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Europa, indagar sin descanso para tratar de comprender…

Fuentes: Mondialisation

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

«Los días pasan y se parecen», se oye a veces. Y a escala de la Historia, las semanas, los meses y los pocos años que pasamos en ella no parecen representar gran cosa, si no nada… Así, podíamos preguntarnos cuánto pesa una vida frente a la humanidad, frente al mundo y frente a la eternidad. Sin embargo, a la escala humana que es nuestra medida (y que debe seguir siéndolo) cada día cuenta. Y tener proyectos sólo a muy largo plazo no equivale a nada si no somos capaces de asegurar lo cotidiano. Quizá también sea útil recordarnos este adagio: «Si tú no te ocupas de la política, que sepas que ella se ocupa de ti…»

Ahora bien, ¿a qué estamos asistiendo desde hace varios años si no es a una deriva lenta pero inexorable de una sociedad occidental cuyos políticos giran a la derecha cuando no es directamente y de manera cada vez más acusada a la extrema derecha?

Los últimos acontecimientos lo ilustran bien: en los Países Bajos la coalición que dirige el país se ha aliado con un partido profundamente racista y este país, citado como ejemplo por su tolerancia y apertura durante décadas, parace volver la espalada a su pasado; en Austria, feudo del ardor xenófobo de Jörg Haider, la extrema derecha obtiene cerca del 30% de los votos en las últimas elecciones en Viena; en Francia se imponen por la fuerza las medidas antisociales entre expulsiones de gitanos, declaraciones racistas de algunos ministros y apoyo a la política israelí de apartheid; en Italia Berlusconi, aliado con la Liga del Norte, impulsa las peores derivas a la derecha hasta llegar a cambiar las leyes para prevenirse de la justica; en Suiza el partido xenófobo UDC muestra su estigmatización sin complejos de los minaretes y de todo lo que se refiere al Islam; en los países nórdicos, que tienen, sin embargo, fama de estar bien orientados en sus políticas sociales, se ha abierto una brecha desde el escándalo de las caricaturas del profeta [Mahoma] en Dinamarca hasta las recientes elecciones en Suecia; en Alemania uno de los dirigentes del SPD (izquierda alemana, de la que después ha hecho que le expulsaran), Thilo Sarrazin, ha publicado un libro racista a propósito de la inmigración en el país y la canciller A. Merkel acaba de declarar que «ha fracasado totalmente el modelo multicultural»; sin olvidar Bélgica, cuyos vagabundeos nacionalistas flamencos podrían llevar al país a la implosión… Todos estos países tienen en común (y no es casual) la utilización de métodos policiales cuyas derivas en contra de sus propios ciudadanos, inaceptables para unas democracias dignas de tal nombre, podemos ver casi a diario.

Para aquellas personas que han sabido conservar la memoria del pasado el cuadro es cada vez más inquietante. Y conviene preguntarse por las razones de este fenómeno antes de encontrar las posibles respuestas. La primera constatación que me parece esencial recordar en esta reflexión es que en Europa del norte y del este una gran mayoría de la población había llegado a un nivel desahogo nunca alcanzado en la historia de nuestros países, hasta el punto de conocer, lo cual es de lo más normal, un fenómeno de inmigración intensiva ya que los habitantes de los países pobres estaban tan informados de nuestro nivel de vida por los medios de comunicación modernos que soñaban con escapar de sus precarias condiciones de vida para tener su parte de la tarta. Y que, lejos de responsabilizarnos, este mullido bienestar nos ha adormecido, unos demasiado ocupados en aumentar nuestro propio bienestar y otros en preservarlo. Basta con echar una mirada atrás para recrodar de dónde partieron nuestros padres y ver el camino recorrido…

Pero detengámonos en el ejemplo francés donde la respuesta popular ha adquirido en estos últimos meses un nuevo giro. ¿Qué no se ve, no se lee, no se oye hoy a propósito del presidente francés, autoproclamado monarca ilustrado, en una Francia que bajo su dirección parece, sin embargo, sumirse en las tinieblas? La euforia de la elección «people» de 2007 parece ya muy lejana y el pueblo francés parace despertar, por fin, con una fuerte resaca. ¿Cómo se ha podido producir esto si no es por un desinterés generalizado de la «cosa politica» que permitió acto seguido la elección de este insolente mundano? Durante años su principal preocupación de ciudadano ha sido la búsqueda de su pequeña felicidad personal en detrimento de todo espíritu de solidaridad, alimentado en ello por los medios de comunicación que no han dejado de promover una vida soñada, fantasiosa, al alcance de la mano y de cualquiera siempre que se extenúe para acceder a ella… El milagro de esta impostura quedaba resumido en el eslogan presidencial: ¡Trabajar más para ganar más! Y la manada se precipitó a ello, como los terneros a los que se lleva al matadero. El «cada uno a lo suyo» en una sociedad hedonista se ha convertido en modelo en detrimento de todo espíritu de solidaridad, de reconocimiento mutuo, de fraternidad… a excepción de algún telemaratón sobremediatizado, nuevo egocentrismo colectivo de libro, para hacer olvidar durante 24 horas el egoísmo que prevalece los demás 364 días del año… Y hoy, ¡catapum!, una derecha aliada al gran capital recorta los logros duramente adquiridos por nuestros mayores y estos logros son incluso discutidos por un poder al que ya no preocupa mentir, hacer trampa, camuflar y ocultar las realidades para que emerja el fruto de su ideología detestablemente fascista.

