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Haití: tragedia y desesperación

Fuentes: Rebelión

1. Una historia de saqueo y ruina Ha tenido que ocurrir un sismo (más de 270.000 víctimas) para situar a Haití en el mapa. Pocas personas conocen la trayectoria cruel y saqueadora que ha arrasado a este pequeño país caribeño en los últimos doscientos años, desde el levantamiento y triunfo de los esclavos (en 1804) […]

1. Una historia de saqueo y ruina

Ha tenido que ocurrir un sismo (más de 270.000 víctimas) para situar a Haití en el mapa. Pocas personas conocen la trayectoria cruel y saqueadora que ha arrasado a este pequeño país caribeño en los últimos doscientos años, desde el levantamiento y triunfo de los esclavos (en 1804) contra la política colonial francesa hasta comienzos del siglo XXI.

España cedió a Francia en 1697 la parte Occidental de la Española (Haití) y la convirtió en una colonia rica («la Perla de las Antillas») que producía el 60% del café y el 40% del azúcar que se consumía en toda Europa. Además de tabaco, algodón y frutas tropicales, gracias a la sobreexplotación de los 800.000 esclavos negros traídos de África.

En 1802 el general negro Dessalines se amotinó contra las fuerzas francesas de Napoleón. Tras dos años de lucha, las tropas coloniales sufrieron una tremenda derrota y fueron expulsadas. Haití se convirtió en el segundo país americano independiente (después de EE.UU.) y el primero en Latinoamérica, siendo la primera república negra de la historia cuyos esclavos habían adquirido la condición de hombres libres mediante la lucha.

Pero la población libre haitiana tuvo que enfrentarse a la falta de un desarrollo cultural y político que se les había negado sistemáticamente desde los países colonizadores. Esto llevó a un largo periodo de luchas internas por el poder que se agravó cuando la mayoría de los países occidentales (USA, Francia, Inglaterra y España) se negaron a reconocer la instauración de la república en 1820. El fuerte bloqueo comercial impuesto aisló totalmente a Haití. La nación recién nacida fue condenada al aislamiento. Sus productos no tenían salida. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía. Ante esta situación catastrófica tuvo que ceder y comprometerse, a cambio de su reconocimiento, a pagar a Francia una indemnización 150 millones de francos en oro por los esclavos liberados.

Para pagar esta deuda Haití se vio obligado a pedir préstamos a Francia y EE.UU. El dinero prestado por estos países no pudo ser liquidado hasta 1947 y su valor actual equivaldría a una cantidad aproximada a 21.000 millones de dólares. Este pequeño país ha tenido que pagar un alto precio por su lucha antiesclavista y anticolonial, quedando hipotecados sus múltiples recursos naturales durante muchísimos años y quedando mermada sus posibilidades de desarrollo político, económico y social a lo largo de todo el siglo XIX. El país estaba sumido en la anarquía, debido al hambre y la miseria de la población y al enfrentamiento interno entre negros y mulatos para controlar el poder.

En 1914, EE.UU. invadió y, después de varias revueltas y más de dos mil muertos, sometió a Haití. Esta ocupación duró hasta 1934. El ejército norteamericano asumió todo el poder económico y político, controló las aduanas y cobró los impuestos. «Lo primero que hicieron los marines fue atracar el tesoro del Banco de Haití y robaron todo el dinero que había en él (equivalente a 500.000 dólares de esos años, una fortuna) que fue llevado en una nave yanqui a USAmérica y depositado en las cajas del City Bank»1. De nuevo en 1918, el pueblo haitiano se levantó contra el invasor, siendo duramente reprimido con la consecuencia de 6.000 muertos. Cuando tras 19 años de rapiña y sometimiento el ejército norteamericano se retiró, continuó controlando de forma indirecta la economía de Haití hasta 1947. Pero sus dos grandes objetivos ya se habían cumplido: convertir a Haití en un país colonial como toda América Central y abrir la propiedad de la tierra a las inversiones extranjeras.

