Recomiendo:
0

Haití, dos años después del terremoto

El gobierno tutelado, el negocio controlado

Fuentes: Otramérica

Haití tiene una larga historia de tutela. Tutela militar, chantaje económico, control financiero… El terremoto no sólo no modificó este estado de las cosas, sino que las profundizó. Los planes del presidente Martelly y del primer ministro Conille parecen dictados desde fuera y/o por el pasado duvalierista. No vamos a profundizar otra vez en la […]

Haití tiene una larga historia de tutela. Tutela militar, chantaje económico, control financiero… El terremoto no sólo no modificó este estado de las cosas, sino que las profundizó. Los planes del presidente Martelly y del primer ministro Conille parecen dictados desde fuera y/o por el pasado duvalierista.

No vamos a profundizar otra vez en la dura historia reciente de Haití, sino que vamos a quedarnos con la fotografía de este instante. La comunidad internacional celebra la «estabilización democrática» del país. Es uno de los logros de la ayuda prestada. Esa alegría se funda en dos hechos: hay un presidente «elegido democráticamente» desde mayo de 2011 y, a pesar de no tener control del parlamento y de haber tardado cinco meses, desde octubre hay un primer ministro y un gobierno.

¿Es así? ¿Gobiernan para los haitianos? ¿Quién toma las decisiones o quién las condiciona? Empecemos por las elecciones. La primera vuelta de los comicios se celebró en noviembre de 2010, entre escombros y con el cólera comenzando su imparable carrera de muerte. Se gastó un dineral (45 millones de dólares) y sólo se logró que votara un 22.7% del electorado. No era de extrañar. La mayoría de la población trataba de sobrevivir y el corrupto aparato estatal no generaba tampoco confianza como para ir a votar. Además, no se permitió el concurso del partido con más simpatizantes, el del presidente desterrado por Estados Unidos en 2004, Jean Bertrand Aristide. El país estaba tomado por tropas extranjeras, las decisiones las tomaba la comunidad internacional.

Ante los resultados comunicados por el Consejo Electoral Provisorio (CEP), que no gustaron ni a los ‘protectores’ ni a parte del electorado, especialmente a los seguidores del cantante pop Michel Martelly, la OEA, en base a las actas supuestamente fraudulentas, reordenó los resultados excluyendo de la segunda vuelta al candidato oficialista y entregando, en la práctica, la presidencia a Martelly, cuyo currículum según Francisco Peregil de El País se podría resumir así: «estudió hasta el Bachillerato, intentó sin éxito estudiar varias carreras y fue expulsado del Ejército de Haití por dejar embarazada a la hija de un general, aprendió a tocar de oído los teclados y se convirtió en el rey del ritmo kompa en su país».

El presidente Martelly tomó posesión en mayo de 2011 y, al no contar con respaldo en la Cámara de Diputados ni en el Senado, controlados por el partido del ex presidente Préval, tardó cinco meses en armar gobierno Finalmente -de esto se habla poco-, el primer ministro de Haití, es Garry Conille, médico que fue asesor de Bill Clinton, el enviado especial de la ONU para Haití y el coordinador hasta ahora de todo el programa de reconstrucción del país. El senador Andrés Riché calificó el nombramiento como una «indecencia» y su compañero William Jeanty consideró que validaba la continuidad de la tutela exterior sobre el empobrecido país. Además de la fuerte influencia sobre Martelly que ejerce Estados Unidos, uno de sus principales asesores políticos es el español Antonio Sola, experto en elecciones vinculado al Partido Popular español y un personaje muy cercano al nuevo presidente de derecha de ese país, Mariano Rajoy. Quizá por eso, en su visita a España en julio de 2001, Martelly aseguró: «Es cierto que en Haití hay basuras amontonadas, escombros en las casas. Pero es un país riquísimo. Tenemos unas playas estupendas. Se puede crear un gran centro turístico. Ustedes me pueden decir es que no hay energía. Y es verdad. Pero eso, en vez de ser un problema es una oportunidad. Se puede crear un gran barrio que se llame España. Y después vendrán los franceses y querrán construir otro que se llame Francia, y después Estados Unidos. Y España será la dueña de la energía».

¿Quíenes son?

Didier Dominique, dirigente de la Central Sindical Batay Ouvriye de Haití, hace acusaciones mucho más graves. Recuerda que Garry Conille es hijo de un macout duvalierista, que uno de los hijos de Duvalier está trabajando en el gabinete de Martelly [Nicolas Duvalier, de 28 años, es asesor personal de MArtelly], así como varios ex altos cargos del gobierno dictatorial de Baby Doc. Según el sindicalista Martell «aplica los mismos métodos de Duvalier, o sea, la fuerza y la dictadura. Por ejemplo, en el campo los duvalieristas regresan a recuperar sus tierras. Y, ahora, con la policía y la Minustah, los latifundistas de antes vuelven a hacer una contrarreforma agraria. La Minustah da apoyo al desalojo de los campesinos de sus tierras».

