Recomiendo:
0

Europa-Israel: Las amistades peligrosas

Fuentes: Rebelión

Cristóbal Colón desembarcó en América cuando anhelaba arribar a los codiciados Catay y Cipango. Por entonces los Reyes Católicos emprendían una cruzada contra los judíos, que debieron dispersarse en el mundo. Cinco siglos más tarde los nazis los diezmaron, pero Europa, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, saldó parte de su deuda, propiciando, junto a […]

Cristóbal Colón desembarcó en América cuando anhelaba arribar a los codiciados Catay y Cipango. Por entonces los Reyes Católicos emprendían una cruzada contra los judíos, que debieron dispersarse en el mundo. Cinco siglos más tarde los nazis los diezmaron, pero Europa, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, saldó parte de su deuda, propiciando, junto a Estados Unidos, la fundación del Estado israelita. La historia hubiera tenido un desenlace feliz, pero no es tan sencilla, porque los herederos del holocausto, como en toda sociedad clasista, integraban grupos disímiles: unos procurando el sustento y el desarrollo con esfuerzo propio; otros, fundadores del sionismo: mediante la extensión de sus fronteras, la expulsión y el exterminio palestino y la apropiación del mundo árabe.

Durante varios decenios la Unión Europea mantuvo una posición ambivalente con relación al conflicto palestino-israelí, fungiendo en ocasiones como mediadora y propulsora de planes de paz. Pero si se analizan las escasas menciones a la convulsa situación del Medio Oriente por los europeos, puede apreciarse que Israel nunca fue rozado ni tangencialmente por su pertinaz violación de los derechos humanos del pueblo palestino o del Derecho Internacional Humanitario. Las Resoluciones del Parlamento Europeo lo ejemplifican.

En el contexto de la Alianza Trasatlántica, la participación comunitaria en las acciones bélicas del Medio Oriente evidencia el compromiso estratégico con Estados Unidos, su interés económico en la riqueza energética del área y la cruzada en que se ha involucrado contra el terrorismo islámico. Esta acción denota, cada vez con mayor nitidez, el ángulo de sus amistades peligrosas. Israel es para Europa algo más que el aliado perfecto e incondicional de Estados Unidos.

El 13 de diciembre de 2004 el Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores de la UE aprobó un primer Plan de Acción con Israel, como parte de la «Nueva Política de Vecindad» hacia el Mediterráneo, declarando: «ambas Partes están ahora más estrechamente vinculadas que nunca, y como vecinos cercanos reforzarán su interdependencia política y económica». El Plan propugna la extensión de la integración económica, legal, cultural, científica y técnica y una relación comercial preferente. Incluye un sistema de navegación satelitar y una zona de libre servicio, especialmente financiero. En el orden político la Declaración Conjunta abordó la lucha contra la xenofobia, el antisemitismo y el racismo. En los últimos veinte años el comercio se ha duplicado entre ambos. Israel ocupa el vigésimo primer lugar de las exportaciones de la UE, a la que envía el 30% de sus exportaciones. En 2003 Europa exportaba 12,8 mil millones de euros (39,3% del total recibido por Israel) e importaba 7,4 mil millones (27,5% de las exportaciones israelíes).

La controvertida Hoja de Ruta contó con la anuencia europea desde un inicio. Hoy su convergencia es mayor respecto a Plan de Desconexión presentado por Israel. La recuperación por éste de grandes zonas de Cisjordania, a cambio de una devolución condicionada de Gaza, sitúa a la UE en «el frente de batalla», al haber accedido a la solicitud israelita de monitorear la franja fronteriza entre Egipto y Gaza. Esta posición puede considerarse pacificadora y mediadora, pero en realidad encierra el denuedo comunitario por contribuir a una fase neocolonizadora, ya que Israel se retira sólo parcialmente y no se eliminan las raíces del conflicto al establecer que «se reserva la autodefensa preventiva y reactiva, mantendría sus instalaciones militares e industriales, continuaría la venta de electricidad, agua, gas y combustible a los palestinos y controlaría las fronteras, el espacio aéreo y marítimo». De paso, el alto índice de desempleo, podría incentivar la «deslocalización» europea y las inversiones en Gaza.

