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Uruguay

El guerrillerismo que escamotea su papel

Fuentes: Rebelión

CRYSOL ha optado por la historia oficial tupamara, la que se pergenió durante el largo encierro en las pésimas condiciones que tuvieran que soportar tupamaros y tantos otros luchadores sociales durante la dictadura cívico-militar uruguaya. Acosados hasta la muerte y a la vez aislados hasta la generación de otro universo, tal vez no hayan sido […]


CRYSOL ha optado por la historia oficial tupamara, la que se pergenió durante el largo encierro en las pésimas condiciones que tuvieran que soportar tupamaros y tantos otros luchadores sociales durante la dictadura cívico-militar uruguaya. Acosados hasta la muerte y a la vez aislados hasta la generación de otro universo, tal vez no hayan sido los mejores sustratos para el análisis.

Pero esa historia fue la que sacó a luz, por ejemplo, Julio Marenales cuando su recorrida por ciudades europeas en 1985: el MLN había salido a la palestra a frenar el ascenso del fascismo; advinieron para defender la democracia.

Esta versión fue triturada por Jorge Zabalza en incontables artículos y exposiciones parándo-se ante sus contemporáneos; nosotros, ante sus cofrades y la historia, con lo que siempre entendí era una versión más ajustada a «los hechos históricos». Eso dio a su testimonio entereza y dignidad.

Evitar que la historia sufra un proceso light o diet.

Declara CRYSOL en «40 años: nunca más terrorismo de estado» [enero 2013]: «La dictadura cívico militar no fue un producto autóctono de los sectores conservadores y privilegiados del país. Tampoco fue el resultado, directo o indirecto, del accionar de un grupo de jóvenes radicalizados que en el invierno de 1963 robaron armas en el Tiro Suizo de Colonia en una interpretación histórica simplista e interesada políticamente.«

Las falsas oposiciones pueden ser tentadoramente simplificadoras, pero en lugar de acercarnos a la verdad, suelen alejarnos de ella. La dictadura de 1973 fue también fruto de sectores archiconservadores, privilegiados, del país. Y la guerrilla, el MLN, por ejemplo, fue más, bastante más que el grupete de jóvenes radicalizados del Tiro Suizo.

Prosigue CRYSOL: «Ya en esa época el Gral. Aguerrondo y el Gral. Ballestrino estaqueaban trabajadores en el Cerro y comenzaban a esbozar sus planes golpistas copiando el modelo brasileño que destituyó a Joao Goulart.» El estaqueo expresa el avance y agravamiento de la represión, que no era algo desconocido en la historia del país y el modelo al que CRYSOL alude es bueno saber que es… posterior a 1963.

Según CRYSOL no fue la derecha autóctona, tampoco el brote guerrillero: «fueron la estrategia diseñada por el Departamento de Estado para hacer frente a las movilizaciones y reclamos de independencia, soberanía, libertad y transformaciones radicales en las estructuras sociales para poner punto final al hambre, la miseria generalizada, la pobreza y las indignas condiciones de vida que afectaban a la mayoría de la población del continente

Y tiene su «lógica» lo que sostiene CRYSOL: si lo que había era movilizaciones contra el hambre, la pobreza y las indignas condiciones de vida, la acción, la reacción cívico-militar es incomprensiblemente abusiva, exagerada, monstruosa.

Entendámonos: en el país lidiábamos con algo monstruoso. Sabemos que los cuerpos armados institucionales son máquinas de abuso y crimen, que al menos en nuestros países parecen bastante consustanciales con su mera existencia. El esprit de corps, por ejemplo, es tan intenso, que cuando un futbolista trompea a un coracero luego de recibir él golpes dolorosos, sufrirá de inmediato un tratamiento especial a manos de los colegas del coracero golpeado.

Partiendo entonces del carácter potencialmente monstruoso de las fuerzas armadas, policiales, penitenciarias, la pregunta que tenemos que contestar es la que formulaba Carlos Quijano, desde Marcha, en los ’70: ¿quién, qué o quiénes le abren la puerta al monstruo?

Lo que describe CRYSOL, «movilizaciones y reclamos de independencia», «pobreza», no vemos qué puedan haber abierto tales puertas. Hay sí, una referencia a «transformaciones radicales en las estructuras sociales» que tal vez permitan intuir un grado fuerte de cuestionamiento a lo existente…

Pero CRYSOL no aclara que la guerrilla en América Lapobre luego de Cuba 1959 vino, mejor dicho advino, para enfrentar a los militares, a veces propios y a veces directamente marines madeinUSA, como bien recuerda CRYSOL: el reguero de insurreccionalismo, la puesta en práctica de la línea guerrillerista de la OLAS, todo un esfuerzo afiebrado y abnegado que llevó a la muerte, al exilio o la cárcel a miles y miles de luchadores, que procuraban en vano instalar una segunda Cuba. Sólo en un caso, los neosandinistas nicaragüenses, lograron, luego de veinte años de guerrilla y clandestinidad, doblegar la espantosa dictadura títere somocista, pero se trató de una excepción.

