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Haiti: lo humano, lo divino y lo real

Fuentes: Rebelión

Cuando ocurre una hecatombe la desesperación puede obstaculizar la capacidad para discernir entre el bien y el mal, entre lo divino y lo real, entre lo humano e inhumano. La reacción humana ante el cataclismo en la vecina isla de Haití es el estremecimiento ante la tragedia que vive el hermano pueblo. Lo divino es […]

Cuando ocurre una hecatombe la desesperación puede obstaculizar la capacidad para discernir entre el bien y el mal, entre lo divino y lo real, entre lo humano e inhumano. La reacción humana ante el cataclismo en la vecina isla de Haití es el estremecimiento ante la tragedia que vive el hermano pueblo. Lo divino es acusar al hado o a los dioses por haber cumplido el maleficio lanzado hace siglos por el presidente Thomas Jefferson, quien acusó a los haitianos de «maldición negra». [1] Lo REAL es cómo enfrentar todos juntos el reto para salvar a los sobrevivientes sin transgredir las normas internacionales.

El Secretario General de Naciones Unidas planteó el lunes 18 de enero aumentar los efectivos de boinas o cascos azules -según la contingencia- en 3 500 efectivos más, que se sumarían a los 9 065 uniformados (7 031 soldados y 2 034 policías radicados en la Isla), provenientes de 16 países para alcanzar 13 mil hombres. La decisión intenta perfeccionar la distribución de la ayuda internacional y evitar los desórdenes. El 19 de enero el Consejo de Seguridad adoptó la Resolución 1908 que decidió exclusivamente un envío de hasta 8.940 efectivos, distribuidos entre militares y policías.

Tal vez no sea el momento indicado para cuestionar la efectividad ni el humanismo del MINUSTAH [2] que, según la resolución 1542 emitida por el Consejo de Seguridad el 30 de abril de 2004, desde entonces opera en Haití, sin que haya podido erradicar las causas de las penurias en el país más misérrimo de nuestro Continente. El dominio colonial y neocolonial, el inasistido subdesarrollo, las dictaduras de la familia Duvalier y el saqueo de las exiguas riquezas del país, la persecución a un Presidente que estorbaba a Estados Unidos y a otros aliados y la abulia con que la mayoría de los países ricos no cumplieron con el 0,7% del respectivo producto interno ni otorgaron créditos blandos para la agricultura, los servicios y mil carencias más -se invocan hoy como un maleficio divino. .

Las circunstancias catastróficas de Haití han facilitado desestimar, esperemos que temporalmente, algunos enunciados de la Carta de las Naciones Unidas: la cesión temporal de la soberanía y la integridad territorial (Artículo 1, inciso 3) «para facilitar la solución de problemas de carácter económico o humanitario», aspecto tergiversado por las fuerzas estadounidenses de la 52ª división, que arremeten contra la famélica y siniestrada población. El Artículo 2, inciso 4 de la Carta orienta que «los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales se abstengan de recurrir al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado». Los crecientes desmanes de soldados enviados por Estados Unidos contra la población civil no pueden ocultarse a los hombres sensibles ni a las cámaras televisivas.

En tal sentido surge la primera incógnita entre la ayuda real y la humanitaria. Una rápida ojeada al zarandeado Capítulo VII de la Carta denominado «acción en caso de amenazas a la paz, quebrantamiento de ésta o actos de agresión» (en sus artículos 39 y 41 al 43) exime de otras reflexiones, porque plasma la necesidad de que el Consejo de Seguridad consulte o solicite a los Estados Miembros o a algunos de ellos las formas de la cooperación, ayuda, etc… y resulta que el Consejo de Seguridad de la ONU no se había reunido todavía cuando aterrizaron los prestos soldados de Washington.

Es decir, nadie les había pedido la presencia militar, que hoy controla los aeropuertos y decide el aterrizaje, la distribución o la devolución de la imprescindible ayuda humanitaria. Se añaden pronunciamientos de algunas personalidades de la Unión Europea en el sentido de que «se incorporarán al contingente para prevenir los disturbios».

Por ejemplo: la reunión de Ministros de Desarrollo y Exteriores celebrada en Bruselas el pasado lunes 18 debatió -a propuesta del titular español de Exteriores, en representación de la recién estrenada presidencia de la UE – el posible envío de 150 efectivos como parte de la fuerza policial para mantener la seguridad [3] . Se suscitan declaraciones del gobierno francés sobre la posibilidad de enviar un millar de agentes de la denominada fuerza de gendarmería europea (policía militarizada que actúa en Afganistán e Irak) [4] , propuesta no compartida por todos los gobiernos eurocomunitarios ni por la Alta Representante de Política Exterior, Margaret Ashton, quien convoca a una mayor efectividad de los envíos. No por último el portaviones italiano «Cavour» zarpó desde Muggiano, La Spezia rumbo a Haití, [5] (con capacidad para 1 200 personas, transporta 800 carabinieri provenientes de Trento, 6 helicópteros, un centenar de vehículos y unos doscientos sanitarios)»

Quien relea los estatutos de la OTAN y conozca la existencia de un acuerdo entre ésta y Naciones Unidas para el socorrismo internacional puede inquietarse sobre lo que excede la posibilidad de un análisis verídico. Los anuncios no constituyen ciencia ficción, permiten intuir el incremento de contingentes híbridos de civiles y militares en nuestro continente, provenientes de países otanistas europeos, empeñados en «garantizar el orden y la seguridad». Si lo mencionado tiene lugar, conviene recordar dos antecedentes de la Organización en América Latina: los británicos acantonados en las Malvinas desde hace varios decenios y la reciente utilización por Estados Unidos de dos eufemísticos «territorios de Ultramar» holandeses de Curaçao y Aruba que hoy se prestan para amenazar a Venezuela.

