Puede que los vendedores ambulantes no sean lo primero que le venga a la cabeza cuando piense en el trabajo de cuidados, que en sentido amplio se define como cualquier forma de trabajo relacionada con el cuidado de otras personas, ya sea directamente (por ejemplo, dar de comer a un bebé) o indirectamente (por ejemplo, limpiar). Pero como trabajadores no reconocidos por la mayoría de los gobiernos y sin protecciones adecuadas, nuestra vida está dedicada a cuidar de los demás. A medida que el cuidado se convierte en un tema más relevante para los derechos de los trabajadores en todo el mundo (este año, será por primera vez tema de debate en la Conferencia Internacional del Trabajo), queremos compartir nuestra experiencia como líderes sindicales, padres y trabajadores.
Nosotros crecimos en los mercados de Guatemala. Nuestros padres eran vendedores ambulantes y nosotros seguimos sus pasos. Nos unimos a organizaciones de vendedores ambulantes y de mercados cuando éramos jóvenes y desde entonces hemos luchado por nuestros derechos con nuestros compañeros. Nos reunimos y formamos nuestra familia hace casi tres décadas.
No siempre fue fácil. Hay que sacar tiempo para todo. Tiempo para tus hijos y tu cónyuge, tiempo para tus camaradas y tiempo para el trabajo que realmente os da de comer a ti y a tu familia. Como pareja, siempre estamos dividiendo nuestro trabajo entre los dos. A veces uno de nosotros va a vender y el otro se une a una reunión de trabajadores. Uno se quedará en casa con los niños y el otro irá a planear una marcha.
Aprendimos que no podemos dedicarnos por completo a nuestro trabajo. También necesitamos tiempo para nosotros y nuestra familia. Nos hemos esforzado por comportarnos en casa igual que nos comportamos con nuestros camaradas en la calle. Aplicamos los mismos principios de honradez y solidaridad. A menudo, los organizadores sindicales sólo se centran en el trabajo y se separan de sus cónyuges y sus hijos. Las familias se desintegran. Y sobre todo en los mercados, encuentras todo tipo de gente. Desde los que te inspiran lo mejor de ti, hasta delincuentes que pueden arrastrarte a lo peor.
No siempre ha sido fácil. Nuestros hijos ya son mayores, pronto tendrán 26, 21 y 17 años. Desde pequeños han aprendido lo que es la responsabilidad y el compromiso. Nunca les hemos ocultado nuestro trabajo, ni tampoco entre nosotros. Nos enteramos cuando uno de nosotros recibe amenazas. Vamos juntos, en familia, a las protestas. Explicamos a nuestros hijos la situación de los trabajadores en nuestro país y por qué luchamos por un futuro mejor. Siempre hemos hecho de la educación de nuestros hijos una prioridad. La venta ambulante es un trabajo digno, pero la falta de derechos laborales y de protección social nos hace vulnerables. Siempre hemos querido que nuestros hijos tengan una situación más estable.
A pesar de todos los retos que supone ser un trabajador de la economía informal, tenemos la suerte de no estar solos. Los vendedores ambulantes siempre hemos estado en una situación vulnerable, y esta vulnerabilidad nos enseñó solidaridad y hemos desarrollado una cultura de apoyo mutuo. Cuando nuestros hijos eran pequeños y los llevábamos al mercado con nosotros, todo el mundo los vigilaba. Y hoy hacemos lo mismo con los hijos de nuestros compañeros vendedores, forman parte de nuestra comunidad. Cuando hay un incendio en un mercado, los líderes de otro mercado recaudan fondos para los vendedores. Cuando una familia vulnerable pierde sus ingresos, recaudamos fondos entre nosotros para ayudarla. La experiencia nos ha enseñado que no podemos contar con nadie para que nos ayude. Tenemos que ser autosuficientes.
Estamos unidos en nuestro trabajo porque sabemos por qué luchamos. Nos preocupamos por los mercados y por las personas que trabajan en ellos, los vendedores, para que puedan tener una vida mejor. Siempre hemos sido muy trabajadores y muy sensibles a las injusticias. Por eso sabemos cuándo las condiciones son injustas. Sabemos que fue injusto que el padre de Jorge falleciera en casa, a los 60 años, después de trabajar toda su vida en el mercado pero sin tener acceso a prestaciones por enfermedad o jubilación. Sabemos que es injusto que las madres tengan que llevar a sus hijos recién nacidos al trabajo, porque sólo pueden estar unos días sin trabajar. Sabemos que es injusto cuando las compañías de seguros médicos sólo quieren beneficiarse de nosotros y los trabajadores se quedan sin ningún acceso a la asistencia sanitaria.
No tiene por qué ser así. En Guatemala hubo una vez CAI – Centros de Atención Integral, que funcionaban como guarderías y centros extraescolares. Los gobiernos deberían volver a invertir en este tipo de centros de atención para niños y jóvenes. Necesitamos leyes, protecciones y políticas que apoyen a las trabajadoras y a las mujeres, en lugar de castigarlas y explotarlas. Tenemos que cambiar este enfoque de sacar provecho de los servicios esenciales por el de proporcionar realmente una atención universal de alta calidad accesible a todos.
Ya sea en una organización de trabajadores o en un hogar, se trata de responsabilidad y de rendir cuentas, a nuestra familia y a nuestros compañeros. Ya es hora de que los responsables políticos de todo el mundo empiecen a rendir cuentas ante nosotros, los trabajadores de la economía informal, que representamos el 61% de la mano de obra mundial. Cuidamos de nuestra familia, nuestras comunidades y nuestros mercados. ¿Darán por fin un paso al frente y se preocuparán también por nosotros?
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