Ese brote de la guerrilla como la solución, la clave, la llave maestra para superar el capitalismo y acceder al socialismo constituyó un sueño de altísimo voltaje y que atrajo a muchísimas almas, particularmente jóvenes. Por eso el derroche de idealismo, de valentía, de abnegación, de sacrificio, fue tan alto. Pero no sirvió para doblegar al monstruo sino más bien para que terminara de salir de la jaula en que «la democracia» solía exhibirlo…

El sheriff mundial guiando a sus teledirigidos militares latinoamericanos logró aplastar no sólo los reclamos de soberanía y la lucha contra el hambre. Terminaron imponiendo todo lo que describe CRYSOL en el párrafo ya citado, pero antes y propagandísticamente, se dedicaron a desmantelar a los movimientos o redes guerrilleras que habían brotado por entonces (con excepciones como Colombia, donde había guerrilla de mucho antes de la fiebre de la OLAS y antes incluso del advenimiento del castrismo en Cuba y el catecismo guevarista respectivo).

Escamotear esa parte de la historia no ayuda. No ayuda a entender, no ayuda a entenderse, no ayuda a la crítica, no ayuda a la autocrítica.

Podemos incluso entendernos en que las «necesidades» imperiales, la extensión de un poder neoconservador transnacional combinado con la impronta del american way of life constituye el factor principal, «la estrategia diseñada», como CRYSOL sostiene. Pero aun así, entiendo que el papel de la guerrilla en Uruguay y en muchísimos otros países de la América no anglo fue de algún modo, −involuntario−, legitimador; le sirvió al poder constituido que no era tigre de papel ni tan arrollable con «estrategia guerrillera» y «táctica guerrillera», como ilusamente se pensó, y hasta se programó.

Para hacerlo explícito y con todos los riesgos de las analogías voy a comparar este escamoteo con una situación totalmente distinta, inimaginable en los ’70: la muerte atroz de doscientos seres humanos en Cromañón, Buenos Aires (ahora horriblemente repetida en Kiss, Rio Grande do Sul), que debe ser entendida como «crimen social» como bien lo define G. Sanz Cerbino, puesto que la idea de tragedia desresponsabiliza a los principales culpables del amasijo: empresarios que no invierten cuidando la seguridad y estados, administraciones públicas, que a través de funcionarios venales o corruptos dejan hacer, coinciden con el interés patronal.

Para el mencionado Sánchez Cerbino1 la cuestión pasa por el sistema y no por el ocasional detonante, ‘el que enciende la bengala’, lo cual sería, y yéndonos ahora a lo acontecido y referido por CRYSOL hace 40 años «una interpretación histórica simplista e interesada políticamente».

Pero no es tan sencilla la realidad ni tan simples los «actores».

El análisis de Sánchez Cerbino −volvemos a Kiss y Cromañón−, elimina la responsabilidad individual, borra algo tan elemental, aunque absolutamente corroído por el american way of life, como el sentido común, y de algún modo, descargando toda la crítica sobre los aspectos estructurales, debilitamos nuestra mirada, nuestra responsabilidad personal, particular, individual.

Si volvemos ahora a los ’70 y a la furia y la fiebre guerrillera, hay que explicar en algún momento, por ejemplo, cómo fue posible que coincidiera tanto y en tan poco tiempo, el aluvión de parejas y (consiguientemente, con cierto lógica) de bebitos y el ingreso a o la puesta en la clandestinidad de tantos padres apenas estrenados como tales…

Esto se repitió en nuestra sureña América (no era entonces AbyaYala) y adquirió particular relevancia en Argentina donde dio lugar a una especie de mercado de bebes, donde incluso los represores de baja graduación se apropiaban de los morochos y los de alta graduación de los rubios, preservando las dos Argentinas, los dos ejércitos argentinos, que ya sardónicamente entreviera Georges Clemmenceau cuando la inauguraciòn de la Torre Eiffel… (Abuelas de PdeM hablan de cientos, de quinientos, bebes apropiados).

Con la mordacidad propia de Barcelona, el corrosivo periódico porteño que publica noticias de todo tipo NO del todo bien chequeadas, se comunicó que el jovencito que había encendido la bengala en Cromañón que desató el infierno en 2004, portaba en las movilizaciones en reclamo ante lo acontecido un cartel bien grande que decía «¡Ni una bengala, ni el rocanrol, a nuestros pibes los mató la corrupción!».

Nota:

1 «El incendio en Kiss como crimen social», Razón y Revolución, 28/1/2013.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.