La retirada de la ocupación yanqui y la crisis de 1929, llevaron a este país a la inestabilidad con autoridades elegidas y golpes de estado, auspiciados por USA y la dictadura dominicana de Rafael Leónidas Trujillo. En 1949 tomó el poder una junta militar que gobernó hasta que en 1957 fue elegido Presidente F. Duvalier (Papa Doc), un médico respetado y apoyado por los militares. Pero se transformó en un dictador cruel y sanguinario, con el apoyo financiero y militar de USA (que necesitaba en Haití un gobierno ferozmente anticomunista) y el beneplácito de los países occidentales. La violenta represión acabó con los disidentes. A su muerte, 14 años después, le sucedió su hijo Jean Claude Duvalier (Bébé Doc) que hasta 1986 mantuvo la misma política tiránica de su padre, pero fue derrotado por una rebelión popular y huyó a Francia dónde recibió asilo (continúa allí). Estos 29 años de dictadura trajo para el pueblo haitiano consecuencias catastróficas: diez mil personas perdieron la vida, la deuda externa se multiplicó por 17,5 (con intereses y penalidades ascendió a más de 1884 millones de dólares), sus riquísimos bancos de pescado arrasados por los modernos barcos pesqueros americanos, su agricultura y ganadería quedaron completamente devastadas (los latifundios comprados por los norteamericanos se dedicaron a caña de azúcar y productos para la exportación) y la inmensa mayoría de la población empobrecida, teniendo que malnutrirse con lo productos que los americanos le mandaban a precios desorbitantes (arroz, pollos con hormonas, todo tipo de despojos avícolas y los apestosos pescados residuales de las piscifactorías de Miami).

Pero Bébé Doc al exilio francés no se fue con las manos vacías. Esquilmó al pueblo y guardó en cuentas de bancos occidentales nada menos que 900 millones de dólares (suma mayor que la deuda total del país en aquellos momentos (750 millones). En los últimos 20 años, Haití ha tenido 17 presidentes (constitucionalistas y dictadores), controlados siempre por USA. La insurrección contra Duvalier llevó al poder al militar H. Namphy. A éste le sucedió el constitucionalista Manigat, derribado poco después por el mismo militar golpista Namphy. En 1988, otro pronunciamiento militar llevó al poder P. Avril y a éste lo derrotó el general H. Abraham, nombrando Presidenta a E. Pascal-Trouillot. En febrero de 1991, tras las elecciones, tomó el cargo de presidente J. Bertrand Aristide, un sacerdote populista de la Teoría de la Liberación, derrotado pocos meses después por el general R. Cédras. Éste militar estableció una férrea dictadura que duró hasta 1994, cuando la presión y el boicot internacional obligaron a restituir a Aristide. En 1996, en elecciones constitucionales, ganó de forma arrolladora R. Préval, político haitiano, que logra terminar sus cuatro años de mandato. En las siguientes elecciones democráticas llega por tercera vez a ser presidente Aristide. Su política de izquierdas (entre otras medidas intentó subir el sueldo base a dos dólares diarios) y su acercamiento a Cuba y Venezuela en el periodo de 2001-2004 le granjeó la antipatía de los EE.UU. Así se recoge: «los estadounidenses siempre recelaron de cualquier signo de radicalismo de este vocero de los pobres y los marginados y lo mantuvieron atado en corto. Tolerado por el Presidente Clinton, Aristide fue tratado como un paria por la administración Bush, que lo hostigó sistemáticamente a lo largo de tres años que culminaron con una rebelión exitosa en 2004 dirigida por gángsters locales que actuaban en nombre de una elite haitiana cleptocrática apoyada por los miembros del ala derecha de la Partido Republicano en USA»2. Un nuevo golpe militar quitó a Aristide, que secuestrado, fue llevado en avión a Sudáfrica. Le sucedió el presidente interino B. Alexandre. El descontrol político y la violencia social le llevaron a pedir la intervención de la ONU que envío una Fuerza Multinacional Provisional (Estados Unidos, Francia, Canadá y Chile). Posteriormente sería sustituida por la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah), que se sigue desarrollando hasta el día de hoy.

