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Entrevista a Jorge Argüello, Embajador argentino en Portugal, autor de “Diálogos sobre Europa”

«Hay un contraste entre el ‘sueño europeo’ y lo que dicen las calles»

Fuentes: Rebelión

El reciente libro «Diálogos sobre Europa», donde Jorge Argüello se explaya sobre la actual situación en el Viejo Continente, sirvió como excusa para esta charla-entrevista. El diplomático aborda la realidad política, social y económica de la «Europa central» y también de la «Europa del Sur», y da cuenta de las conexiones de la situación europea […]

El reciente libro «Diálogos sobre Europa», donde Jorge Argüello se explaya sobre la actual situación en el Viejo Continente, sirvió como excusa para esta charla-entrevista. El diplomático aborda la realidad política, social y económica de la «Europa central» y también de la «Europa del Sur», y da cuenta de las conexiones de la situación europea con lo que vivió América Latina durante el neoliberalismo.

– ¿En que momento te surge la idea de armar un libro como «Diálogos sobre Europa»?

– Yo llego a Portugal hace dos años, después de vivir siete años en EEUU: cinco como Embajador argentino ante Naciones Unidas y dos como Embajador ante la Casa Blanca. Mi llegada a Portugal se encontró con un hecho sorpresivo: había, en las principales ciudades del país, manifestaciones con cientos de miles de personas protestando. Y lo digo literalmente: cientos de miles de personas protestando. Dicen los portugueses que no se recuerdan movilizaciones populares de esa intensidad desde el año 1974, cuando se produce la «Revolución de los claveles» y se pone fin a la dictadura más larga de Europa -el salazarismo, esos 42 años de presencia continua en el Estado-.

Lo que me llamó la atención es que todas estas marchas, más allá de los partidos que las protagonizaban, estaban encabezadas por una consigna única: «Que se lixe a Troika». En español quiere decir «Que se joda la Troika». Claro, la Troika es esa tríada de instituciones conformada por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional, y la Comisión Europea, y que tienen a su cargo, precisamente, la definición de políticas de auxilio y rescate a las economías que están en problema dentro de la zona euro. Ahora claro, ¿por qué razón los portugueses estaban en las calles protestando contra la Troika, si la Troika «rescataba» a Portugal? A poco de andar me di cuenta que las condicionalidades que la Troika le impone a los países a ser rescatados tiene un gran parecido con la experiencia que América Latina tiene respecto a las condicionalidades que, sobre todo en las décadas del 80 y 90, padeció de parte del Fondo Monetario Internacional.

Ellos hablan de «los hombres de negro», y la verdad es que yo tengo una foto de los 90, cuando llegaban los asesores -«hombres de negro», justamente- del FMI, cuyo recorrido era muy sencillo: llegaban a Ezeiza, de ahí al hotel, del hotel al Ministerio de Economía, y del Ministerio de Economía directamente a Ezeiza. ¿Y que dejaban? La receta: las condiciones que Argentina debía cumplir para la extensión del crédito, para la ampliación del crédito, para conseguir dinero para pagar los intereses de la deuda que ya se tenía haciendo crecer la deuda. Y esta madeja sin fin. La misma figura de «los hombres de negro», sólo que ahora no van sólo en nombre del FMI, sino que van en nombre de la Troika, es lo que motivaba la presencia de la gente en las calles. Una reacción frente a las políticas de austeridad que se impulsan desde las autoridades económicas de la zona euro, y básicamente desde aquel sector de países a los que les ha ido bien con el giro neoliberal que la Unión Europea tomó a partir del tratado de Maastricht y la creación de la moneda única.

– ¿Cuáles crees que son las «promesas incumplidas» de la Unión Europea?

Yo pertenezco a una generación que creció mirando el experimento europeo con admiración, con expectativa. Porque para mi la Unión Europea supone, por un lado, haber sido capaces de haber instalado definitivamente la paz allí donde sólo existia la hipotesis de conflicto y el conflicto real. Las peores guerras de la humanidad. Eso se logra a partir de los acuerdos del acero y el carbón. En segundo lugar, la Unión Europea puso, en materia de derechos humanos, una condición invencible: y es que para ser parte de la UE los países debían ser países democráticos, y debían tener un respeto a rajatabla de los DDHH. Y eso hizo que, y yo lo pude ver desde mi posición en Naciones Unidas, se haya creado un verdadero liderazgo de la UE en materia de DDHH, con un alto involucramiento en situaciones dificiles en distintas partes del mundo. Por esa razón Portugal y España tienen una incorporación tardía a la UE: ambos países estaban gobernados por sendas dictaduras. Por ese motivo Grecia se incorpora antes, ya que salió de la Dictadura de los Coroneles antes que los españoles y los portugueses.

