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Encrucijadas europeas

Fuentes: Rebelión

La pasada semana ha suscitado una gran atención en los medios de difusión de masas la crisis política italiana, cuyo síndrome más visible ha sido la dimisión de su Primer Ministro Prodi cuya reconducción parece muy probable si, como parece muy probable, obtiene un voto de confianza parlamentario dentro de pocas horas. Es necesario ello […]

La pasada semana ha suscitado una gran atención en los medios de difusión de masas la crisis política italiana, cuyo síndrome más visible ha sido la dimisión de su Primer Ministro Prodi cuya reconducción parece muy probable si, como parece muy probable, obtiene un voto de confianza parlamentario dentro de pocas horas. Es necesario ello a pesar de la incertidumbre que hace pesar en el ámbito de la política internacional una extensión, propiciada por EE.UU., o una intensificación de las acciones militares hoy desarrolladas en Irak, Afganistan, y ciertos países africanos como Somalia, hacia escenarios de incalculable alcance, como Irán.

El tema de la crisis italiana plantea una gran multiplicidad de cuestiones, unas de corto, otras de largo alcance, algunas plantean la articulación entre políticas internas e internacionales, otras se podrían referir a la erosión de las instituciones eficacia y funcionamiento de un sistema de democracia representativa y de su sistema de partidos, una gran multiplicidad de temas no llevaría a meditar sobre la posibilidad de que el sistema político de la Unión Europea pueda vehicular un ideal coherente y compartido para la promoción de un sistema idiosincrásico, que aceptando un sistema capitalista (hoy triunfante en nuestro globalizado y competitivo mundo) pueda presentarse como alternativa a las políticas del hipercompetitivo neoliberalismo anglosajón, cuyos internos efectos redistributivos (a favor de los menos favorecidos), y sus acciones externas, predatorias y belicosas, distan mucho de lograr la aceptación de amplias capas de la sociedad. La disyuntiva de si una posibles alternativas sean posible dentro de un marco plurinacional, federal o solamente nacional y de la necesidad o, de para algunos, la amenaza, de nuevas políticas de corte proteccionista vuelve hoy a estar sobre el tapete. Si el rechazo del llamado proyecto de «Constitución» Europea (por parte de Francia y Holanda) constituyó un primer aldabonazo sobre la existencia de profundas corrientes de malestar en Europa; la crisis actual podría, si excluimos los análisis superficiales, una segunda advertencia.

Incluso una revista tan profundamente conservadora, como el «Economist» de Londres opinaba que la crisis italiana tiene consecuencias que van más allá de la política extranjera. Ello es así incluso si consideramos, como extremadamente posible, su resolución en plazo de horas. Desde un punto de vista parlamentario debemos de señalar el contraste entre un Parlamento, como el del Reino Unido en el que la oposición al gobierno de Blair apoyó su implicación activa en la guerra de Irak y la situación creada en Italia el pasado día 21 de Febrero en la que fue suficiente la defección de dos senadores de extrema izquierda ( pacifistas y opuestos a toda forma de acción bélica) para que, al votar desde posiciones de principio y no de mecánica subordinación partidista, provocarían la dimisión de Prodi, cuya reconducción parece ahora segura con los apoyos de los senadores Pallaro, Andreotti, Pininfarina,y Turigliatto.

Debemos de recordar, previo a hacer una recopilación del origen del problema de Afganistan, que la crisis estalla en un momento en que la propaganda estadounidense subraya el fortalecimiento, en el Sur de Afganistan, de los combatientes Talibanes favorables a Al Qaeda, y de la vehementes y burdas presiones de EE.UU. para que el esfuerzo, supuestamente no bélico sino pacifica torio o de orden público, destinadas a mantener la paz, de las fuerzas militares de ISAF ( Fuerzas Internacionales de Seguridad y Ayuda a la pacificación, vinculadas a la OTAN y actuando bajo mandato de Naciones Unidas) se intensificaban extraordinariamente. Paradójicamente podríamos aducir que la actitud rebelde de los senadores que provocaron la crisis apoyaba indirectamente el honor nacional y la soberanía de Italia ya que las interferencias antidemocráticas (plasmadas en una carta abierta de seis embajadores de países que participan en la ISAF) solicitando un mayor esfuerzo por parte de Italia ha sido resentida como una ofensa, no solamente por su Ministro d’Allema, sino por gran parte del pueblo italiano, incluyendo ciertos sectores conservadores. El ambiente prevaleciente en Italia en que se producen amplias protestas por la ampliación de la base estadounidense de Vicenza y la sutileza y ambigüedad de Prodi (muy parecida a que prevalece en España) que exige a la vez un mayor esfuerzo militar y presupuestario para su acción en Afganistan a la par de una decisión de retirar las tropas de Irak y una propuesta de convocar una Conferencia Internacional de Paz (posiblemente hacia Mayo) para tratar de resolver por medios políticos el problema. Todo lo anterior contrasta con la belicosa actitud estadounidense cuyas fuerzas armadas en Afganistan son independientes (bajo la curiosa definición de un Programa de «Libertad Duradera» cuyos efectos apreciamos cotidianamente en Irak) de las de la OTAN (en cuya coalición participan 37 países) y que han logrado sustituir al anterior jefe de la ISAF el general británico Richards con el estadounidense Dan McNeil cuyos compañeros lo han apodado Bombardero (o humano bombardeador) McNeal. La actual presión ejercida sobre Paquistan y el obvio ascenso de un sentimiento contrario al Imperio de EE. UU. ilustrado trágicamente hoy por un nuevo sacrificio humano de corte terrorista, no parece inquietar a Cheney ni a su Presidente, que siguen empecinados en una política de fuerza.