En las elecciones de 2006 R. Préval se presentó de nuevo con otro partido político, Partido de la Esperanza. Ganó por más del 50% en la primera vuelta y fue nombrado presidente. Estos últimos años de mandato han estado envueltos en multitud de conflictos para cohesionar a los diferentes partidos de su coalición, para intentar acabar con las bandas criminales organizadas, para hacer frente a la enorme deuda externa (parte condonada por el FMI, el BM y EE.UU.) y para hacer frente al hambre y la miseria que se extendió a la inmensa mayoría de la población como consecuencia de los cinco violentos huracanes (2007 y 2008) que mataron a muchísimas personas, acabaron con miles de viviendas y arruinó la agricultura. Todo ello agravado por una grave crisis alimentaria (fuerte encarecimiento de artículos de primera necesidad, sobre todo del arroz) que llevó a que miles de enfurecidos ciudadanos, hambrientos y desasistidos, se levantaran protestando por su situación. Estos disturbios ocasionaron varios muertos y fueron aprovechados por una beligerante oposición que obligó a Préval a cambiar en poco tiempo a cuatro primeros ministros.

Pero a todos los males históricos de saqueo y depredación de los recursos naturales de Haití (agricultura, ganadería, bosques, pesca…) y destrucción de sus instituciones por parte de las potencias occidentales (sobre todo USA y Francia) se le une una nueva tragedia: el 12 de enero de 2010, la tierra tiembla y un fuerte terremoto (magnitud 7,3 de la escala de Richter) asola el país.

2. El seísmo de 2010: la desesperación de un pueblo desprotegido.

El terremoto del 12 de Enero ha sumido en el caos y la desesperación a la población haitiana, una sociedad desvertebrada desde hace muchísimos años. La catástrofe ha ocasionado más de 270.000 muertos, miles de heridos y la destrucción de la mayoría de sus viviendas e infraestructuras. A este pequeño país desolado ha acudido rápidamente la comunidad internacional para recuperar personas de los escombros, enviar agua, alimentos, medicinas, tiendas de campaña y profesionales sanitarios para atender a los miles de ciudadanos heridos por la catástrofe.

Pero la celeridad estadounidense ha batido todos los récords. Llegaron los primeros, ¿para ayudar, para salvar vidas, para alimentar a la población desesperada? Indudablemente el envío de 14.000 soldados, cargados del más sofisticado material bélico (buques de desembarco anfibio, portaviones, navíos lanzamisiles, helicópteros…) ha ido aparejado de una toma total del poder social y político de este país soberano, que ha sufrido las muchas crueles intervenciones (ocupaciones, dictaduras, control de sus riquezas, asesinatos) por parte del gigante norteamericano desde su independencia. Esta fuerza militar se hace cargo del control de la población (bajo el pretexto de evitar el caos social), controla el aeropuerto y expulsa del él a los periodistas de todo el mundo, toma el Palacio Presidencial y el Parlamento y ocupa el único muelle del puerto disponible. Todo ello, suplantando la autoridad del presidente del país, R. Préval y desplazando a un segundo plano a los actuales ocupantes, la Misión de Paz (MINUSTAH) de Naciones Unidas, a cuyo comando no se subordinan.

Ante la negativa de aterrizar aviones con ayuda humanitaria y vetar la entrada al puerto de barcos de diferentes países con alimentos, medicinas, agua, equipos, profesionales sanitarios…, surgen protestas de Francia, Venezuela, la CARICOM (Comunidad del Caribe) y, especialmente de Brasil (tiene el mando militar de las fuerzas de la Misión de Paz de la ONU) que ha manifestado su indignación por el entorpecimiento de la llegada de la ayuda necesaria a una población hambrienta y herida. Lógicamente una invasión «humanitaria» de este calibre necesita de una campaña mediática, que creando una imagen de caos y violencia, pueda justificar una ocupación ante la opinión pública mundial. Por ello, los medios de comunicación occidentales han lanzado todo tipo de titulares de caos y descontrol social siempre con ese objetivo: justificar la intervención del poder militar americano para «controlar» a pobres harapientos y desesperados deambulando por las calles, rodeados de viviendas destruidas. No sólo manipulan las informaciones, magnificando el descontrol social, sino que además mienten al no recoger lo que algunos países están aportando a la ayuda al pueblo haitiano. Mientras que la mayoría de los medios de comunicación norteamericanos ignoran la rápida y eficaz ayuda prestada por Cuba, en sus informes para la CNN en inglés, el corresponsal Steve Kastenbaum reconoció el trabajo del hospital organizado por los cubanos, «que ofrece atención médica de calidad para las víctimas del terremoto de Haití. Hay muy pocos lugares donde los haitianos pueden acudir cuando están en necesidad de atención médica urgente en el centro de la ciudad. Sin embargo, nos encontramos con uno: el Hospital La Paz, administrado por personal médico cubano aquí en Haití junto a equipos de España y América Latina. Y es algo sorprendente de ver. Están dando atención médica de calidad a las personas gravemente heridas, con un promedio de seis a siete mil pacientes diarios y cirugías varias docenas al día. Tienen tres salas que no paran y traban durante toda la vuelta del reloj, 24×7, y es uno de los poquísimos lugares en toda la ciudad donde los haitianos puedan ir a tratar sus dolencias con una expectativa razonable para sobrevivir».3 A esta manipulación se suma el diario español El País (15-1-10) que recoge (pag. 3) un cuadro titulado «Ayuda financiera y equipos de asistencia» donde se detallaba la ayuda de 23 países más la ONU, pero oculta que la primera ayuda sanitaria a los haitianos fue de los 344 médicos cubanos que desde hace doce años colaboran en la mejora sanitaria de su población y otros 30 más enviados rápidamente que se unieron a sus compatriotas.

