Sobre las maniobras de los países ricos frente a las naciones emergentes en la Cumbre Climática de Copenhague (8-18 de diciembre) y la «nueva» política de Obama en América Latina habló la periodista Manola Romalo (Frankfurt, Alemania) con el sociologo Atilio Borón, profesor de teoría política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad […]
Sobre las maniobras de los países ricos frente a las naciones emergentes en la Cumbre Climática de Copenhague (8-18 de diciembre) y la «nueva» política de Obama en América Latina habló la periodista Manola Romalo (Frankfurt, Alemania) con el sociologo Atilio Borón, profesor de teoría política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Atilio Borón es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina y director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED). Ha publicado recientemente «Crisis civilizatoria y agonía del Imperio. Diálogo con Fidel Castro» y «El lado oscuro del Imperio» (Ed. Luxemburg, Buenos Aires, 2009).
Manola Romalo: A pesar de que el Protocolo de Kyoto no ha alcanzado su objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono a nivel mundial, en la Cumbre de Copenhague los países ricos pretenden que las naciones emergentes hagan un esfuerzo suplementario. ¿Cuáles son las verdaderas apuestas?
Atilio Borón: El problema principal ha sido causado por un patrón de consumo que es totalmente irracional y predatorio. Pero ese patrón es inherente al capitalismo como sistema pues es la expresión de un modo de producción igualmente irracional. Cambiarlo supone abandonar el capitalismo y construir un sistema ética, social y económicamente superior, algo que ni remotamente pasa por la cabeza de los líderes del mundo desarrollado. Por eso afirmo que no habrá solución a la crisis ecológica del planeta, algo que nos coloca al borde de un suicidio colectivo, en la medida en que no se reemplace un sistema económico-social que considera a hombres y mujeres y a la naturaleza, como simples insumos para la incesante generación de ganancias. Tal sistema es inviable y su abandono por otro más humano y congruente con el medio ambiente es sólo cuestión de tiempo. Por otra parte, proponer que los países subdesarrollados, los más pobres, hagan un esfuerzo suplementario es una inmoralidad: ¡Quienes condenaron al 80% de la humanidad a la pobreza, la miseria, el hambre y la enfermedad quieren ahora que, más encima, no consuman la energía que necesitan para desarrollarse! Es una propuesta escandalosa. Lo que hay que hacer, en lo inmediato, es restringir el consumo y el derroche del Norte en vez de impedir que los africanos, los pueblos del Asia meridional y de América Latina accedan a un mayor bienestar que, en las condiciones actuales, significa mayor consumo de energía. Pero, en lo mediato, lo único que salvará al planeta es la abolición del capitalismo y la instauración de un modo de producción y una forma civilizatoria superior, un nuevo socialismo.
Después de haber apoyado el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, el laureado Premio Nobel de la Paz, Barak Obama, ha reconocido las elecciondes fraudulentas en Honduras, mientras los militares continúan asesinando a miembros de la Resistencia. ¿Qué significado tiene ese retorno de Washington a su politica «tradicional» en América Latina?
Es una verdadera desgracia para América Latina y para el mundo. Esto significa que Washington abandona la política que tímidamente había adoptado como consecuencia del ascenso de las luchas populares en América Latina desde finales del siglo XX. Éstas dieron lugar a la aparición de gobiernos como los de Chávez, Evo, Correa, posibilitaron la supervivencia de la revolución cubana, la realización del Foro Social Mundial de Porto Alegre, etc y, además, la aparición de gobiernos de centro-izquierda que como producto de aquel impulso popular se enfrentaron al imperialismo y derrotaron el ALCA. En este nuevo contexto ideológico-politico Estados Unidos tuvo que poner fin a su tradicional politica de avalar regímenes de facto, pero ahora esa política ha sido abandonada. Lo de Honduras es el primer ensayo general. Ya están el el mismo «death row» («trayectorio de la muerte») Guatemala y Paraguay, países con una situación institucional parecida a la de Honduras, con un ejecutivo jaqueado por otras instancias del Estado: el legislativo y el poder judicial y gobiernos que se acercan al ALBA (Alianza Bolivariana para nuestras Americas), etc. Pronto lo estarán otros. En la conyuntura actual el imperio se recarga (ver Socialist Register 2004 y 2005, dos números anuales sobre el Empire Reloated) y asume una postura cada vez más agresiva: las siete bases militares en Colombia, la reactivación de la Cuarta Flota, el apoyo a golpes militares, la aprobación de elecciones fraudulentas y las amenazas de Hillary Clinton a Venezuela y a Bolivia por desarollar relaciones comerciales con Irán. Se acercan malos tiempos para América Latina e, indirectamente para el resto del mundo. El Imperio se siente amenazado y responde cada vez con mayor violencia.
A pesar de que Colombia continúa siendo el principal productor y exportador de drogas en la región, Washington ha firmado con el presidente Álvaro Uribe un acuerdo para instalar a partir de julio de 2009 siete bases militares. ¿Cuál es la razón?
La razón no es el combate al narcotráfico, como se dice. De hecho, ¡los dos países en donde más creció la producción y exportación de narcóticos son Afganistán y Colombia! Los dos ocupados militarmente por Estados Unidos. Esto surge de un informe de Naciones Unidas que reproducimos en el libro escrito con Andrea Vlahusic («El lado oscuro del Imperio«, Buenos Aires, 2009) y que demuestra que si algo hace la presencia norteamericana en esas áreas es organizar de mejor manera la producción y exportación de narcóticos, no combatirlos. Hay que recordar que lo mismo hicieron los ingleses con la guerra de opio en China en el siglo XIX. Por eso, el objetivo verdadero de las bases y del gran desplieque militar norteamericano es controlar el continente sudamericano, porque allí se encuentra la mitad del agua dulce del planeta, la mitad de toda la biodiversidad, grandes reservas de petróleo y gas, toda clase de minerales preciosos y estratégicos, gran capacidad de producción de alimentos, etc. Ese es el objetivo verdadero. Por eso, desde las bases de Colombia pretenden llegar hasta el extremo Sur de la Patagonia, completando el control del espacio aéreo (que EE.UU. y tiene) y el control de los mares, que también tiene con la IV Flota.
Dando a sus pueblos la posibilidad de decidir -y participar en- las politicas de sus gobiernos, los países del ALBA han protagonizado un giro a la izquierda único en el mundo. Frente a la crisis exacerba del capitalismo en su fase neoliberal, ¿qué elemento de salvaguardia propone el socialismo del siglo XXI?
El socialismo del siglo XXI plantea que ante una crisis como ésta, que será de muy larga duración, es necesario refundar nuestras sociedades a lo largo de las siguentes líneas: primero, construir un modo de producción ecológicamente sustentable, por eso la reivindicación de la «Madre naturaleza», la «Pachamama» de Evo Morales. Por eso también, en la Constitución de Ecuador se establece que la madre naturaleza es un sujeto de derecho, radical innovación en el pensamiento jurídico. Segundo: reconstruir la sociedad mediante radicales políticas de redistribución de la propriedad, la riqueza y los ingresos, en el entendido que ninguna sociedad es viable en el largo plazo, cuando se polariza en un 10% riquísimo y un 90% paupérrimo, indigente y miserable. En ese sentido hay que decir que el capitalismo no sólo es insostenible ecológicamente sino también socialmente. Es un sistema que destruye las sociedades sobre las cuales reposa. Tercero: recreando un orden político genuinamente democrático y no en la farsa de la democracia liberal. Se requiere una democrácia participativa, protagónica.
Rebelión ha publicado este artículo con permiso de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.