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El FA en el gobierno: la hora del debate, la unidad y la lucha

Fuentes: La República

Creo que, para una fuerza de izquierda, que pretende cambiar el curso de las cosas, la acción de debatir y de abrirse a la participación del mayor número de protagonistas es un camino de fortalecimiento.  Hasta hoy no parece ser así, o al menos el debate no parece ser suficiente, en el Consejo de Ministros, […]

Creo que, para una fuerza de izquierda, que pretende cambiar el curso de las cosas, la acción de debatir y de abrirse a la participación del mayor número de protagonistas es un camino de fortalecimiento.  Hasta hoy no parece ser así, o al menos el debate no parece ser suficiente, en el Consejo de Ministros, en la Mesa Política, en los ámbitos parlamentarios.

No creemos que ante una realidad que exige del gobierno respuestas a menudo matizadas y complejas, discutiendo se pierda el tiempo. En todo caso, la falta de una posición política forjada en el debate, debilita la nitidez de nuestros argumentos y nuestro accionar público.

1- Vivimos un defasaje entre los problemas que como gobierno se deben abordar y el proceso de participación popular que debieran generar estos desafíos.

La acción de los ministros no parece formar parte de un todo armónico. Más bien de las relaciones bilaterales que tienden a crearse con el Ministerio de Economía, que aparece destinado a la función de ser el ‘eje de la rueda’ del gobierno.

El Consejo de Ministros es una institución prevista en la Constitución. Y está pensada como una instancia de gobierno colectiva, que junto con el Presidente de la República, elabora y dirime las políticas del Estado en forma colectiva.

No está escrita la supremacía de un ministerio sobre el resto. Ni están previstas relaciones reservadas de los demás ministerios con el de Economía, para dirimir los recursos que cada brazo de la administración dispondrá.

2- En la agenda aparece como un punto que merecería profundizarse el de la actualidad del imperialismo. Es decir de la significación que para el destino de Uruguay tiene la creciente agresividad y expoliación norteamericana sobre el mundo. Es un tema con raíces históricas. El antiimperialismo ha sido una de las piedras angulares de la construcción del pensamiento y de la acción política frenteamplista.

Las actitudes estadounidenses en relación a la soberanía de las demás naciones son inaceptables. También su concepción de la guerra preventiva. O su exigencia para que los soldados norteamericanos en el extranjero gocen de inmunidad y no puedan ser juzgados sino por tribunales norteamericanos, privilegio que desconoce el principio de la igualdad de derechos entre las naciones. Encima, a aquellos países que no acepten el estatuto de ‘naciones-de-segunda’, el gobierno de Bush anuncia que les aplicará sanciones, entre ellos Uruguay.

En las últimas semanas muchas de estas aristas se han visto agravadas por nuevas denuncias: la utilización en la guerra contra Irak de una variable más criminal del NAPALM, el «fósforo blanco», el descubrimiento en varios países del Este europeo de de una cadena de centros de detención clandestina montados por los servicios norteamericanos y la confirmación de la existencia sistemática de torturas a los presos acusados de terrorismo.

3- Todas estos aspectos importan cuando es hora de discutir la concreción de tratados comerciales, acciones militares conjuntas o el envío de tropas uruguayas a regiones donde los EEUU tienen un papel político gravitante, como es el caso de Haití.

Tenemos posición firme contra la suscripción del Tratado de Protección de Inversiones, contra la participación de tropas uruguayas en Haití y en operaciones conjuntas del tipo de la Unitas. Pero queremos poner el acento en que en torno a estas cuestiones de fondo, sobre las que en el FA existe más de una opinión, no se han procesado las discusiones imprescindibles.

Partimos del axioma que toda fuerza política tiene derecho a cambiar de posición. Pero tiene la obligación de hacer conocer los fundamentos por los cuales esa mutación se produjo. Convencerá o no, pero debe sincerarse expresando cuáles son las razones que ahora hacen bueno lo que hasta ayer se reputó como nocivo.

4- El problema clave, además, que se nos presenta como nación, es que a través de los mecanismos financieros (la deuda) y comerciales (subsidios y barreras), los EEUU aparecen presionando no solo sobre nuestra soberanía como nación sino como impedimento para nuestra sobrevivencia económica.