La falsa aceptación de la ocupación de los militares yanquis por parte de los haitianos es desmentida por un sensato enviado de CNN, Kart Penhaul, quien, el martes, día 19, por la tarde, se atreve a exponer desde Puerto Príncipe lo siguiente: «Esta llegada de las tropas norteamericanas no ha sido vista con buenos ojos por la totalidad de la población. Hemos hablado con algunas personas en las multitudes haitianos que dicen por qué están llegando hombres con fusiles cuando lo que necesitamos es comida, agua y medicinas. Esa es una opinión repetida por algunos de los médicos aquí en el hospital quien dicen por qué pudieron traer nueve helicópteros llenos de tropas, más no de medicina vital que necesitan en este momento».4

Hay que destacar la rápida ayuda (agua, alimentos, medicinas, tiendas de campaña, profesionales sanitarios…) de la comunidad internacional que poco a poco va llegando a Haití y se va distribuyendo a la población. También la gran cantidad de ONGs (Médicos sin fronteras, Cruz Roja, Caritas, Intermón, Manos Unidas, Solidaridad Internacional, Ayuda en Acción…) que han puesto todos sus recursos para mejorar las condiciones de vida de los haitianos. La Unión Europea (UE) ha enviado 212 millones de euros para la asistencia humanitaria de urgencia a las víctimas. A este montante, habrá que sumarle 200 millones que la Unión destinará a medio y largo plazo para la reconstrucción del país. Además de un contingente de 800 expertos, 12 equipos de búsqueda y rescate, 2 hospitales de campaña, 5 quirófanos, 38 equipos de medicina básica, 6 unidades potabilizadoras de agua y 1.342 tiendas de campaña. Los equipos técnicos de los países de la UE, entre ellos España, han rescatado a 163 personas de las ruinas. España ya ha enviado veinte aviones cargados con ayuda humanitaria, equipos de rescate y de emergencia. Además va a destinar 140 millones de euros para afrontar la reconstrucción del país. Ha recordado, a este respecto, que España es el primer donante europeo en Haití y el tercero del mundo.

Es indudable que lo más lamentable de este desastre humanitario son las más de 270.000 víctimas, pero también los miles de personas heridas y mutiladas y la cantidad de niños que o no encuentran a sus padres o han desaparecido entre los escombros. Esto puede conducir a que desaprensivos sin escrúpulos intenten aprovecharse de la situación de forma ilegal para secuestrar a niños y sacarlos del país, como ya han intentado.5 Para evitar esta terrible situación el gobierno español ha ofrecido al haitiano una amplia colaboración para luchar contra este tráfico de menores. Hasta 6.000 identificaciones genéticas se realizarán gracias un programa creado por la Universidad de Granada, de muestras de datos genéticos de adultos que hayan denunciado la desaparición de un menor, familiar directo con consanguinidad y de niños sin familia conocida o de la que existan dudas de parentesco. Se trataría de contribuir de forma rápida y eficaz a la reunificación de familias separadas por el trágico terremoto.

