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El futuro de Turquía

El difícil equilibrio entre la crisis interna y la presión externa

Fuentes: Gara

    El año 2007 ha comenzado igual de mal que terminó el 2006 para los intereses turcos de acceso a la UE. La muerte a tiros del escritor de origen armenio Hrant Dink y el «exilio» del Nobel de Literatura Orhan Pamuk inauguran un año electoral «caliente», que será una duda prueba para ver […]

 

 

El año 2007 ha comenzado igual de mal que terminó el 2006 para los intereses turcos de acceso a la UE. La muerte a tiros del escritor de origen armenio Hrant Dink y el «exilio» del Nobel de Literatura Orhan Pamuk inauguran un año electoral «caliente», que será una duda prueba para ver si Turquía mantiene su actual y difícil equilibrio interno y externo

Las tensiones internas pueden verse alteradas por el enfrentamiento entre las corrientes ideológicas en torno a la defensa del laicismo frente al gobierno islamista moderado, o incluso entre los islamistas radicales y los partidarios de la vía sosegada del actual Primer Ministro. Paralelamente, los movimientos en torno a la adhesión turca a la UE, con el espinoso tema de Chipre, las demandas kurdas que pueden verse afectadas por los acontecimientos iraquíes o el papel del propio Ejército turco influirán en la balanza de poder final.

El artículo 301 del Código Penal se utiliza desde hace tiempo por parte del Estado turco para combatir la disidencia y silenciar las voces que no siguen las directrices de ese país. Bajo el pomposo intento de frenar cualquier tipo de «agravio a la identidad nacional turca, a la República, al parlamento, al gobierno, a las instituciones judiciales o al ejército y las organizaciones de seguridad», se ha articulado una mordaza a la disidencia, a la crítica y además se ha convertido en la excusa para que los movimientos reaccionarios y xenófobos del país se vean en cierta medida respaldados para perpetrar sus ataques..

Algunos intelectuales locales han situado los efectos del artículo 301 en la atmósfera de creciente violencia, y numerosas voces dentro y fuera de Turquía se han alzado paraexigir la derogación de esa ley. Esa herramienta coercitiva se ha utilizado por parte de la judicatura turca con gran frecuencia contra las voces de los intelectuales o figuras públicas que osan criticar el rumbo del país o su historia. Desde la muerte de Dink, al menos tres personalidades han denunciado amenazas de muerte como las que recibió Dink: El profesor universitario Baskin Oran, el Nobel de Literatura Orhan Pamuk y el político pro Kurdo Mahmut Alinak.

Los defensores del artículo critican con enfado el doble rasero occidental ante ello. Recuerdan que mientras que Occidente denuncia el «genocidio armenio», no dudó en mirar hacia otro lado cuando se sucedían las matanzas de civiles en Bosnia o Ruanda. También apuntan que la mayoría de los países que atacan esa legislación turca tienen en sus estados artículos similares (los códigos penales de Austria, Alemania, Italia o Portugal son un ejemplo), lo que en opinión de ellos no es más que una muestra de la hipocresía europea hacia la realidad turca.

Las polémicas fotos del joven acusado de la muerte de Dink -quien según la versión oficial habría actuado por su cuenta-, junto a los antecedentes de esa índole que se han producido en los últimos meses, pueden ser todo un síntoma de la aparición pública de nuevo de la extrema derecha turca, de gran contenido xenófobo y violento. Ese nacionalismo turco que impregna este tipo de movimientos no acepta la existencia de otras realidades nacionales como la kurda, reniega de los intentos por reconocer el genocidio armenio, y rechaza el ingreso de Turquía en la Unión Europea.

En torno a esta realidad política se han articulado desde partidos políticos como el MPH (Partido del Movimiento Nacionalista), hasta escuadrones de la muerte, muy activos durante los años ochenta. Mientras el MPH niega cualquier vinculación con los detenidos, a los que señala como «free-lances», lo cierto es que la urbanización acelerada de algunas ciudades turcas con la llegada de habitantes del campo a las zonas urbanas, unido ello a las altas tasas de desempleo en esas zonas, todo esto ha propiciado un importante caldo de cultivo para actitudes xenófobas y reaccionarias.

Hay también quien apunta a un pulso entre el Gobierno y las fuerzas nacionalistas reaccionarias, y dentro de éstas cabría incluir el todopoderosos Ejército turco, quien se considera a sí mismo como el guardián del espíritu kemalista de la República, de su laicismo y de la identidad turca, y que no ha dudado en el pasado «en intervenir si percibe que la situación no responde a sus deseos».

El escenario político turco se prepara para las citas electorales -este año se celebran presidenciales y legislativas- y los sectores desbancados del poder tras el triunfo del islamismo moderado del AKP ven con recelo que éste pueda asentar todavía más su poder político e institucional. Si el actual primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, logra convertirse en el presidente del país, y su partido vuelve a vencer en las parlamentarias, el terremoto político que se produciría en Turquía sería de enormes consecuencias. De ahí que algunos interpreten el atentado como un aviso al primer ministro por parte de esos sectores reaccionarios, o del propio Ejército que avisaría que «no está dispuesto a permitir que el caos impere en Turquía».

Los próximos meses son pues claves para predecir el rumbo que tome Turquía en el futuro, sin olvidar además que cada vez son más los temas pendientes que se le están acumulando en la mesa. La solución a los derechos del pueblo kurdo, el reconocimiento del genocidio contra los armenios a principios del pasado siglo, el papel de los militares, el conflicto en torno a Chipre o el acceso de Turquía a la Unión Europea son acontecimientos que guardan relación entre sí y que pueden enfilar el rumbo del estado turco en una u otra dirección. Y sea cual sea ésta, tendrá importantes consecuencias de carácter interno y en la política internacional.