¿Debemos sorprendernos? Desgraciadamente creo que no. Y me doy cuenta de lo previsible que era todo esto desde el momento en que en vez de informar, de educar, de llevar al ciudadano a «la cosa politica», nuestra sociedad del placer apoyada por los medios de comunicación al servicio del poder se afana en distraerla, en aturdirla y en contarle historias, unas veces bonitas, otras feas, pero historias. Se dice que al pueblo le encantan las historias. Y cada noche se le cuentan en la tele y cada semana en el cine. No hay más que ver lo indecentes que son los sueldos de las estrellas y el acontecimiento planetario que constituyen los festivales en los que les despliegan las alfombras rojas y se les distribuyen Oscars y Césars para darse cuenta de los sueños que para muchos hacen las veces de realidades… Lo mismo ocurre con el éxito de las religiones que se mantienen: unas historias para dormir despierto, tomadas no sólo por reales sino por La Verdad, preferentemente con L mayúscua y V mayúscula.

Y así, la información no es sino la sombra de sí misma y se desvía, se pervierte y se tergiversa en beneficio de las anécdotas, de las sagas y de los sucesos generalmente muy lejos de las realidades pero cercanos a la engañifa. Y ficción y realidad se mezclan para unos cerebros que se pueden malear a voluntad, alineados a los mitos, a los cuentos, a los fantasmas y no formados. La razón pierde sus derechos en beneficio de la emoción. En adelante todo se enuncia según la fibra emocional, con ayuda de una tecnología cada vez más eficiente, puntera en efectos especiales, y con el miedo como telón de fondo, para hacernos reaccionar con las tripas en vez de llevarnos a reflexionar. Y entonces, las consecuencias que debían cantar según unas promesas renovadas regularmente, suenan falsas y son tanto más difíciles de vivir…

Francia eligió a un nuevo rico despreciable, a un vulgar egocéntrico, pero que supo hacer vibrar a la nación por medio de sus discursos demagógicos y populistas. Y he aquí que ésta se despierta (pero un poco tarde, diría La Fontaine) y constata el resultado… Lejos de velar por el bienestar de la población, este Narciso engreido no tiene más preocupaciones que las que se refieren a su pequeña persona y a algunos periodicuchos que le siguen como su sombra tratando aquí y allá de limpiar sus torpezas.

Mientras tanto, la población ve multiplicarse cada día las disparidades y las injusticias. Y finalmente la revuelta a propósito de las pensiones no es sino la gota que colma el vaso. Cuantos intervienen en la cuestión reconocen que la edad media de los individuos aumenta con el tiempo y los progresos de la medicina. Y aceptan el hecho de que, al fin y al cabo, trabajar unos meses más no sería el problema. En cambio, lo que rechazan es la manera como se ha articulado la reforma de las pensiones, porque una vez más, en vez de borrar las injusticias, esta reforma mal gestionada (algo que ha reconocido hasta el gobierno, que anuncia ya que se deberían volver a discutir algunos puntos), las alimenta. Por consiguiente, los ciudadanos tienen razón en protestar y luchar contra esta enésima deriva de un poder que los desprecia en masa a beneficio de un puñado de personas. Y no es difícil comprender que ha sido la acumulación de los «excesos» del presidente y de sus vasallos lo que ha terminado por provocar el hartazgo al que estamos asistiendo. Las pancartas de las manifestaciones hablan por sí mismas. E incluso resulta extraño que no se haya manifestado antes esta ira porque no le faltan razones a no ser que se repita que se debe sin duda a una falta de conciencia política…

Para acabar, hay que decir también que nuestros países han llegado a este punto porque las actuales izquierdas se han mostrado incapaces de proponer alternativas verdaderamente creíbles. En su mayoría sólo tienen un discurso o bien radical, o bien utópico o incluso que se diferencia poco del de la derecha… Y esto debe enseñarnos lo siguiente: una cosa es cuestionar el sistema que no queremos y otra es tener la capacidad de sustituirlo por otro que sea suficientemente convincente y que se sostenga…

Así pues, sólo queda esta conclusión, que no deberíamos seguir volviendo la espalda a la cosa política sino, bien al contrario, es necesario que vuelva a ser asunto de cada ciudadano y ciudadana. Sólo en ese caso el sistema político que no nos conviene se podrá cambiar y volverse participativo y ya no representativo. Ya no tendremos que padecer las decisiones, podremos participar en ellas, activamente. Y se verá que, efectivamente, el futuro está en nuestras manos y que somos los artesanos de nuestro propio destino.

* Daniel Vanhove es observador civil y escritor. Su último libro es La Démocratie Mensonge, Ed. Marco Pietteur, colección Oser Dire, 2008.

Fuente: http://www.mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=21658

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