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Nicaragua

Falso testimonio, falsa memoria

Fuentes: Tortilla con Sal

Sobre Cuba, Nicaragua y Venezuela. Las fuentes canónicas occidentales habituales, a saber, las instituciones internacionales, las organizaciones no gubernamentales internacionales y los grandes medios de comunicación, reportan de manera prácticamente universal que los tres países son regímenes autoritarios o incluso tiránicos, que niegan los derechos democráticos básicos de sus pueblos. La actual pandemia de COVID-19 ha demostrado que lo contrario es cierto.

Cuba ha liderado el mundo como ejemplo de solidaridad humana y científica, mientras que Venezuela y Nicaragua han protegido el bienestar de sus pueblos claramente mejor que sus vecinos. En cambio, los mismos gobiernos norteamericanos y europeos que acusan falsamente a Venezuela y Nicaragua de represión tiránica, han abordado ellos mismos un complejo problema de salud pública movilizando fuerzas policiales para aplicar de manera agresiva medidas restrictivas mal concebidas contra poblaciones deliberadamente intimidadas con constantes mensajes oficiales y mediáticos calculados para infundir el miedo.

A pesar de las crueles, ilegales y unilaterales medidas de extorsión con que el gobierno estadounidense y sus aliados buscan disminuir el apoyo popular a sus gobiernos, Cuba y Venezuela han superado la crisis de COVID-19. Por su parte, hasta el momento, Nicaragua se ha enfrentado a medidas de coerción financiera algo menos agresivas, pero aún así éstas han afectado gravemente la capacidad del país para acceder a mayores recursos que permitan hacer frente a los efectos de la pandemia de COVID-19. Estas medidas coercitivas criminales que niegan los derechos básicos de la población de Cuba, Nicaragua y Venezuela han demostrado ser de poco interés para la Organización de Estados Americanos, o para ONGs de derechos humanos injustificadamente prestigiosas como Amnistía Internacional o la Federación Internacional de Derechos Humanos y de ningún interés de todo para los crónicamente mentirosos medios de comunicación occidentales. Dado que estas fuentes también constituyen las fuentes aceptadas por la mayoría de las y los investigadores académicos, su falso testimonio a su vez contamina los estudios históricos, económicos y de ciencias sociales.

En el caso de Nicaragua, la información en América del Norte y Europa sobre la política del país contra COVID-19 sigue pautas idénticas a las de la falsa información occidental sobre el violento y fallido intento de golpe de Estado de 2018. En 2018, la ofensiva de desinformación de los medios de comunicación y las ONG en apoyo del violento intento de golpe fallido del 18 de abril al 17 de julio repitió insistentemente dos mentiras principales. La primera mentira fue que el gobierno sandinista utilizó la fuerza letal para reprimir las espontáneas protestas pacíficas  apoyadas por la mayoría del pueblo nicaragüense. La segunda mentira comenzó incluso antes de que el intento de golpe fuera derrotado a mediados de julio de aquel año, a saber, que en Nicaragua los activistas de la oposición sufrieron una persecución injusta por delitos de los que se les acusó falsamente.

Ninguna revisión imparcial de las fuentes disponibles soporta estas dos falsedades. Los representantes de la oposición y los medios de comunicación internacionales que difunden sus mentiras, evitan deliberadamente abordar muchas preguntas sin respuesta sobre los numerosos delitos de violencia letal de la oposición. El falso testimonio perdurable de los informes de Amnistía Internacional sobre Nicaragua refleja la típica cultura de derechos humanos al gusto de todas las principales instituciones internacionales de derechos humanos, especialmente el consistente doble discurso sobre Nicaragua en relación con las preocupaciones sobre la libertad de expresión. Esta ruptura inherente a las normas convencionales de presentación de informes inevitablemente también da lugar a ejemplos de académicos que agravan esas falsedades institucionales, de las ONGs internacionales y de los medios de comunicación, lo que conduce a la contaminación y corrupción sistemáticas del registro histórico.

Del mismo modo, durante la pandemia de COVID-19, la oposición controlada por los Estados Unidos en Nicaragua también ha insistido en dos mentiras principales. Primero, que el gobierno sandinista ha sido negligente e incompetente, sin hacer nada para prepararse a enfrentar la pandemia. En segundo lugar, que ha ocultado sistemáticamente un número desproporcionadamente alto de personas que mueren a causa del virus, mientras silencia a las voces críticos que recomiendan medidas de cuarentena. De hecho, Nicaragua ha tenido mucho éxito en el cuidadoso equilibrio que ha logrado al proteger a su población del virus mientras al mismo tiempo facilitar una vida social y económica relativamente normal. Esta éxitosa política contrasta fuertemente con la forma en que sus vecinos del norte, en particular El Salvador y Honduras, han tendido a utilizar COVID-19 como pretexto para la represión.

