La reiterada injerencia del llamado Grupo de Lima en los asuntos internos de Venezuela y sus continuas agresiones contra la Revolución Bolivariana liderada por el presidente Nicolás Maduro dejan mucho que desear de los países de este hemisferio que lo conforman por su extrema sumisión a Estados Unidos. Sí algo tienen en común los gobiernos […]
La reiterada injerencia del llamado Grupo de Lima en los asuntos internos de Venezuela y sus continuas agresiones contra la Revolución Bolivariana liderada por el presidente Nicolás Maduro dejan mucho que desear de los países de este hemisferio que lo conforman por su extrema sumisión a Estados Unidos.
Sí algo tienen en común los gobiernos de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía, es que se han confabulado, arrodillándose ante Washington, para complacer al imperio del Norte en su obstinada pretensión de cercar a la patria de Bolívar y Chávez.
El Grupo de Lima, o mejor dicho que da grima, acaba de declarar que la presencia de Maduro no será «bienvenida» en la VIII Cumbre de las Américas, prevista a realizarse en abril venidero en la capital peruana, y volvió a reiterar su rechazo a la convocatoria de elecciones presidenciales en Venezuela, marcadas para ese mismo mes.
Otra vez, el «grupejo» creado por el secretario general de la intervencionista Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, actúa de manera injerencista cumpliendo órdenes del actual régimen norteamericano, y se convierte en cómplice incluso de una eventual agresión militar contra una nación hermana de la Patria Grande.
La más reciente declaración de esa misma «cofradía» minoritaria, que ni siquiera está conformada por el 50 por ciento de los países miembros de la OEA, se ha tomado la atribución de cuestionar la democracia en Venezuela y hasta decir que Maduro no es bienvenido a la cercana Cumbre de las Américas.
Sin embargo, hace silencio ante fraudulentos y escandalosos comicios en Honduras, asesinatos y persecuciones políticas de líderes progresistas latinoamericanos, o aplaude, como lo hizo el propio Almagro, el indulto dado por el actual mandatario de Perú, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), al dictador Alberto Fujimori.
Y claro, es que la OEA, por ordenanza de Washington, ha complacido históricamente a todas las dictaduras que han ensangrentado a Nuestra América en la pasada y presente centuria.
Estados Unidos y su siempre brazo intervencionista en la Patria Grande que es la OEA, más Almagro, utilizan ahora al Grupo de Lima como punta de lanza contra la Revolución Bolivariana porque saben muy bien que en las urnas no podrán derrocarla jamás.
Tal porfía los hace olvidar que su conducta, además de crear fuertes tensiones en la región y hasta el peligro de una confrontación bélica, puede frustrar la celebración de la VIII Cumbre de las Américas porque en este hemisferio todos los pueblos, y no pocos gobiernos, tienen dignidad.
Realmente el «grupejo» de Lima solo da grima.
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