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El mito de un Irán «aislado»

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Estos días, en medio de una progresiva atmósfera de crisis en el Golfo Pérsico, una pequeña lección de historia sobre EEUU e Irán podría ser muy bien algo que el doctor nos recetara. Ahí van unas cuantas notas destacadas (o no tan destacadas) acerca de la relación entre ambos países a lo largo del último medio siglo:

Verano de 1953: La Agencia Central de Inteligencia y la inteligencia británica traman un complot para dar un golpe que derroque a un gobierno democráticamente elegido en Irán que intenta nacionalizar la industria del petróleo del país. En su lugar, colocan a un autócrata, el joven Shah del Irán, y a una policía secreta que pronto sería temida y odiada.

Gobierna el país como si de un feudo represivo se tratara durante un cuarto de siglo, convirtiéndose en el «baluarte» de Washington en el Golfo Pérsico, hasta que un movimiento revolucionario local le derroca en 1979, marcando el comienzo del gobierno del Ayatolá Ruhollah Khomeini y los mullahs. Aunque Jomeini y compañía no eran en absoluto hombres de Washington, en algún sentido fue gracias al golpe de 1953 que pudo dar comienzo su propio linaje político.

1967: Bajo el programa estadounidense «Átomos por paz», que el presidente Dwight D. Eisenhower empezó en los años cincuenta, al Shah se le permite comprar para Teherán un reactor de investigación del tipo de agua ligera de cinco megavatios (reactor que, para colmo de ironías, sigue aún jugando un papel en la disputa alrededor del programa nuclear iraní).

Las autoridades del Departamento de Defensa se preocuparon en su momento ante la posibilidad de que el Shah utilizara el «átomo de la paz» como base de un futuro programa de armamento o de que esos materiales nucleares pudieran caer en manos equivocadas. «Un sucesor agresivo del Shah», se decía en un memorando del Pentágono de 1974, «podría considerar las armas nucleares como el punto final necesario para establecer un dominio militar total de Irán sobre la región». Pero eso no les detuvo entonces a la hora de instigar y ayudar a la creación de un programa nuclear iraní.

El Shah, al igual que sus sucesores islámicos, defendió que tal programa era un «derecho» nacional de Irán y soñaba con un país que pudiera obtener cuotas importantes de electricidad a partir de una red de centrales nucleares. Como expuso un grupo de compañías energéticas estadounidenses en la década de los setenta: «El Shah del Irán está sentado sobre una de las mayores reservas de petróleo del mundo. Sin embargo, está construyendo dos plantas nucleares y planeando levantar dos más para proporcionar electricidad a su país. Sabe que el petróleo está agotándose, y con él el tiempo». Es decir, el programa nuclear estadounidense fue la génesis del iraní que ahora obsesiona tanto a Washington.

Septiembre de 1980: El gobernante iraquí Sadam Husein lanza una guerra de agresión contra el Irán de Jomeini. En los primeros años de la década de los ochenta se convierte en el hombre de Washington, su «baluarte» en el Golfo Pérsico, y le ofrecemos nuestra mano y también «información detallada» sobre despliegues iraníes y planes tácticos que le ayudan a utilizar sus armas químicas más eficazmente contra el ejército iraní. Oh, y solo para asegurar que las cosas salgan bien, realmente bien, la administración de Ronald Reagan decide vender también, a hurtadillas, misiles y otras armas al Irán de Jomeini, una parte de lo cual llegó a conocerse como el «asunto Irán-Contra» que casi logra derribar al presidente y a sus hombres. ¡Éxito total!

Marzo de 2003: Sadam Husein ya no es, por ahora, nuestro hombre en Bagdad sino un nuevo «Hitler» que, según proclaman las altas autoridades de Washington, tiene sin duda un programa de armas nucleares que podría hacer que en cualquier momento se eleven nubes de champiñón sobre las ciudades estadounidenses. Por tanto, la administración de George W. Bush lanza una guerra de agresión contra Iraq, que al igual que Irán, sucede que, en palabras del vicesecretario de defensa Paul Wolfowitz, «flota sobre un mar de petróleo».

