América Latina se prepara en 2019 para seis contiendas electorales. Los primeros meses del año el foco estará en Centroamérica: El Salvador (en febrero), Panamá (en mayo) y Guatemala (en junio). Mientras en el Cono Sur el mes caliente es octubre, en el cual se define la presidencia de Argentina, Uruguay y Bolivia. La primera […]
América Latina se prepara en 2019 para seis contiendas electorales. Los primeros meses del año el foco estará en Centroamérica: El Salvador (en febrero), Panamá (en mayo) y Guatemala (en junio). Mientras en el Cono Sur el mes caliente es octubre, en el cual se define la presidencia de Argentina, Uruguay y Bolivia.
La primera mitad del año juega Centroamérica. La región atraviesa una situación social y económica crítica. Desde hace 13 años el Tratado de Libre Comercio (CAFTA, por sus siglas en inglés) imposibilita el desarrollo equitativo de los países. «La industria de las remesas» compensa -parcialmente- la falta de divisas, pero no genera cadenas de valor, ni un crecimiento autónomo.
La migración, como fenómeno social y masivo, expone la falta de alternativas de una sociedad devastada por la miseria y la violencia. Migran como consecuencia de las políticas económicas impuestas desde Estados Unidos, pero cuando estos miles de mujeres y hombres tocan las puertas del vecino del norte, se endurecen las políticas antimigratorias.
El ascenso del bloque conservador en la región, pareciera augurar la derrota del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMNL) en El Salvador. En Panamá la crisis de legitimidad política, podría asistir a una alteración en la dinámica histórica del sistema de partidos. Asimismo, con la elección de Guatemala, se abre la posibilidad de la llegada de una nueva alternativa popular en la región.
El primer partido
El próximo 3 de febrero, la primera cancha donde se jugará la disputa ideológica continental será en El Salvador. La última encuesta de Gallup, publicada el 12 de enero (1) plantea como ganador a Nayib Bukele, candidato de la conservadora Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), con el 57% de los votos. Es joven, es político y empresario emprendedor.
En 2015 ganó la alcaldía de San Salvador como candidato del FMLN y fue expulsado en 2017 por quebrantar los principios del partido. Detrás, con 31% de los votos, está Carlos Calleja, candidato por la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y propietario de la mayor cadena de supermercados de El Salvador.
El vaticinio de las encuestas es una elección reñida entre derechas, que deja atrás a Hugo Martínez, canciller, exsecretario general del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) y exdiputado de la Asamblea Legislativa que representa a la izquierda gobernante desde 2009, el FMLN, que obtendría, si la industria del futuro acierta, solo el 11% de intención de votos.
Las elecciones legislativas de 2018 cambiaron la correlación de fuerzas que se mantuvo por 9 años en el Salvador: ARENA consiguió el primer lugar, seguido del FMLN. Con la conformación de la Asamblea Legislativa de mayo de 2018, ninguna de las dos fuerzas principales cuenta ahora con mayoría propia, y para imponer su agenda, deben establecer alianzas con otros partidos políticos.
En una estrategia comunicacional similar a la desarrollada por Jair Bolsonaro en Brasil, Bukele, no asistió al debate televisivo y prefirió hacer públicas sus propuestas en el mismo horario a través de una transmisión por Facebook (2), que había sido grabada. La transmisión también se replicó por el Canal 12 de El Salvador, propiedad de la empresa de medios transnacional Albavisión, y unas 20 televisoras locales.
El plan de gobierno Cuscatlán, (ver www.plancuscatlan.com) intenta, a través de los artificios del mercadeo, la publicidad y el lenguaje empresarial, sacudirse cualquier vestigio estatista. Equipos de gobierno reemplazan a los ministerios y proyectos de nombres prometedores desplazan a las políticas públicas.
Además, hay propuestas efectistas como 20 obras por día, una educación superior en el extranjero basada en becas otorgadas por embajadas extranjeras y la eliminación del impuesto al valor gregado (IVA) para las 100 mil familias del país (solo 100 mil) que acrediten ser las más pobres.
En el debate -más tradicional- las posiciones fueron antagónicas y muy claras, respecto de temáticas centrales como la relación con los gobiernos de Estados Unidos, Venezuela, Cuba y Nicaragua. Mientras el candidato de ARENA, Calleja, pidió cuidar la relación con el vecino país del norte, romper relaciones con Cuba y condenar los gobiernos de Nicaragua y Venezuela, Martínez, el candidato del FMLN llamó a evitar la doble moral que ignora violaciones a derechos humanos y crímenes atroces en otras naciones.
Pese al fracaso en las expectativas de garantizar «competitividad» a las empresas salvadoreñas frente a las estadounidenses y aumentar las posibilidades de empleo para frenar la migración, luego de 13 años de vigencia, la continuidad del Tratado de Libre Comercio (CAFTA), es un fuerte argumento de la derecha para continuar el vínculo estrecho con la potencia norteamericana.