No podemos abandonar el tema de Afganistan sin realizar, muy brevemente, varias observaciones que frecuentemente son silenciadas por los medios de difusión de masas. La primera es que diferentes partidos, ideologías o segmentos del poder político, rememoran una situación determinada aplicando un hiatus, un corte, histórico favorable a su propaganda. No pretendemos retrotraernos a la tensión entre los imperio del Reino Unido y del Zarismo y a su resolución de crear un decimonónico y arbitrario «Estado Tampón» sino a algo muy reciente. La ideología de los EE.UU. oficiales nos propone que la brutal agresión terrorista sufrida en las llamadas «Torres Gemelas» le concede un evidente «casus belli» contra Afganistan dado que los Talibanes que allí ostentaban el Poder de Estado la concedían al, mayoritariamente saudita Al Qaeda, refugio y lugar de entrenamiento. Es evidente que esto representa la censura de una etiología o causalidad histórica en la que el poder de EE.UU. promueve y utiliza a Al Qaeda para lograr la caída del poder de su Imperio rival, hoy ruso. Hoy sabemos por declaraciones públicas y explicitas de Brzezinski que los estadounidenses financiaban y apoyaban grupos armados en Afganistan con el fin de inducir, antes de que aquella se produjese, una intervención de la URSS que la llevaría a una situación de desastre similar a la de EE.UU. en Viet-Nam. El cálculo geopolítico, maquiavélico e inmoral de Brzezinski resultó cierto, a tal punto que este siniestro individuo declaró, tras la masacre del «Trade Center» y de sus Torres Gemelas que el precio pagado había merecido la pena. Nadie parece haberle preguntado si la falsa tenencia de ADM por parte del sátrapa Sadam resulta en un cálculo correcto para sacrificar una cifra aproximada de un millón de seres humanos a los intereses o temores del Hegemón.

Mención específica merece la acción de los EE. UU. para lograr que la desaparición de la supuesta amenaza soviética no redundara en la disolución de la estructura militar de la NATO. La organización fue reestructurada para servir, en una extensión geográfica ampliada, los intereses de un capitalismo globalizado internacional que ha acrecentado su carácter hegemónico y unipolar bajo la dirección de EE. UU. La operación sirvió (y en ella intervino Solana muy eficazmente, como Gowan nos describe en varios de sus libros y en la «Monthly Review») para evitar la posible creación de un nuevo centro de poder independiente que tuviera su centro en Europa. Autores de extracción política tan diferentes como Silvie Goulard (en su reciente libro: «Le grand Turc et la Republique de Venise) y Marcel Gauchet (el : La condition politique) subrayan esta perdida oportunidad que en gran medida no ha permitido la vertebración política de Europa o la ha convertido en un diluido y ampliado Mercado Común, congruente con el constante objetivo de EE.UU. o, más irónicamente quizás convirtiéndola, en un OPNI (objeto político no identificable).

Llegados a este punto fuerza es de comprobar que la crisis italiana refleja dos posibles derrotas de una, hoy virtual, izquierda europea. Desde un punto de vista interno Prodi ha tenido que ceder en ciertas cuestiones , como el llamado «DICO» ( derechos y deberes de las personas que viven juntas) a la presiones vaticano-católicas y esto ha venido a reforzar un sesgo de austeridad y de corte liberal (o quizás) neoliberal en su gobierno que ya existía antes de la crisis y que ha recibido hoy el espaldarazo de los Ministros de Finanzas de la Unión Europea, dado que abre nuevos sectores a la competencia internacional y es acorde con las restrictivas políticas del así llamado: Pacto de Estabilidad. En el terreno de la política exterior el atlantismo parece haber ganado la partida. Siempre se puede suponer que la elección de una Presidenta socialista en Francia, el resquemor del Gobierno de Alemania hacia una delirante unilateralidad estadounidense, y una búsqueda conjunta de ciertos países de la «Vieja Europa» de encontrar soluciones no militares a los problemas que se plantean nos conduzcan hacia otros terrenos. La lucidez de nuestra razón nos parece que desgraciadamente hoy prevalece sobre el buen deseo de nuestra voluntad.

* José F. Pérez Oya. Ex-funcionario de Naciones Unidas