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Honduras

Golpes y fraudes, todo vale

Fuentes: La Jornada

El escandaloso robo de la elección del 24 de noviembre en Honduras confirma el alto grado de articulación y planificación de la ofensiva de Estados Unidos y las oligarquías contra las fuerzas y gobiernos populares de nuestra región. Quién sabe qué habrá fumado el secretario Kerry antes de proclamar en la OEA el fin de […]

El escandaloso robo de la elección del 24 de noviembre en Honduras confirma el alto grado de articulación y planificación de la ofensiva de Estados Unidos y las oligarquías contra las fuerzas y gobiernos populares de nuestra región. Quién sabe qué habrá fumado el secretario Kerry antes de proclamar en la OEA el fin de la doctrina Monroe.

La ofensiva funciona en varias direcciones. Por un lado, el incesante hostigamiento mediático, económico y los planes desestabilizadores contra las fuerzas progresistas que han llegado al gobierno, como se observa de manera muy agresiva en Venezuela en los últimos meses, pero también ocurre con distintos grados de intensidad en Argentina, Bolivia, Ecuador y Brasil.

La estrategia es muy clara. Lo que busca como objetivo final y fundamental es derribar a esos gobiernos en cuanto se presente la coyuntura propicia mediante golpes de Estado que casi nunca se enmarcan dentro de los moldes convencionales. Así ocurrió en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010), aunque fueran derrotados, y en la propia Honduras (2009) y Paraguay (2012), donde resultaron exitosos.

Quién en su sano juicio puede negar que el paro patronal del campo en Argentina (2008) iba por ese camino antes de ser desactivado. Es decir, que contando el golpe de Estado contra el presidente Aristide en Haití (2004), en los últimos nueve años se han llevado a cabo en nuestra región siete graves intentos -entre derrotado y exitosos- de interrupción del orden constitucional. ¡Y eso que estamos en la época de las transiciones a la democracia!

Los fraudes electorales son otro eje importante de la ofensiva imperialista oligárquica pues ésta no busca sólo derrocar a los gobiernos que luchan por la segunda independencia, la unidad y la integración de América Latina y el Caribe, sino también impedir que ganen elecciones y gobiernen fuerzas y proyectos que conduzcan en esa dirección. Es difícil imaginar que Estados Unidos pueda ser ajeno a los controvertidos resultados electorales que se han producido en México, sobre todo en 2006 y 2012.

Pero el caso de Honduras es tanto más elocuente por cuanto allí Washington patrocinó hace cuatro años el primer golpe de Estado triunfante de la era Obama. En el momento de su derrocamiento el presidente Manuel Zelaya no encabezaba nada parecido a una revolución sino un intento moderado de reformas sociales en el orden oligárquico ancestral y la reafirmación de la independencia y la soberanía nacionales, pero eso es mucho más de lo que la potencia del norte está dispuesta a tolerar. Máxime tratándose de Honduras, posición de enorme valor en los planes estratégicos del Comando Sur de las fuerzas armadas yanquis.

Con ese antecedente, era de esperar lo que ha ocurrido. La embajadora de Estados Unidos dirigiendo la orquesta del fraude con la complicidad de importantes sectores de la cerril oligarquía local. No se digan todas las instituciones del Estado, a fin de cuentas de matriz golpista. Al Partido Libre le han sido robadas las elecciones, entre otras razones porque su plataforma electoral reivindica las mismas políticas aplicadas o proyectadas por Zelaya antes del golpe.

Pero con ser muy importante eso no es lo más significativo. Lo extraordinario y lo más trascendente en Honduras es que ese partido es el instrumento político de uno de los movimientos de masas más formidables y combativos de la historia hondureña y centroamericana. Movimiento que nació peleando contra el golpe y ha sido capaz de aglutinar muy diversas fuerzas e inusitadas energías populares.

Agrupado bajo las banderas del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), ha venido protagonizando una batalla verdaderamente épica contra los golpistas. El FNRP se ha levantado y organizado en un país donde desde 2009 prevalece un clima de terror de Estado en que sus militantes, otros luchadores sociales y los periodistas son asesinados con frecuencia o sometidos a violentas prácticas intimidatorias, como volvió a ocurrir antes y durante las elecciones. Ayer mismo fue aporreada y gaseada una marcha estudiantil contra el golpe.

Si el enorme apoyo popular de que goza llevó al FNRP a una sobreestimación de sus posibilidades ante el enemigo seguramente lo analizará y llegará a sus conclusiones.

De lo que sí no hay duda es de que no hay otra organización en Honduras capaz como él de interpretar las aspiraciones populares ni de poner de pie al país entero contra el fraude, por la justicia y la independencia nacional.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2013/11/28/index.php?section=opinion&article=026a1mun