Dicho de otro modo, la aceptación de una nueva vuelta de tuerca en la profundización de la dependencia que imponen los EEUU implica nuestra imposibilidad de desarrollo económico y social, el mantenimiento del país en implacables vías de subdesarrollo, con una población cada vez menos numerosa y más pobre y una minoría cada vez más opulenta.

La sumisión tiene también un aspecto de clase: una parte de las clases poseedoras, vinculadas a la propiedad del capital financiero, de la tierra, del comercio exterior han aceptado y aceptan la sumisión incondicional a los intereses de los EEUU. Son sus aliados.

Para las clases populares, interesadas en la construcción de un país productivo con justicia social, la dependencia comercial y financiera es un obstáculo decisivo.

La búsqueda de caminos antiimperialistas, el protagonismo uruguayo en la construcción de entendimientos y caminos de cooperación con otros países de la región como Cuba y Venezuela, es esencial para el pueblo trabajador.

La efervescencia popular en Latinoamérica es un proceso significativo. Nuevas fuerzas populares se aglutinan para la confrontación en el campo político. Organizaciones de campesinos y de trabajadores profundizan su movilización contra el nuevo estatuto de dependencia que nos ofrece la globalización capitalista. La suerte no está echada.

5- No compartimos los juicios lapidarios que desde algunas fuentes políticas se han lanzado contra el gobierno. Los episodios de la Ciudad Vieja mostraron la complejidad que tiene la situación actual: los excesos y la brutalidad policial por un lado. Por otro, los errores a que conducen la prédica y acción política que ponen el acento en la diferenciación y en la división.

¿Hay argumentos valederos para condenar de un plumazo toda la acción del gobierno a partir de estos episodios?

El M. del Interior ha reconocido que hubo excesos policiales. También denunció las falsificaciones realizada por la prensa de derecha para hacer aparecer al Ministerio como alentando actitudes represivas.

La decisión, de manifiesta inspiración fascista, del Juez Fernández Lechini de procesar con prisión a cuatro manifestantes, ha contribuido a consagrar una inaceptable y peligrosa tesis, la tipificación del delito de sedición, que pretende castigar pronunciamientos políticos y perseguir por razones ideológicas, al mejor estilo del fascismo de los años 30 que es la fuente de inspiración del Código Penal vigente. Todo eso debe ser terminantemente rechazado.

6- Ahora bien, para luchar contra los resabios de prepotencia policial y contra los operadores autoritarios que siguen actuando con peso dentro Poder Judicial, ¿cuál es el camino adecuado? Para luchar contra la impunidad y contra los resabios del terrorismo de Estado que persisten en la administración, la Policía, el Ejército y el poder Judicial, precisamos de la más amplia confluencia de fuerzas posible.

¿Desde qué valoraciones emprendemos la lucha por la vigencia de las libertades democráticas? ¿Desde la idea de colocar el peso de la responsabilidad enteramente y sin matices del lado del gobierno de izquierda?

Ya ahora, a propósito de estos episodios, ¿damos por finalizada la batalla desde dentro de la fuerza política mayoritaria en el país y asumimos una actitud de condena hacia la fuerza que representa, desde hace decenios y a costa de luchas y sacrificios, la identidad política de las capas populares?

Para luchar contra el nuevo y más opresivo estatuto colonial que pretende imponernos el imperialismo precisamos la más amplia y sólida unidad del pueblo.

Para lucha contra la impunidad y contra los resabios del terrorismo de Estado que persisten en la administración, la Policía, el Ejército y el poder Judicial, precisamos de la más amplia confluencia de fuerzas posible. Para promover procesos de redistribución de la riqueza que corrijan la enorme desigualdad que se profundizó en los últimos años, se requiere acción de gobierno pero  también organización popular y participación ciudadana.

¿Vamos a conseguir esas fuerzas dividiendo al movimiento? ¿Alguien piensa que puede conseguir esas fuerzas empezando por atacar a la izquierda, al sindicalismo clasista del PIT-CNT y al gobierno respaldado por la inmensa mayoría de las fuerzas de izquierda?

Una línea de ese tipo conduce a la desmovilización. Y, paradójicamente, al proponerse objetivos maximalistas con apoyos mínimos, con una táctica  que apunta a dividir las fuerzas populares, desarticula y desmoraliza.