Otro de los motivos que hacía que uno tuviese esa mirada sobre la Unión Europea era esta especie de conjugación entre alguna de las buenas banderas del socialismo con el concepto de la libre empresa, de la economía libre, que terminó generando un «Estado de bienestar» que nos arrimaba al sueño de una sociedad que fuera capaz de igualar, a la hora de ofrecer oportunidades, a todos los que vivían en el país, o en el conjunto de países.

Hay otro punto más: la promesa de la homogeneización de la geografía europea. O sea, la capacidad de implementar políticas activas a través de, por ejemplo, lo que fueron los fondos de cohesión, que hicieran que Europa fuera de a poco achicando las brechas y venciendo las asimetrías. Cosa que, en una buena parte de su derrotero, lo logró.

Entonces, claro, había un contraste entre esa visión idílica que yo tenía sobre el sueño europeo y lo que me encontraba allá. Había que conjugar todo aquello con la realidad que yo estaba viendo. Nosotros tenemos hoy en Europa un grupo de países que son claramente ganadores: estoy pensando en Alemania, en Holanda, en Bélgica, en Dinamarca, en Finlandia, en Luxemburgo. Y hay claramente otro pelotón de países que son los perdedores: estoy pensando en Portugal, España, Grecia, Italia, Irlanda -por más que geograficamente esté ubicada al norte, a los efectos de esta mirada son más parte del Sur, de la periferia-.

– En el prólogo, Aldo Ferrer dice que la gran contribución del libro es una idea: que comprender mejor a Europa nos ayuda a entender también a América Latina. ¿Pensas que es así?

– Sin lugar a dudas es así. Hay dos afirmaciones en el libro que plantean eso. Una es esa de Aldo. La otra es de Celso Amorim, quien dice «La Unión Europea es un ejemplo, pero no es un modelo». ¿Esto que quiere decir? Que el rumbo que tomó la Unión Europea es el que tenemos que seguir, y el que hemos decidido seguir. Ahora: hay que entender que cada proceso de integración es singular. No hay un modelo exportable o copiable de integración. La experiencia europea tiene mucho para enseñarnos a nosotros, y nosotros tenemos mucho para aprender: de los aciertos y de los errores.

Creo que cuando Aldo hace esa afirmación en lo que está pensando, por ejemplo, es que nosotros no podemos pensar en una moneda única si no tenemos un gobierno económico único. Porque si no, lejos de tender a corregir las asimetrías que obviamente existen entre Brasil y Uruguay, lo que vamos a hacer es profundizarlas. Me parece que es un libro que sirve también para que nos abramos un poco la cabeza.

– Mencionabas aquello de ganadores y perdedores. En el libro se habla mucho de una «Europa Central» y una «Europa del Sur». ¿Hay una profundización neoliberal de 2008 para acá que influye en eso?

– Absolutamente. Y eso se evidencia en muchas cosas. En primer lugar, en la regulación del mercado laboral. En segundo lugar, en la regulación financiera. En tercer lugar, en la política monetaria. En cuarto lugar, en la política fiscal. Yo lo que creo es que la Unión Europea en algún momento dobló. Y esto lo dicen varios de los entrevistados en el libro. Dobló, hizo un giro neoliberal siguiendo la impronta Reagan-Thatcher. Y eso coincidió con el tratado de Maastricht y la aparición de una moneda única. Entonces, lo que terminaron generando es un Banco Central Europeo que es cualquier cosa menos un Banco Central Europeo. En realidad es un tigre vegetariano. En la entrevista que le hago a Mario Suárez el me dice: ´los americanos tienen la máquina de fabricar dólares. Si nosotros tuvieramos la máquina de fabricar euros -nosotros los portugueses, nosotros los españoles, nosotros los griegos- podríamos provocar lo que siempre hicimos, y lo que siempre hicieron todos los países: las devaluaciones, para ponernos competitivos´.