(Los funcionarios de Bush confían en que, tras una guerra que iba ser una especie de «un paseo de rosas», van a poder reavivar la industria petrolífera del país a fin de privatizarla y utilizarla para destruir la Organización de Países Exportadores de Petróleo -OPEP-, haciendo caer los precios del petróleo en los mercados mundiales.) Nueve años después, un gobierno chií ocupa el poder en Bagdad y es un estrecho aliado de Teherán, que ha conseguido fortaleza e influencia en la región gracias a la desastrosa ocupación de EEUU.

Por tanto, ahí tienen una especie de record intachable y difícil de encontrar. En más de 50 años, los dirigentes de EEUU no han hecho nunca un movimiento en Irán (o cerca de él) que no llevara a un inesperado y desagradable revés. Ahora, en Washington, tras años de guerra secreta contra Irán, otra administración está preparando otra serie de inteligentes maniobras: esta vez se trata de sanciones contra el banco central de Irán para paralizar la industria del petróleo del país y partir en dos su economía, lo que irá seguido de nadie sabe qué.

Y quiero decir honestamente y teniendo en cuenta realmente la historia del pasado, ¿qué podría salir mal? ¿Un cambio de régimen en Irán? Seguro que es como coser y cantar y, si no se lo creen, verifiquen lo que les cuenta un tal Pepe Escobar abajo, ese fabuloso reportero itinerante habitual de Asia Times Online y TomDispatch.

Empecemos con las líneas rojas. Aquí va la línea roja suprema de Washington, directamente desde la boca del león. Solo en la última semana el secretario de defensa Leon Panetta dijo de los iraníes: «¿Están intentando desarrollar armas nucleares? No. Pero sabemos que tratan de desarrollar capacidad nuclear. Y eso es lo que nos preocupa. Nuestra línea roja para Irán es que no desarrollen un arma nuclear. Esa es una línea roja para nosotros».

¡Qué extraña forma de continuar cambiando esas líneas rojas! Había una vez que la línea roja para Washington era el «enriquecimiento» de uranio. Ahora es, indudablemente, el arma nuclear la que puede blandirse. No olviden que, desde 2005, el líder supremo iraní, el Ayatolá Ali Jamenei, viene haciendo hincapié en que su país no está tratando de fabricar armas nucleares.

La más reciente de las Estimaciones de la Inteligencia Nacional (NIE, por sus siglas en inglés) sobre Irán de la comunidad de la inteligencia estadounidense ha subrayado igualmente que Irán no está, de hecho, desarrollando un arma nuclear (a diferencia de la capacidad desarrollada que pudiera construir una algún día).

Sin embargo, ¿qué pasaría si no hubiera «línea roja» sino algo completamente distinto? ¿Qué tal si lo denominamos el límite del petrodólar?

¿Apostando por las sanciones?

Empecemos por esto: En diciembre de 2011, insensible a las graves consecuencias que acarrearía para la economía global, el Congreso de EEUU -bajo todas las habituales presiones del lobby a favor de Israel (tampoco es que las necesiten mucho)- le encasquetó un paquete de sanciones obligatorias a la administración de Barack Obama (100 a 0 en el Senado y con solo 12 votos «negativos» en el Congreso). Entrarían en marcha en el mes de junio y a partir de esta fecha EEUU tendrá que sancionar a los bancos y compañías de cualquier tercer país que tengan tratos con el banco central de Irán, lo que significa paralizar las ventas de petróleo de ese país. (El Congreso no permitió hacer «exenciones»).

¿El objetivo final? El cambio de régimen -¿qué otra cosa podía ser?- en Teherán. El proverbial funcionario estadounidense no identificado admitió tal cosa al Washington Post, y ese periódico publicó el comentario («El objetivo de las sanciones de EEUU y del resto contra Irán es el colapso del régimen, dijo un alto funcionario de la inteligencia de EEUU, ofreciendo más aclaraciones al decir que la administración Obama está decidida a derrocar al gobierno de Irán, se ha comprometido a hacerlo así»). Pero, oops, el periódico tuvo que revisar después el escrito para eliminar esa embarazosa cita acerca del objetivo. Indudablemente, esa «línea roja» se aproximó demasiado a la verdad.

