidad legislativa del parlamento por un sobreimpuesto senado falsamente federal, tocadas, en fin, y sumidas en caótica confusión las instituciones de la primera República. Podría ser en Europa el comienzo de un proceso general de revisión de los consensos constitucionales antifascistas nacionales, visiblemente reclamado por las nuevas derechas neoliberales europeas, sobre todo tras el fracaso del tratado constitucional europeo. El conocido constitucionalista italiano Gaetano Azzariti da aquí una voz de alarma.

El día del juicio ya se ha fijado. El 25 de junio se votará para el referéndum constitucional. Quizá no sea el «juicio universal», pero poco falta. Se juzgará la Constitución: el fundamento laico de la convivencia entre las personas de una comunidad política. Es decir, no será un juicio divino, pero sí será el juicio de los humanos en torno a su ley suprema.

La aprobación será pronunciada por el mismo pueblo (o mejor, por la minoría que decida participar). La decisión no dejará margen para la apelación, la soberanía popular en ese momento no se podrá limitar ni tan siquiera con las más controladas modalidades de ejercicio que asegura la democracia representativa. El «poder constituyente» del pueblo evocará su propia omnipotencia; en ésta ocasión, más poderosa que nunca. La manifestación de la voluntad popular asume aquí las formas perversas de la peor de las indicaciones schmittianas («el pueblo, en general, solo puede decir sí o no» sostenía Schmitt; y ya sabemos como acabó).

Hay el riesgo de que todo esto suceda entre el desinterés y la inconsciencia de los más. El tema del referéndum constituíional ha sido, hasta el momento, ampliamente olvidado. Algunos se han absorto discutiendo de lo contingente, otros de sus propios intereses. Y, aún así, no resulta complicado comprender la importancia de lo que está en juego. No parece excesivo afirmar que el referéndum constitucional que se realizará en unos meses tendrá una importancia a la par de la que tuvo, hace sesenta años, el referéndum institucional que escogió para nuestro país la forma republicana y desechó la monárquica. Hoy, como entonces, también se podrá cerrar una historia para dar inicio a una nueva era. Entonces se pasó de la monarquía a la República, ahora se quiere que nuestra democracia inicie un viaje oscuro hacia formas de democracia, autoritarias y populistas. Según los sondeos, éste cambio de época no se dará, de hecho, se prevé que el referéndum tenga un éxito negativo. Pero a día de hoy, ¿quien cree en los sondeos? Todavía hay más: tras el referéndum sobre la Constitución, acabe como acabe, Italia será otra. Una ruptura insanable se determinará dramáticamente en la pesimista hipótesis que, a pesar de los sondeos, 52 nuevos artículos tuviesen que rediseñar la cara de la República. Se trata de algo más que un referéndum en torno de la devolución, como muchos, por ingenuidad o mala fe, dan a entender. La entera estructura de los poderes perdería su equilibrio. Se debilitarían todas las instituciones de garantía: se conservaría la figura del presidente de la república, pero se le quitarían todos sus poderes «neutrales» más relevantes, que le permiten, actualmente, ejercer su rol de garante político de la Constitución. Paralelamente también el acento del rol político de la Corte Constitucional acabaría por comprometer la función específica de garante de la Constitución. La mayor debilidad de los órganos de garantía constitucional, daría después su más perversa actuación en la concentración en las manos del Primer Ministro de poderes de gobierno «absolutos»: podrá revocar, no tan solo a los ministros disidentes, si no también a las cámaras recalcitrantes. Es decir, un parlamento mortificado, sin más autonomía de la necesaria para poder controlar y equilibrar la fuerza del ejecutivo. Una forma de gobierno «única en el mundo» (Elia).

Incluso en la previsible hipótesis que el revolcón a la constitución, temerariamente proyectado por el centro-derecha, fracase en el referéndum por decisión del electorado, se recordará una decisiva solución de continuidad. En este caso, de hecho, no se impedirá, tan solo, la desfiguración de la democracia constitucional Italiana, también se dará margen a una política constitucional de más larga duración. Se frenará la política de las reformas constitucionales que, iniciada como una pequeña reforma a mitad de los años ’70, ha llegado a producir una criatura horrible recreada en el último proyecto de reforma de nuestra constitución. En junio, a los electores también se les pedirá que se pronuncien sobre otra cuestión: si ha llegado el momento de frenar la avalancha. Sólo tras un referéndum que reafirme el rol de nuestra constitución se podrá legítimamente volver a preguntarse sobre el valor efectivo del texto constitucional, para re-asignar a las constituciones aquel carácter de norma «superior», que ha permitido, en el pasado, mantener a los gobernantes en unos límites y ha asegurado a los derechos una clara supremacía frente a los poderes. Tras años de legalidad incierta y de desinterés frente a las reglas (incluso de aquellas supremas colocadas en la constitución) ésta sería una «reforma intelectual y moral» de enorme significado. Lo que está en juego es de máxima trascendencia; mucho más importante que cualquier victoria política en unas elecciones. ¿Y quién es consciente? La desatención extrema, ya en la campaña electoral y ahora en el debate en torno al nuevo gobierno, resulta bastante preocupante. Ha sido necesario esperar al 25 de abril – el día de la liberación – para que algún exponente político considerase oportuno subrayar la importancia de defender nuestra Constitución.

Confiemos en que no se trate, tan solo, del día de la celebración. Dios no quiera que nos tengamos que despertar una mañana y descubrir que malditos son los sondeos, pero maldita también es la clase política que está tan absorta por sus legítimas batallas que no presta atención al riesgo máximo. Perder el referéndum no tan solo arrollaría al gobierno de Prodi y a la estructura institucional que se va delineando – de las presidencias de la Cámara y el Senado, a las reparticiones de las responsabilidades de gobierno a la luz y a la sombra, hasta la lección del Jefe de Estado -, lo arrollaría todo y a todos. En el fondo no hace falta tanto para conseguir evitarlo. El futuro está en nuestras manos ¿Somos conscientes?

Gaetano Azzariti es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Roma.

Traducción para www.sinpermiso.info : Luca Gervasoni