Los trabajadores sanitarios del MINSA van casa por casa impartiendo educación en COVID-19 y el seguimiento de los posibles casos. (Foto El 19 Digital

En términos regionales, el enfoque comunitario preventivo de la atención de la salud de Nicaragua ha surgido como modelo de la forma en que un país empobrecido puede controlar el virus y, al mismo tiempo, garantizar la continuidad de la vida social y económica. Sin embargo, la oposición nicaragüense financiada por los Estados Unidos suprime ese contexto regional, centrándose en acusacion es falsas que sus medios de propaganda ilustran a menudo con material audiovisual o fotografías de otros países, tal y como también hicieron en 2018, por ejemplo, utilizando fotografías del Ecuador de cadáveres en espera de ser enterrados. En efecto, la actual ofensiva de guerra psicológica de la oposición no es más que otra etapa de la interminable campaña del gobierno de los Estados Unidos con el fin de lograr el cambio de régimen en Nicaragua.

Los médicos alineados con la oposición están promoviendo una campaña falsa sobre COVID-19 en Nicaragua, estableciendo asociaciones médicas espurias y un «observatorio» de propaganda que difunde información sensacionalista y estadísticas falsas. Afirman falsamente que el Ministerio de Salud del gobierno está manipulando los datos, cuando en realidad es imposible en un país pequeño de sólo 6.5 millones de personas ocultar los casos de COVID-19. Al igual que sus aliados revolucionarios en Cuba y Venezuela, el gobierno de Nicaragua está luchando tanto contra COVID-19 como contra la desinformación destinada a desestabilizar y dañar la economía, exactamente los mismos objetivos de la oposición que en 2018, y que resultan de su incapacidad crónica para ganar elecciones democráticas.

Tanto en el fallido intento de golpe de Estado de 2018 como en la actual campaña de guerra psicológica sobre COVID-19, la táctica fundamental ha sido desplegar una cínica desinformación disfrazada de preocupación por los derechos humanos. Los políticos de la oposición en Nicaragua que actualmente histéricamente reclaman medidas de cuarentena, han desplegado la misma demagogia «guiada por la ciencia» que sus homólogos en otros lugares. De hecho, como ha reconocido incluso Richard Horton, editor de la revista de ciencias médicas «Lancet», «Los científicos esculpen con demasiada frecuencia los datos para que encajen en su teoría del mundo preferida…», señalando además que «los editores de las revistas también merecen su justa parte de crítica. Ayudamos e instigamos a los peores comportamientos». Su propia práctica editorial en lo que respecta a Nicaragua confirma esa franca admisión, a pesar de un tardío esfuerzo por dar ambas partes de la historia actual.

Desde Ucrania, Siria e Irán hasta Cuba, Nicaragua y Venezuela, abundan los ejemplos de instituciones internacionales, ONGs y medios de comunicación occidentales que han dado falso testimonio. Órganos como las Naciones Unidas, la Unión Europea y la Organización de los Estados Americanos han informado cínicamente sobre los acontecimientos, tratando de justificar de manera extremadamente desleal los esfuerzos por lograr algún u otro cambio de régimen ilegítimo y coercitivo por parte de los Estados Unidos y sus aliados europeos. Con el tiempo, el persistente falso testimonio encarnado en la información falsa y de mala fe se cristaliza en la falsa memoria, convirtiéndose efectivamente en el registro histórico canónico para la gran mayoría de las personas que viven en América del Norte y Europa.

A menudo parece que ninguna cantidad de argumento racional puede hacer retroceder una narrativa irracional dominante desplegada a través de una cobertura falsa generalizada de los principales medios de comunicación, reforzada por campañas de engaño masivo en los medios sociales. Sin embargo, Nicaragua demostró en 2018 que un gran número de personas pueden ciertamente ser engañadas y desconcertadas por un corto tiempo, pero sólo por una cuestión de semanas. El Presidente Daniel Ortega y su equipo de gobierno sandinista confiaron en la mayoría de Nicaragua para entender sus propios intereses materiales y nacionales en 2018, tal como saben que pueden hacerlo ahora, mientras trabajan para superar COVID-19. Independientemente de lo que acaben diciendo los libros de historia occidentales, el pueblo nicaragüense ha elegido repetidamente a sus autoridades basándose en la experiencia vivida de una oposición política quebrantada, perversa, títeres de Estados Unidos, eligiendo en su lugar a la fuerza y dinamismo del exitoso modelo sandinista de desarrollo nacional.

Fuente: http://www.tortillaconsal.com/tortilla/node/9454