El ex presidente de la Junta del Estado Mayor, el almirante Mike Mullen, creía que sólo un acontecimiento monstruo estilo conmoción y pavor, que resultara totalmente humillante para los dirigentes de Teherán, sería lo que provocara un auténtico cambio de régimen, y no solo él pensaba así. Los defensores de acciones que van desde los ataques aéreos a la invasión (ya sea por EEUU, Israel o una combinación de los dos) han sido y son legión en el Washington neocon.

Pero cualquier persona familiarizada, aunque sea remotamente, con Irán sabe que un ataque así movilizaría a la población detrás de Jamenei y el Cuerpo de los Guardias Revolucionarios Islámicos. En esas circunstancias, la profunda aversión que sienten muchos iraníes hacia la dictadura militar de los ayatolás importaría muy poco.

Además incluso la oposición iraní apoya un programa nuclear pacífico. Es una cuestión de orgullo nacional.

Los intelectuales iraníes, mucho más familiarizados con las artimañas persas que los ideólogos en Washington, rechazan totalmente cualquier escenario de guerra. Hacen hincapié en que el régimen de Teherán, experto en las artes del teatro persa de sombras, no tiene intención de provocar un ataque que pudiera llevar a su destrucción.

Por su parte, sea correcto o no, los estrategas de Teherán asumen que Washington demostrará que no es capaz de lanzar una nueva guerra en el Gran Oriente Medio, especialmente una que pudiera provocar escalofriantes daños colaterales en la economía mundial.

Mientras tanto, puede que se demuestre que las expectativas de Washington de que un régimen duro de sanciones pueda hacer que los iraníes cedan terreno, en caso de que no se hundieran, no son más que una quimera. El giro de Washington se ha centrado en la supuestamente desastrosa mega-devaluación de la moneda iraní, el rial, frente a las nuevas sanciones.

Lamentablemente para los fans del colapso económico iraní, el profesor Djavad Salehi-Isfahani ha trazado muy detalladamente la naturaleza a largo plazo de este proceso, que los economistas iraníes han recibido con bastante alborozo. Después de todo, impulsará las exportaciones que no sean de petróleo y ayudará a la industria local en su competición con las baratas importaciones chinas. En resumen: un rial devaluado supone una oportunidad razonable de reducir en estos momentos el desempleo en Irán.

Más conectados que Google

Aunque muy pocos en EEUU se han dado cuenta, Irán no está precisamente «aislado», aunque a Washington le gustaría que así fuera. El primer ministro pakistaní Yusaf Raza Gilani se ha convertido en frecuente viajero a Teherán. Pero es un recién llegado comparado con el jefe de la seguridad nacional ruso Nikolai Patrushev, quien recientemente advirtió a los israelíes que no empujaran a EEUU a atacar a Irán.

Hay también que añadir al aliado de EEUU y presidente afgano Hamid Karzai. En una loya yirga (gran consejo) a finales de 2011, frente a 2.000 líderes tribales, hizo hincapié en que Kabul tenía la intención de acercarse aún más a Teherán.

En ese crucial tablero de ajedrez euroasiático, Oleoducstán, el gasoducto Irán-Pakistán (IP) -para desgracia de Washington- es ahora un hecho. Pakistán necesita desesperadamente energía y sus líderes han decidido claramente que no están dispuestos a esperar hasta el fin de los tiempos para que el eterno proyecto preferido de Washington -el oleoducto Turkmenistán/Afganistán/Pakistán/India (TAPI)- atraviese Talibanistán.

Incluso el ministro de exteriores turco Ahmet Davutoblu visitó recientemente Teherán, aunque la relación de su país con Irán sea cada vez más tensa. Después de todo, la energía anula las amenazas en la región. Turquía, miembro de la OTAN, está ya implicada en operaciones clandestinas en Siria, aliada con fundamentalistas suníes de núcleo duro en Iraq y -cambiando radicalmente de opinión tras la Primavera Árabe- ha canjeado el eje Ankara-Teherán-Damasco por el de Ankara-Riad-Doha.