Para ser justos, la Unión Europea ha mostrado una solidaridad más efectiva hacia Haití, en comparación con el magro aporte anunciado por el presidente Barack Obama. Un inventario preliminar arroja: la declaración del presidente del grupo europarlamentario conservador (PPE), Joseph Daul (del 13 de enero); tres millones de euros del fondo destinado a emergencias, anunciado por el comisario de Desarrollo, Karen de Gucht; seguido de 28 millones más y la petición de la Comisión para que Bélgica, Suecia, Francia, Reino Unido, Países Bajos, Alemania y Luxemburgo enviasen inmediatas unidades sanitarias y los equipos requeridos. En tanto, la Alta Representante para la Política Exterior, Margaret Ashton debutó con 330 millones de euros como ayuda de emergencia y recabó el aporte de 575 millones de euros, durante la reunión celebrada el lunes 18 de enero.

Un recuento por países sitúa a los gobiernos español y francés como los más esforzados, seguido por el británico. La vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega aterrizó en Puerto Príncipe con material de emergencia, anunció la entrega inicial de 8 millones de euros (de ellos tres destinados a financiar servicios públicos esenciales), el arribo de un barco con medicamentos y asistió a la reunión convocada por el Presidente dominicano para coordinar la ayuda.

Francia envió socorristas y material de urgencia desde su capital y Martinica y el ministro de Relaciones Exteriores añadió un donativo de 10 millones de euros. El miércoles 20 habían arribado 800 franceses, de ellos 667 de la seguridad civil, 84 militares, 30 del ministerio de salud y 10 del Ministerio de Relaciones Exteriores. [6] No obstante, el gesto más significativo francés -desde que sus antecesores exigieron una indemnización a los libertadores haitianos- fue la condonación de la deuda de la isla (unos 200 millones de dólares) promovida ante Club de París, por la titular de economía, Christine Lagarde.

Ante el sismo Francia y España -en señal de altruismo- distendieron la implementación del Pacto de Migración y Asilo [7] : el ministro galo de inmigración anunció suspender la expulsión de los haitianos en situación «irregular» y la Moncloa accedió a proteger, no expulsar y acelerar los trámites de reagrupación familiar, que impidan retornar los ciudadanos haitianos a su país.

El primer ministro británico, Gordon Brown agradeció la donación por instituciones de su país, ascendente a 2 millones de libras esterlinas y el lunes 18 comunicó que el gobierno triplicaría la ayuda a 30 millones de dólares. Alemania se comprometió a la entrega de 7,5 millones de euros y su canciller federal, Angela Merkel exhortó a donaciones privadas. El ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini anunció el aporte 5 millones de euros y se sumó a la condonación de la deuda, equivalente a 40 millones de euros. Euros más o menos, varios países de la UE han anunciado sus donaciones, que habrán de modificarse en las próximas semanas.

Sin embargo, Francia tropezó con una negativa experiencia debido al autoritarismo de las tropas estadounidenses en Puerto Príncipe que prohibió al aterrizaje de su primera ayuda e inquietó inicialmente a representantes del gobierno galo. Pronto se disipó el malentendido, cuando el presidente Nicolás Sarkozy encomió el protagonismo de su aliado y la excelente interrelación entre ambos. [8]

Entre las iniciativas humanitarias están las decisiones expresadas por representantes gubernamentales franceses, españoles, alemanes y holandeses para que los niños cuya adopción se hallaba en tramitación cuando ocurrió el terremoto, sean trasladados con sus nuevos padres para protegerlos. El gesto es evidentemente filantrópico y debe reconocerse. Francia acepta de inmediato a 130 de las 528 solicitudes de adopción, los restantes acogerán a un centenar. Sin embargo, no sería ocioso plantearse algunas incógnitas: ¿quién asegura que realmente son huérfanos?, en medio del caos ¿cómo aseverar que sus probables futuros padres tramitado su adopción? y ¿quién podrá garantizarles que por el color de su piel no serán discriminados en los países de acogida donde el racismo está presente?

Sobre lo expuesto no es posible evitar una referencia a la intervención directa del Presidente francés a favor de la adopción de niños haitianos. La comunidad internacional aun recuerda el deprimente espectáculo de los niños sudaneses y chadianos -supuestamente huérfanos- que habían sido secuestrados para enviarlos a varias capitales europeas. El mandatario galo transportó a los citados secuestradores en el avión presidencial, exonerándolos de las sanciones emitidas por la justicia del Chad. [9]

Ojalá la buena memoria nos juegue una mala pasada y la totalidad de las acciones solidarias constituyan un cabal gesto altruista, en medio de la tragedia haitiana. Por un motivo u otro no deben perderse de vista las experiencias históricas, de las que resulta muy difícil distinguir entre lo humano, lo divino y lo real.

Leyla Carrillo Ramírez, Centro de Estudios Europeos, La Habana, 20 de enero de 2010



[1] GALEANO, Eduardo. «La maldición blanca».

[2] MINUSTAH (Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití), sigla en inglés.

[3] EU. News Observer, 19/01/10, boletín diario de la Unión Europea.

[4] JOYANDET, ALAIN. Declaraciones del Secretario de Estado francés para la cooperación durante reunión extraordinaria de UE para coordinar ayuda, 18/01/09

[5] Despacho de la agencia ANSA, 18/01/10.

[6] Declaración del MINREX francés, Point-de-Presse, 20/01/10

[7] Implementación jurídica anticipada por la oprobiosa Directiva de Retorno, que aguza la selectividad migratoria.

[8] SARKOZY, Nicolás: 17/01/10. Declaración difundida en el sitio del MINREX francés point.de.presse

[9] Operación «Arca de Zoé», año 2008.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.