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Gitanos, aves negras de Europa

Fuentes: Rebelión

Las medidas xenófobas del gobierno francés trajeron a la escena internacional una vieja tradición de exclusión y discriminación europea: el odio a los gitanos. El presidente Nicolás Sarkozy, reconocido racista y enemigo declarado de los inmigrantes y sus hijos a los que llamó Racaille (escoria, desperdicio) quien ya había desatado antes poderosas sublevaciones de jóvenes […]

Las medidas xenófobas del gobierno francés trajeron a la escena internacional una vieja tradición de exclusión y discriminación europea: el odio a los gitanos. El presidente Nicolás Sarkozy, reconocido racista y enemigo declarado de los inmigrantes y sus hijos a los que llamó Racaille (escoria, desperdicio) quien ya había desatado antes poderosas sublevaciones de jóvenes -principalmente árabes y africanos- en los barrios pobres de París y otras ciudades francesas, tomó la determinación de expulsar a los gitanos indocumentados hacia Europa del este y desmantelar sus campamentos nómadas.

Lo que implicaba que se cumple una tradición de odio que empezó hace más de cinco siglos cuando las primeras caravanas de gitanos pasaron por el Kurdistán y Turquía hacia los Balcanes y la Transilvania, para difundirse rápidamente por el viejo continente. Esos intrusos morenos, de lengua y costumbres extrañas traían consigo un pecado muy caro para la cristiana y racional Europa: venían de Oriente, de una zona desértica, atrasada y pagana al norte de la India.

Como prefiguración a lo que sucedería varios siglos después con los flujos migratorios -y de lo que había sucedido muchos siglos antes entre Griegos y Romanos- la incursión de los gitanos, morenos, nómadas, musicales, mágicos, profanos y maldecidos por todas las santidades, invadió en oleadas sucesivas el viejo continente a lo largo de varios siglos amenazando su integridad cultural; impregnándolo con sus costumbres y sus bailes, con su lengua y sus tradiciones. Influenciaron y dominaron buena parte de la música popular europea -desde el flamenco español hasta la música tradicional del Este y Sur de Europa o las misteriosas melodías Turcas- y han dado al mundo un poeta de la talla de García Lorca, tal vez el mejor poeta español del siglo XX; El violín y la guitarra, los instrumentos musicales más arraigados en Europa, provienen paradójicamente del Oriente y han sido patrimonio de los gitanos. El piano, científico mecanismo de hacer música diseñado por sabios europeos del renacimiento, tiene varios antepasados espurios en la música popular gitana de Rumania y Turquía. Franz Liszt compuso piezas clásicas entre las clásicas inspirado en sus melodías: Las Rapsodias Húngaras, y Miguel de Cervantes noveló una historia llamada la Gitanilla. Es decir, no aparecieron ayer y tampoco se irán tan fácilmente.

Odiados, esclavizados, perseguidos y hasta exterminados (se estima que el 80% de los gitanos europeos perecieron en manos de los Nazis, otro «holocausto» del que nadie habla) al final su huella de marginados acabó por ser más poderosa que la de los poderosos: tras sucumbir todos los viejos y venerables imperios en un capitalismo mundial, tras diluirse todas las nacionalidades y tradiciones en una difusa globalización, los gitanos persisten con una testarudez emparentada a la resistencia enarbolando sus costumbres y tradiciones que casi siempre van de la mano con las miserables condiciones en que viven; pues son los más pobres entre la población europea.

En un atentado a su milenaria forma de vida, el gobierno francés prometió destruir sus campamentos -desde hace mil años que salieron del norte de la India practican el nomadismo- y en un atentado a su supervivencia les devolvió a naciones donde han sido perseguidos y exterminados, en muchas ocasiones enemigos políticos de regímenes tan sanguinarios como el de Nicolae Ceaucescu en Rumania o la España «bien atada» del fascista Francisco Franco. Esta tradición racista y xenófoba empezó -al menos en Francia- en 1539 cuando se decretó la primera expulsión de Gitanos de París, y continuará mientras los gitanos no convengan en el único medio de pertenecer completamente a Occidente: la asimilación cultural, que es otra forma de dominación. El presidente de la Unión Romaní, el doctor Ramírez-Heredia, acaba de denunciar los continuos ataques e incendios de casas a los que están sometidos los asentamientos de Gitanos en Chequia y Europa central.

Sin embargo el «viejo» mundo europeo, cuna de la civilización occidental que ha llegado a dominar el planeta como el imperio Romano, se ve asediado día tras día, hora tras hora, por las invasiones bárbaras de Latinoamericanos, Africanos, Asiáticos, Árabes y Europeos del Este, individuos que debe extirpar, reprimir, eliminar o asimilar a su cultura para conservar el elemento descompuesto de su civilización: la identidad.

Esa es la guerra que libra Sarkozy junto a las derechas europeas contra los inmigrantes. La misma que libran hace cinco siglos contra los Gitanos: prolongación misteriosa y ambulante del Oriente que no se resigna a perder su identidad. Y así lo canta una tonada Flamenca de los gitanos españoles: es el precio de mi libertad… yo soy un pájaro negro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.