Incluso está pensando en albergar componentes del sistema de defensa antimisiles, que Washington lleva tanto tiempo planeando, apuntando a Irán.

Todo eso procede de un país que acuñó la política exterior (Davutoglu) de «cero problemas con nuestros vecinos». Sin embargo, las necesidades de Oleoducstán son las que las que ponen a cien el corazón. Turquía está desesperada por acceder a los recursos energéticos de Irán, y si el gas natural iraní llega alguna vez a Europa Occidental -algo que los europeos ansían desesperadamente-, Turquía será el privilegiado país de tránsito. Los dirigentes de Turquía han señalado ya su rechazo a las nuevas sanciones de EEUU contra el petróleo iraní.

Y hablando de conexiones, la pasada semana se produjo el espectacular y teatral golpe diplomático: la gira del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad por Latinoamérica. Ya pueden dar la vara los derechistas estadounidenses con el eje del mal Teherán-Caracas, supuestamente para promover el «terror» por Latinoamérica como trampolín para futuros ataques contra la superpotencia del norte…, pero si volvemos a la vida real, es otro tipo de verdad el que se esconde.

Después de todos estos años, Washington no puede aún digerir la idea de que ha perdido el control, e incluso la influencia, en esas dos potencias regionales sobre las que en otro tiempo ejerció una profunda hegemonía imperial.

Añadan a esto el muro de desconfianza que no ha hecho más que solidificarse desde la revolución islámica de 1979 en Irán. Mezclen una nueva y mayoritariamente soberana Latinoamérica empujando por la integración no solo a través de los gobiernos de izquierda en Venezuela, Bolivia y Ecuador, sino a través de las potencias regionales de Brasil y Argentina. Remuevan y tendrán la oportuna foto de Ahmadineyad y el presidente venezolano Hugo Chávez saludando al presidente nicaragüense Daniel Ortega.

Washington sigue intentando colocar una visión de un mundo en la cual Irán ha quedado totalmente desconectado. La portavoz del Departamento de Estado Victoria Nuland actuó de forma típica al decir recientemente: «Irán puede quedarse internacionalmente aislado». Como suele ocurrirles, necesita conseguir información correcta.

El «aislado» Irán tiene 4.000 millones de dólares en proyectos conjuntos con Venezuela, incluyendo especialmente un banco (al igual que Ecuador, tiene docenas de proyectos previstos a partir de la construcción de plantas de energía). Esto ha llevado a la tropa de ante todo Israel en Washington a exigir a gritos que las sanciones se extiendan a Venezuela. Solo hay un problema: ¿cómo pagaría entonces EEUU sus vitales importantes de petróleo venezolano?

Mucho se ha hablado en la prensa estadounidense del hecho de que Ahmadineyad no visitó Brasil en esta gira por Latinoamérica, pero a nivel diplomático, Teherán y Brasilia siguen sincronizados. En lo que se refiere al dossier nuclear en particular, la historia de Brasil demuestra que Irán cuenta con la simpatía de sus dirigentes.

Después de todo, ese país desarrolló -y después abandonó- un programa de armas nucleares. En mayo de 2010, Brasil y Turquía auspiciaron un acuerdo de intercambio de uranio para Irán que podría haber despejado el camino en el embrollo nuclear EEUU-Irán. Sin embargo, fue inmediatamente saboteado por Washington. Miembro importante de los BRICS, el club de las economías emergentes más potentes [Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica], Brasilia se opone completamente a la estrategia de embargo/sanciones de EEUU.