Pero tardará tiempo en que se puedan cubrir las necesidades básicas de todas las personas, la atención a todos los heridos y, sobre todo, reconstruir el país con la retirada de escombros y la construcción de nuevas viviendas (se han perdido el 80 % de las construcciones) y la mayor parte de sus infraestructuras. Para este país con una enorme deuda externa, arrasado a lo largo de toda su historia como ya hemos recogido, le va a resultar tremendamente difícil su recuperación. Mientras que la solidaridad de la comunidad internacional está aportando bastantes medios económicos a Haití, el Fondo Monetario Internacional (FMI) concede un préstamo de 114 millones de dólares con cinco años de gracia para reembolsarlo. Cephas Lumina, especialista de la ONU en materia de deuda externa y derechos humanos, explicó que este país no puede devolver esta cantidad en ese tiempo y exigió la inmediata cancelación de la deuda externa, estimada en 890 millones de dólares, de los que un 70 % corresponden al Banco Mundial y al Banco Interamericano de Desarrollo.

El desplazamiento a este país caribeño por parte de USA de un contingente militar tan importante no lo han hecho con intención de retirarse pronto. Su objetivo es permanecer allí, no sólo para interceptar a los haitianos que intenten salir de país hacia EE.UU., sino aprovecharse de sus inmensos recursos naturales, para controlar la vida sociopolítica y la reconstrucción del país. Así lo han expresado sus mandatarios. El portavoz del Departamento de Estado de EEUU Philip Crowley ha afirmado: «Nosotros no estamos adueñándonos de Haití. Estamos ayudando a estabilizar el país. Estamos ayudando en el suministro de material y socorro para salvar vidas, y vamos a permanecer allí a largo plazo para ayudar a reconstruir Haití.» Y también las palabras posteriores de la secretaria de Estado Hillary Clinton, asegurando que las fuerzas norteamericanas se quedarían en Haití «hoy, mañana, y previsiblemente en el futuro».6 Hay mucho dinero en juego y los norteamericanos quieren controlar la parte más importante del pastel, la reconstrucción con empresas norteamericanas de los graves daños causados por el seísmo. Quieren, con su plan de intervención, controlar el gobierno y someter a las fuerzas de Misión de Paz de la ONU (Minustah), imponiendo un estado satélite bajo su estricto control y vigilancia. Pero hay algo mucho más profundo y grave que explica las sucesivas intervenciones y controles norteamericanos de este pequeño país. Detrás de esta «invasión» camuflada, como otras muchas, se esconden intereses económicos muy poderosos que en pocos medios de comunicación se publican. Haití es un país con grandes reservas de oro, enormes bolsas de petróleo y gas natural, que EEUU considera sus reservas estratégicas (conocidas desde 1908) y, algo muy importante, grandes cantidades de un mineral, iridio, poco conocido y escaso en el mundo que es vital para la construcción de naves espaciales. Estos recursos naturales son suficientes para aliviar la pobreza y miseria del pueblo haitiano. Por ello, USA no va a consentir un presidente capaz de nacionalizar esta riqueza.

Pero está muy claro que lo que Haití necesita no es una nueva ocupación disfrazada de ayuda humanitaria, sino un gobierno democrático fuerte y soberano, capaz de gestionar eficazmente, con el apoyo de la ONU y la comunidad internacional, sus inmensos recursos y los que están enviando muchísimos países del mundo. El pueblo haitiano no desea nuevos salvadores, sino tener un gobierno elegido por el pueblo, normalizar su vida, levantar su país y un trabajo honrado para sus ciudadanos.

Juan García Ballesteros. Presidente del Colectivo Prometeo de Córdoba (España)

Notas:

1 Haití no es un estado fallido. Publicado en Rebelión el 17-1-10 escrito por Jorge Aldao, escritor.

2 Aplastando a Haití, ahora igual que siemprePatrick Cockburn – Rebelión, 21-1-10

3 Sorprendente ayuda médica cubana a Haití – Cuba Debate – Mondialisation.com, 19-1-10

4 Haití en medios de una guerraAndrés Sallari y Rafael Rico RíosRebelión, 21-1-10

5 Niños que estadounidenses intentaron sacar ilegalmente de Haití tienen familia– TeleSur, 1-1-10

6 Haití: Estrategia del caos para una invasión – José Luis Vivas – Mondialisation.com, 20-1-10

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.