El 10 de noviembre de 2004 la Comisionada de la UE, Benita Ferrero y Gordon Brown, por la Presidencia de la Unión Europea, ratificaron la intención comunitaria al señalar que la «apertura de la frontera Rafah es una prioridad urgente y que al respecto la UE está buscando un mandato para su presencia tripartita, porque ha sido invitada a monitorear el cruce fronterizo«. El jefe del grupo negociador palestino, Ghassan Hatib, considera que «el papel que Europa debe jugar es de construcción de la confianza, no de la fuerza«. La UE solicita la precisión del lapso para la permanencia de la misión y que los palestinos garanticen que ésta no será atacada.

En julio pasado el Presidente francés recibió a Ariel Sharon, lo que coadyuvó a limar asperezas por los honores ofrecidos al Presidente Yasser Arafat hasta su fallecimiento en París. El visitante había hecho un llamado a los judíos para que abandonasen Francia y retornaran a Israel y acusado a los franceses por acometer una política proárabe y no considerar al grupo chiita libanés Hezbollah como organización terrorista. Con la presión ejercida, obtuvo una moción gala para una Ley que condene el antisemitismo, realmente insignificante en Francia si se le compara con la cruzada antislámica de los últimos meses.

Es obvio el interés añadido de otros comunitarios a las relaciones con Israel, que se ejemplifica con un ejercicio naval y terrestre conjunto Griego-Israelí en el Mar Mediterráneo. El Primer Ministro de los Países Bajos acaba de visitar a su homólogo israelí y al Presidente palestino Mahmoud Abbas, como mediador para la supuesta solución del problema regional. El Ministro de Relaciones Exteriores chipriota, durante su presencia en New York encomió ante el Comité Judío Americano las relaciones bilaterales alcanzadas con Israel desde 1969 y en el último decenio.

La creciente convergencia entre la UE e Israel se aprecia en las declaraciones de la Comisaria Europea, durante su visita este mes a Tel Aviv, cuando subrayó «el fortalecimiento de las relaciones bilaterales en la lucha antiterrorista y la no proliferación de armas de destrucción masiva, así como con una mayor cooperación con la que EUROPOL otorga a Israel la categoría de observador, incluyendo el tema migratorio».

Simultáneamente se aprecia un lenguaje más conminatorio del Grupo de los 3 (Francia, Alemania y el Reino Unido) que, al no poder convencer a Irán para que desista de la producción nuclear, amenaza con llevar el caso al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Desde hace varios meses el clima se ha enrarecido entre ambas partes, lo que se aprecia en diferendos de Irán con el Reino Unido y Austria, plagados de mutuas acusaciones por «injerencia en los asuntos internos, apoyo logístico a la insurgencia iraquí y una conexión británica con atentados acaecidos en territorio iraní».

Cuando un vecino injuria a un familiar, la réplica es inmediata. Y es lo que ha sucedido con las recientes declaraciones del Presidente iraní contra Israel y el sionismo, que provocó una airada reacción y defensa de sus amigos ocultos. Proliferaron las réplicas gubernamentales de Francia, Alemania, el Reino Unido, España e Italia al respecto. Lo más drástico en este contexto fue la condena del Consejo de Asuntos Generales y de Relaciones Exteriores de la Unión la pasada semana sobre el citado pronunciamiento que «resalta la preocupación sobre el papel de Irán en la región y sus intenciones en el futuro y lo instaron a cumplir la Resolución del OIEA del 24 de septiembre que exige las suspensión de sus actividades nucleares, como condición para reanudar conversaciones con la UE».

Evidentemente las declaraciones del Presidente iraní contra Israel han deteriorado aún más las relaciones entre la Unión Europea y el gobierno persa, lo que no excluye acciones incitadas por Washington e Israel en el Medio Oriente. Es significativa la «cercanía» declarada por la UE e Israel en sus actuales relaciones, que recuerda el viejo adagio «los amigos de mis amigos también lo son». Ante el Plan de Desconexión, Europa comunitaria se personará físicamente en un conflicto, también con la imagen de «garante de la paz», por lo que se compromete, cada vez más en la ofensiva antiterrorista, al estilo Washington-Israel.

El compromiso en Afganistán e Irak asumido por la Unión Europea, sólo le ha reportado inseguridad interna, rechazo popular y desavenencias respecto a su participación en escenarios bélicos alejados del Continente. El conflicto palestino puede mitigarse provisionalmente, pero los objetivos del Plan de Desconexión son esencialmente colonialistas. Con la cláusula del «derecho a la autodefensa» resulta evidente la fragilidad de la paz en la región. Después de todo, las amistades peligrosas parecen ser más importantes que la raíz de los problemas para alcanzar una paz justa y real.