Por tanto, es posible que Irán esté «aislado» de EEUU y Europa Occidental, pero desde los BRICS al Movimiento de los No Alineados (120 países miembros), tiene de su parte a la mayoría del Sur global. Y después están esos aliados incondicionales de Washington, Japón y Corea del Sur, que están ahora suplicando que se les deje fuera del próximo boicot/embargo del banco central de Irán. No es de extrañar porque esas sanciones unilaterales de EEUU se dirigen también a Asia. Después de todo, China, India, Japón y Corea del Sur juntos compran al menos el 62% de las exportaciones de petróleo iraníes.

Como es típico de la cortesía japonesa, el ministro de finanzas japonés Jun Azumi permitió que el secretario del tesoro de EEUU Timothy Geithner tuviera conocimiento del problema que Washington le está creando a Tokio al depender de Irán para el 10% de sus necesidades de petróleo. Y prometió «reducir» al menos modestamente esa porción «tan pronto como sea posible» para conseguir que Washington les deje exentos de esas sanciones pero, ya pueden esperar sentados. Corea del Sur ha anunciado ya que comprará el 10% de sus necesidades petroleras a Irán en 2012.

Otra vez la Ruta de la Seda

Lo más importante de todo: el «aislado» Irán parece ser un asunto supremo para la seguridad nacional de China, que ha rechazado ya sin un parpadeo las recientes sanciones de Washington. Los occidentales parecen olvidar que el Reino del Medio y Persia llevan haciendo negocios durante casi dos milenios («¿les suena la Ruta de la Seda?»).

Los chinos han cerrado ya un jugoso acuerdo para desarrollar el mayor campo petrolífero de Irán: Yadavaran. Está también el asunto del suministro del petróleo del Mar Caspio desde Irán a través de un oleoducto que se extiende desde Kazajstán al Oeste de China. De hecho, Irán suministra ya no menos del 15% del petróleo y el gas natural que China necesita. En estos momentos, Irán es más vital para China, en lo referente a la energía, que la Casa de Saud para EEUU, que importa el 11% de su petróleo de Arabia Saudí.

En realidad, China puede ser el verdadero ganador de las nuevas sanciones de Washington, porque es probable que consiga su petróleo y gas a un precio más barato mientras que los iraníes pasan a depender más del mercado chino. De hecho, en estos momentos, los dos países están en medio de unas complejas negociaciones sobre los precios del petróleo iraní y los chinos han estado aumentando las presiones al reducir ligeramente sus compras energéticas.

Pero todo esto debería haberse terminado ya en marzo, al menos dos meses antes de que entre en vigor la última ronda de sanciones estadounidenses, según los expertos en Pekín. Al final, los chinos comprarán mucho más gas iraní que petróleo, pero Irán seguirá siendo su tercer mayor proveedor de petróleo, justo después de Arabia Saudí y Angola.

En cuanto a otros posibles efectos de las nuevas sanciones sobre China, no cuenten con ellas. Los empresarios chinos en Irán están comprando coches, redes de fibra óptica y ampliando el metro de Teherán. El comercio, en su doble sentido, está ahora en los 30.000 millones de dólares y se espera que suba hasta los 50.000 en 2015. Ya encontrarán los empresarios chinos alguna vía para salvar los problemas bancarios que imponen las nuevas sanciones…

Rusia es otro partidario clave del «aislado» Irán. Se ha opuesto a sanciones más fuertes tanto a través de las Naciones Unidas como mediante el paquete aprobado por Washington contra el banco central de Irán. En realidad, está a favor de una reducción de las actuales sanciones de la ONU y ha estado trabajando también en un plan alternativo que pueda, al menos en teoría, llevar a un acuerdo nuclear donde todos salven la cara.

En el frente nuclear, Teherán ha expresado su disposición a comprometerse con Washington según las directrices del plan que Brasil y Turquía presentaron y Washington se cargó en 2010. Como ahora está mucho más claro que para Washington -y ciertamente para el Congreso- la cuestión nuclear es secundaria frente al cambio de régimen, cualquier nueva negociación demostrará ser terriblemente penosa.

