Al final, lo que era un secreto a voces terminó haciéndose público con los audios de Karmen Roca difundidos por el congresista “etnocacerista” Edgard Alarcón. Y es que lo que no discuten los juristas es el contenido de los audios (que claramente demuestran que el presidente está incurriendo en ilícitos penales como encubrimiento personal u obstrucción a la justicia), sino la forma en que fueron obtenidos (¿y los Petroaudios?), y que todo esto sería parte de una trama corrupta congresal para dar un “golpe de Estado”.
Y claro, si el Legislativo es parte del Estado, pues, podríamos hablar de “golpe de Estado”. Lo curioso es que ninguno de los defensores de tamaña tesis haya denunciado lo mismo cuando le dieron el golpe de Estado a la expresidenta de Brasil, Dilma Rouseff, en mayo del 2016. Pero vale aquí una aclaración. En cualquier parte del mundo son los militares (o los guerrilleros armados en su defecto), los que le dan fundamento al golpismo ya que son estos la fuerza coercitiva y en teoría “no deliberante”. Pero en la democracia pro patronal peruana, curiosamente, los que son acusados de “golpistas” tienen a los milicos como enemigos.
Así las cosas, la crisis política que aperturó los audios relacionados al farandulero Richard Swing ha generado el desarrollo de dos polos con contradicciones secundarias. Por un lado, la Administración Vizcarra, que es parte del Grupo de Lima (que representa los intereses de EE.UU. y que operó el golpe de Estado contra Evo Morales), y que tiene de su lado a los banqueros, la gran prensa, las AFPs, la CONFIEP y los militares. Y por otro, algunas bancadas congresales apoyadas por grupos de poder vinculados a los negocios de la industria nacional y la educación trucha “neoliberal”.
Además, está la gran desconfianza entre ambas mafias pro sistémicas ya que desde el poder Vizcarra puede hacer ganar las elecciones del bicentenario a quien le plazca (como hizo Ollanta con PPK con la inamovilidad policial para que los gendarmes no voten por Keiko), y porque hay denuncias de corrupción de por medio y un presidente cuya gestión ha logrado el sueño de muchos antifujiapristas: Que Alan García se suicide y que Keiko ete presa preventivamente.
Solo esta última cuestión ha producido no solo que el mandatario bonapartizante (personalista y autoritario), tenga una popularidad del 50% sino que genere una seducción por parte del FREPAP y la centroizquierda (o lo que denominan como “caviarada”), que en la votación por la vacancia se opuso o dividió, respectivamente.
Es así como le perdonan su desastrosa y corrupta (mascarillas, pruebas rápidas, Reactiva Perú para los ricos) gestión de la pandemia que ubica al Perú en el primer lugar de muertos por millón de habitantes alcanzando los más de 70,000 fallecidos y entre los primeros en bancarrota económica (14.5% de contracción del PBI, cerca de 6 millones de desocupados y medio millón con suspensiones perfectas).
Y es que Vizcarra no da puntada sin hilo. Frente a la moción de vacancia congresal, el Ejecutivo, por ahora, le está “volteando la tortilla” a sus enemigos a través de estrategias comunicacionales más efectivas como la conferencia subliminal de Vizcarra con el fondo de Túpac Amaru o las de “orquestación” con el slogan de “El covid no mata solo, no seas cómplice”, anulando al mensajero Alarcón con el “mote” de irresponsable y corrupto (¿no había otro interlocutor más presentable?), y por quien la Fiscalía acaba de pedir 17 años de prisión, con los Militares acusando a Merino de “golpista por una llamada de celular”, y Cateriano y los gobernadores, periodistas (RMP, Rodrich, Lauer, etc.), haciendo las de operadores políticos de Vizcarra.
El artículo 113 de la CPE donde se habla de la “incapacidad moral del presidente” opera como una válvula de escape ante una crisis política severa. Y es así como se usó cuando se destituyó al ex dictador Alberto Fujimori o a PPK. No obstante, en este caso, parece que la ilusión de Merino de Lama de lucir la banda presidencial se diluye por errores propios. Urresti y Acuña acaban de dar marcha atrás en la intentona de vacancia.
Y ahora todo dependerá no solo de los audios, videos y documentos que podrían salir en estos días, sino fundamentalmente de la dimensión de la protesta social que se prepara para estos días como las del miércoles 16 de setiembre de trabajadores de la educación y la salud (¿y la cúpula de la CGTP?).
“…Cuestión complicada teniendo en cuenta que a diferencia del 2018 cuando se produce la vacancia de PPK (éste fue aislando cada vez más hasta quedarse solo), Vizcarra, todavía conserva el apoyo de importantes bloques de la clase dominante, los militares, el antifujimorismo, la Iglesia, sectores de la centroizquierda y la gran prensa…”, redactamos el jueves pasado (Congreso plantea la vacancia presidencial, Rebelión, 11/09/20).
Y el desarrollo de los acontecimientos parece darnos la razón. Algunos defensores del Ejecutivo argumentan que es mejor “lo malo conocido que lo malo por conocer”, como tratando de sacar lecciones de los 90s cuando apoyaron a Fujimori. Sin embargo, el método del ex dictador Fujimori es muy similar al de Vizcarra: Populismo, disolución del Congreso, referéndum, reformas, alianza cívico-militar, etc.
«La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa», escribió Karl Marx (18 de brumario de Luis Bonaparte). Y en Perú estamos frente a un fenómeno similar.
Asistimos a un nuevo golpe de Estado, pero del “padrino” de Richard Swing con implicancias históricas para el país que apunta a reforzar más los rasgos bonapartistas del gobierno (¿y del régimen?), para dar pie al “poder en construcción” del que habla el libro de Rafaella León: El vizcarrismo.
César Zelada. Director de la revista La Abeja (teoría, análisis y debate).