También lo es el Estatus de Protección Temporal (TPS) del que gozan unos 200 mil migrantes salvadoreños para trabajar y habitar en Estados Unidos, al que, tras 17 años de renovación consecutiva, el gobierno de Donald Trump dió un ultimátum. Si la justicia no se interpone, en septiembre de este año los salvadoreños deberán retornar a su país o buscar otras medidas migratorias que los acojan.
Una reciente toma de posición por parte del actual gobierno del FMLN, al romper relaciones con Taiwan y acercarse a China, pusieron en estado de alerta al gobierno de Trump.
¿Qué sucedió con la izquierda?
La reciente derrota legislativa del FMLN se produjo en un contexto de ascenso de las fuerzas conservadoras en la región, a partir de la crisis financiera internacional desatada en el epicentro mundial (Wall Street) en 2008, pero con impacto posterior -variable- en América Latina a partir de la alteración de las condiciones de intercambio a escala planetaria (descenso del precio de los commodities).
Así, la crisis económica mundial canceló la posibilidad de dar continuidad a los programas sociales y a la expansión económica, o dinamismo del mercado interno, anclado en la transferencia de renta.
En El Salvador esto se tradujo en aumento del desempleo, de los impuestos, el estancamiento en las políticas sociales, el aumento de los delitos, la mediatización de casos de corrupción; y el incremento espectacular (y organizado en colectivos/grupos de individuos) de la emigración.
A esta situación de carácter sistémico-estructural se le suma el desmembramiento del FMLN, a partir de la expulsión del partido del alcalde de San Salvador Nayib Bukele, en 2017, a raíz de la disputa por la candidatura presidencial de 2019. Bukele había querido conformar un partido nuevo llamado Nuevas Ideas, pero ante la imposibilidad de inscribirlo formalmente, se nucleó en GANA, participó de las internas, y se impuso por amplio margen como su candidato para 2019.
La socióloga Julieta Grassetti, especialista en El Salvador, recordó que «el FMLN tiene la particularidad de haberse constituido como un organismo que coordinó las cinco organizaciones revolucionarias que participaron en la guerra civil entre 1981 y 1992. La firma de los Acuerdos de paz de 1992 permitieron la legalización del FMLN como partido político.
A partir de entonces, se constituyó como la principal fuerza opositora del régimen neoliberal comandado localmente por el Partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), hasta que en el año 2009, en un clima de ascenso de gobiernos posneoliberales en la región, llegó Patricio Funes a la presidencia.
El sistema de partidos democráticos en El Salvador es joven y bipartidista. Desde el año 1994 las contiendas se disputan entre el FMLN (victorioso en 2009 y 2014, luego de un balotaje muy reñido) y ARENA, el cual logró mantener su supremacía (la primer elección que gana es en 1989, previa a los acuerdos de paz) en 1994, 1999 y 2004 frente al ascenso del FMLN.
La crisis económica, en todos los países del continente, evidenció que durante los años de hegemonía de las fuerzas populares y de izquierda, no se alteró el patrón de acumulación basado en la valorización financiera, y la explotación-exportación de los recursos naturales.
Como correlato, tampoco se desplazó al bloque de poder dominante (que conduce la esfera económica). Los gobiernos de estas fuerzas se caracterizaron por implementar políticas sociales inclusivas y en algunos casos redistributivas para sacar, como indicó el vicdprresidente boliviano García Linera en el Congreso de Clacso 2018, a 72 millones de latinoamericanos de la pobreza.
A modo de nota al pie: para el Vicepresidente de Bolivia ese es el principal atributo que las vuelve fuerzas de izquierda. En el siglo XXI es la inclusión, y no la transformación de las relaciones sociales de producción, lo que caracterizaría a la izquierda gobernante.
Hasta que no se abran las urnas, no habrá nuevo Presidente y gobierno. Las encuestas son un dato, pero no otorgan victorias ni derrotas per se. Así, febrero es la primera de las contiendas dónde se juega la geopolítica regional y mundial.
Los resultados son claves, si se analiza la importancia de sumar aliados estratégicos al bloque en el que resiste Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba. Desde el escenario internacional, El Salvador, no deja de ser un territorio en el que también se juega la disputa EEUU-China. Pero en esta región del mundo, es el vecino del norte quien juega de local.
Un contrapeso interesante es el que se puede comenzar a gestar con el gobierno Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de México. México se constituyó históricamente como el faro de gran parte de América Latina, especialmente de Centroamérica. El país que realizó la primer Revolución Social exitosa del continente (1910-1920), recibió a los exiliados políticos de la Patria Grande.
En México se exilió desde Fidel Castro a militantes peronistas. Y si bien durante el Consenso de Washington se alió de manera dependiente a la economía estadounidense, conservó en la institucionalidad diplomática y las relaciones afectivas entre los pueblos, una hermandad y cierto padrinazgo, con las naciones centroamericanas.
Así como Chávez a principio de siglo supo ampliar su sistema de alianzas regional, apoyando e impulsando nuevos actores políticos de matriz popular en los países del continente, López Obrador cuenta con herramientas para hacer lo propio en Centroamérica.
Camila Matrero. Licenciada en Sociología (UBA), redactora-investigadora argentina del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) e integrante del Observatorio Electoral de América Latina (OBLAT).
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