Esto es especialmente verdad ahora que los dirigentes de la Unión Europea se las han arreglado para eliminarse a ellos mismos de una futura mesa de negociaciones pegándose ellos mismos un tiro en sus pies calzados de Ferragamo. Como siempre, han seguido dócilmente la iniciativa de Washington de poner en marcha un embargo al petróleo de Irán. Como dijo un alto funcionario de la UE al presidente del Consejo Nacional EEUU-Irán Trita Parsi, y como diplomáticos de la UE me han asegurado en términos no precisamente inciertos, temen que esto pueda acabar siendo el último paso antes de la declaración de guerra.

Mientras tanto, un equipo de inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica acaba de visitar Irán. La AIEA está supervisando todas las cuestiones nucleares en Irán, incluida su nueva planta de enriquecimiento de uranio en Fordow, cerca de la ciudad santa de Qom, cuya producción empezará de lleno en junio. La AIEA es positiva: no hay nada que tenga que ver con la fabricación de bombas. Sin embargo, Washington (y los israelíes) continúan actuando como si solo fuera una cuestión de tiempo, y no hay mucho más sobre eso.

Siguiendo la pista del dinero

Ese tema del aislamiento iraní solo se debilita cuando uno se entera que el país está abandonando el dólar en su comercio con Rusia a favor de los riales y los rublos, una medida similar a las que ha puesto ya en marcha en su comercio con China y Japón. En cuanto a la India, una potencia económica de la zona, sus dirigentes también se niegan a dejar de comprar petróleo iraní, un comercio que, a la larga, es igual de improbable que se pague en dólares.

La India está ya utilizando el yuan con China, mientras que Rusia y China llevan comerciando en rublos y yuanes desde hace más de un año, mientras que Japón y China están promoviendo el comercio directo en yenes y yuanes. En cuanto a Irán con China, todo el nuevo comercio y las inversiones conjuntas se harán en yuanes y riales.

Traducción, si es que se necesitaba alguna: en el futuro próximo, con los europeos fuera de juego, no se comerciará prácticamente en dólares ningún petróleo iraní.

Además, tres miembros de los BRICS (Rusia, India y China), aliados de Irán, son los principales poseedores (y productores) de oro. Los antojos del Congreso estadounidense no van a afectar los complejos lazos comerciales. En realidad, cuando el mundo en desarrollo mira hacia la profunda crisis en que está inmerso el Occidente atlantista, lo que ven es la masiva deuda estadounidense, una fabricación de moneda como si no hubiera un mañana, montones de ajustes y, desde luego, la eurozona temblando hasta sus mismos cimientos.

Sigamos la pista al dinero. Dejemos a un lado, por el momento, las nuevas sanciones contra el banco central de Irán que entrarán en vigor en unos meses, ignoremos las amenazas iraníes de cerrar el Estrecho de Ormuz (bastante improbable ya que es la principal vía por la que Irán lleva su propio petróleo al mercado), y quizá una razón clave, la creciente crisis en el Golfo Pérsico supone que esta medida torpedeará al petrodólar como moneda multiuso de cambio.

Al frente de la operación marcha Irán, y es seguro que está destinada a un ansioso Washington, al que mirará de arriba abajo no solo una potencia regional sino sus principales competidores estratégicos, China y Rusia. No es extraño que haya tantos portaviones dirigiéndose justo ahora hacia el Golfo Pérsico, aunque sea el más extraño de los enfrentamientos: un caso de poder militar desplegado contra un poder económico.

En este contexto, merece la pena recordar que en septiembre de 2000 Sadam Husein abandonó el petrodólar como moneda de pago para el petróleo iraquí y se cambió al euro. En marzo de 2003, Iraq fue invadido y se produjo el inevitable cambio de régimen. Muamar Gadafi de Libia propuso un dinar de oro tanto como moneda común en África como moneda de pago para los recursos energéticos de su país. Otra intervención y otro cambio de régimen a continuación.