Lo cierto es que, tal y como detallaba The Associated Press en noviembre, «un ex ministro y embajador de la dictadura es asesor cercano de Martelly. Y al menos cinco miembros de alto rango del gobierno, entre ellos el nuevo primer ministro, son hijos de personas que ocuparon cargos importantes durante el gobierno de Duvalier«.

Cuando Martelly se hacía llamar Sweet Micky, su nombre artístico, cantaba que los seguidores de Aristide olían «a mierda», pero dirigía el club nocturno Le Garage y era buen amigo allá de altos mandos del ejército y de los paramilitares de Baby Doc. Ahora se reúne con Aristide y con Baby Doc Duvalier, después del regreso de ambos al país, el primero desde Sudáfrica (presidente democrático que fue expulsado por una invasión militar estadounidense) y el segundo desde Francia (a donde huyó en 1986 después de que EEUU le retirara su apoyo económico y militar). Los portavoces de Martelly dicen que «es hora de la reconciliación». Algunos dicen que ha llegado la hora de la «reposición» de los viejos gobernantes.

No opinan igual las organizaciones nacionales e internacionales de Derechos Humanos que exigen que se juzgue a Jean Claude Duvalier, Baby Doc, por crímenes de lesa humanidad. Tiene abiertos 18 procesos en Haití, pero paga un extraño arresto domiciliario, en una mansión de lujo de la que sale cuando quiere para reunirse con simpatizantes o para dar discursos en la universidad. «El entorno político está formado por duvalieristas», se queja el economista Camille Chalmers.

El proyecto empresarial

Las decisiones de Martelly parecen agradar a dos de los elefantes de peso específico. Por un lado, Baby Doc y sus seguidores, a los que tiene contentos con la propuesta de formar un nuevo Ejército (abolido por Aristide en 1995) e indemnizar a los soldados destituidos desde la desaparición del cuerpo armado. Por el otro, Bill Clinton y el proyecto de Estados Unidos para Haití, con la obsesiva tarea de abrir parques industriales que alojen empresas maquileras que exportan a Estados Unidos. Clinton no sólo ha dirigido la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití, sino que encabeza el Consejo Presidencial de Haití para el Crecimiento Económico (del que forman parte empresarios extranjeros como Denis O’Brien, CEO de Digicel Group).

De hecho, en noviembre pasado, Clinton, Martelly y el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el colombiano Luis Alberto Moreno, posaban sonrientes en la inauguración del Parque Industrial Caracol, un espacio para maquilas que ha despojado de sus tierras a unos 300 familias agricultoras y que se ha financiado con dinero de la cooperación. Por supuesto que uno de los primeros tramos de carretera restaurados tras el terremoto han sido los 80 kilómetros que unen Puerto Príncipe con la zona norteña donde está el parque Caracol.

Clinton, que no disimula su proyecto -ya propuso en 2009 una salida para Haití: maquilas y call centers-, celebró los dos años del terremoto lejos de os damnificados. Visitó, llevando de la mano al primer ministro, Conille, la nueva fábrica de la estadounidense Timberland donde, según el ejecutivo de la empresa Garet J. Brooks, los 150 trabajadores cobrarán 5 dólares al día (unos 120 dólares al mes), pero podrán visitar semanalmente a un médico o enfermera (unas botas Timberland modelo 2011 cuestan una media de 220 dólares, casi el doble de un mes del sueldo de las costureras haitianas).

¿Ejército para qué?

Martelly no ha logrado solucionar el problema de vivienda y de salud que sufren cientos de miles de haitianos, sólo controla el 1% de la cooperación internacional destinada a la reconstrucción y está obsesionado con atraer la inversión extranjera a toda costa, como se ha demostrado. En ese último afán ha contentado tanto a inversores como a los seguidores de Duvalier.

Laurent Lamothe, el Ministro de Relaciones Exteriores de Haití, explicaba a finales de noviembre las razones que justifican el nuevo ejército que arrancaría con 3.500 efectivos y un presupuesto de 95 millones de dólares: «Los empresarios quieren sentirse seguros, y sus edificios deben estar protegidos. A fin de que se sientan seguros, deben tener el personal para salvaguardarlos». «Nadie invertirá en este país si no pueden conducir por las calles. Queremos mantener al pueblo haitiano seguro contra todo tipo de factores desestabilizadores. Estamos trabajando para encontrar la fórmula adecuada para disponer de una fuerza cuando la MINUSTAH abandone el país».

Los críticos de Martelly ven el proyecto militar una reacción del presidente a la falta de control que tiene sobre la Policía, la respuesta a los reclamos de los ex soldados que, periódicamente, amenazan con revueltas en caso de que no les sean reconocidos sus salarios desde 1995, y un mensaje tranquilizador, como explicó su ministro de Exteriores, a los inversores extranjeros.

Ya sabemos un poco más de quién gobierna en Haití… también de para quién. El karma del pueblo haitiano no parece tener fin.

Fuente: http://otramerica.com/especiales/haiti-el-terremoto-colonial/el-gobierno-tutelado-el-negocio-controlado/1256