Sin embargo Washington/OTAN/Tel Aviv ofrecen una narrativa diferente. Las «amenazas» de Irán están en el corazón de la crisis actual, aunque estas sean, en realidad, la reacción de un país ante la guerra secreta emprendida sin cesar contra él por EEUU e Israel para pasar ahora, desde luego, a una guerra económica también. Son esas «amenazas», así prosigue la historia, las que provocan el aumento de los precios del petróleo y exacerban por tanto la actual recesión, más que el capitalismo de casino de Wall Street o la deuda masiva de EEUU y de Europa. La flor y nata de esos del 1% no tienen nada contra los altos precios del petróleo, nada en absoluto, mientras se erija a Irán como culpable frente a la ira popular.

Como señalaba recientemente Michael Klare, experto en energía, nos encontramos en una nueva era geo-energética que es extremadamente turbulenta en el Golfo Pérsico y en más lugares. Pero considera también 2012 como el año del comienzo de una posible defección masiva del dólar como moneda global preferida. Cuando la percepción se haga realidad, imaginen el mundo real -en su mayoría el Sur global- haciendo las mates necesarias y empezando, poco a poco, a hacer negocios en sus propias monedas e invirtiendo cada vez menos excedentes en bonos del Tesoro estadounidense.

EEUU siempre puede contar con el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) -Arabia Saudí, Qatar, Omán, Bahrein, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos-, a los que prefiero llamar el Club de la Contrarrevolución del Golfo (solo tienen que mirar sus actuaciones durante la Primavera Árabe). A todos los efectos prácticos geopolíticos, las monarquías del Golfo son una satrapía de EEUU.

Sus promesas de décadas de utilizar solo el petrodólar les convierte en un apéndice de la proyección del poder del Pentágono a través del Oriente Medio. El CENTCOM, después de todo, tiene su base en Qatar; la V Flota de EEUU está estacionada en Bahrein. De hecho, en las tierras inmensamente ricas en recursos energéticos que podemos denominar como Gran Oleoducstán -y que el Pentágono solía llamar «arco de inestabilidad»- que se extiende a través de Irán hasta llegar a Asia Central, el CCG sigue siendo clave para la menguante hegemonía estadounidense.

Si esto fuera una nueva versión económica de la historia de Edgar Allan Poe «El pozo y el péndulo», Irán no sería sino un engranaje en una máquina infernal que va triturando lentamente el dólar como moneda de la reserva mundial. Sin embargo, es el engranaje sobre el que Washington se concentra ahora. Tienen el cambio de régimen metido en el cerebro. Todo lo que se necesita es una chispa que encienda el fuego (en todas las direcciones necesarias -se apresura uno a añadir- para coger por sorpresa a Washington).

Recuerden la Operación Northwoods, ese plan de 1962 elaborado por el Estado Mayor del Ejército para fingir operaciones terroristas en EEUU y culpar de ellas a la Cuba de Fidel Castro. (Fue el presidente John F. Kennedy quien echó abajo la idea). O recuerden el incidente de Tonkin en 1964, utilizado por el presidente Lyndon Johnson como justificación para ampliar la Guerra de Vietnam. EEUU acusó a los barcos torpedo norvietnamitas de ataques no provocados contra buques estadounidenses. Después, se vio claro que uno de los ataques nunca había tenido lugar siquiera y que el presidente había mentido acerca del mismo.

No es en absoluto descabellado imaginar profesionales de núcleo duro de amplio espectro dentro del Pentágono montando un incidente de bandera falsa en el Golfo Pérsico de un ataque contra Irán (o sencillamente utilizarlo para empujar a Irán a un error fatal). Consideren también la nueva estrategia del ejército estadounidense recién desvelada por el presidente Barack Obama, por la cual el centro de atención de Washington se va a trasladar de dos guerras fallidas sobre el terreno en el Gran Oriente Medio al Pacífico (es decir, a China).

Por tanto, sí, este psicodrama más grande que la vida que llamamos «Irán» puede ir tanto sobre China y el dólar estadounidense como sobre la política del Golfo Pérsico o la inexistente bomba de Irán. La pregunta que cabe hacerse es: ¿Qué ruda bestia, cuya hora finalmente ha llegado, se encamina hacia Pekín para ver la luz?

Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times Online. Es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su ultimo libro es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected]

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/NA19Ak03.html