Como no se puede, la única devaluación que cabe es la devaluación interna: devaluación interna quiere decir flexibilización del régimen laboral, quiere decir alargamiento de la edad necesaria para jubilarse, quiere decir achicamiento del gasto social. Europa hizo este giro y no ha vuelto de este giro, entonces está en este quilombo.

– ¿La elección de Syriza en Grecia puede ser visto como el inicio de un fenómeno que se puede expandir en Europa?

– Nadie nunca nos va a aclarar si el giro último del Banco Central Europeo en relación a los Quantitative Easing (QE) y la decisión de Juncker de avanzar en una política de inversiones tiene conexión con las manifestaciones de la crisis que son, entre otros, Syriza en Grecia y Podemos en España. No lo vamos a saber nunca. Pero lo cierto es que son contemporaneos.

No nos olvidemos que Syriza ya había ganado las elecciones parlamentarias en mayo de 2014. El QE se implementa por el Banco Central Europeo a partir del 1° de marzo de 2015. Es decir, casi un año después. Todo hacía prever que Syriza iba a ganar las elecciones griegas cuando hubiera elecciones, cosa que se terminó verificando.

– ¿Qué expresan, desde tu mirada, Syriza y Podemos en Grecia y España?

– Yo creo que Syriza y Podemos son dos consecuencias, dos manifestaciones, de la crisis de Europa. En el caso de Podemos, señalan enfrente y dicen «eso es la casta, esos son los que quebraron España». Pero el dato novedoso es que ´la casta´ no es el PP: es el PP y el PSOE. Y ellos dicen «y de este lado estamos nosotros». El PSOE reacciona, recambia su conducción, eligen a Sánchez. Y se da un proceso que habrá que ver como termina.

En Grecia pasa lo mismo: el Partido Socialista (PASOK), que supo ser el partido de gobierno, sacó el 3% de los votos. Analicemos las recientes elecciones de Andalucía: el PP renovaba 50 bancas, y obtuvo 33; el PSOE renovaba 47 bancas, obtuvo 47; Podemos tenía 0 bancas, sacó 15; y Ciudadanos, que vendría a ser una versión del centro a la derecha de Podemos, tenía 0 bancas y sacó 9. ¿Quienes son los grandes perdedores? El PP, que perdió 17 bancas, y la Izquierda Unida, que de 15 bancas pasó a 3. ¿Qué pauta nos da esto? Es verdad que Andalucía es un territorio tradicionalmente importante, en término electorales, para el PSOE. Pero la elección que nos deja es que Podemos es una bella esperanza que no ha ganado. Y tendrá primero que ganar y después que gobernar. Así como Tsipras y Varoufakis expresan una bella esperanza que tendrán que probar que tienen la capacidad de gestionar.

– ¿Qué pensás de las actuales negociaciones del gobierno griego con la Unión Europea?

– Muchos interpretaron el acuerdo del gobierno griego con el Eurogrupo -todos los ministros de finanzas de los países de la zona euro-, que da un plazo de 4 meses a Atenas para acomodar las cosas, como una claudicación de Syriza (incluyendo a algunos sectores internos). Yo tiendo a creer que Tsipras ganó 4 meses para una negociación de fondo. Y está jugando fuerte: le sacó a Alemania el tema de la deuda de guerra, mientras la Alemania nazi ocupaba Atenas -ese es un tema absolutamente doloroso para los alemanes-. De la misma forma que la osadía de viajar a Moscú para entrevistarse con Putin, mientras Europa no consigue resolver la ecuación ucraniana. Ambas cosas demuestran que Tsipras está jugando fuerte.

Ahora, Grecia tiene un 177% de deuda externa sobre PBI. Portugal tiene 130% de deuda sobre PBI. España tiene 100% de deuda sobre PBI. Lo que una lógica hubiera esperado es que los países más endeudados, de alguna manera, en la medida que fuera posible, se identificaran, de alguna manera, con la pulseada griega. Sin embargo, paradojalmente, los dos gobiernos que con mayor acidez han criticado a Syriza son los gobiernos de España y Portugal. Ahí hay dos cosas: ellos están siguiendo a rajatabla las iniciativas de Alemania y de las autoridades de la Eurozona; y por otro lado, si a Grecia le va bien con una actitud política como esa, es el fin político de ellos -o ellos pueden haber leído que es su fin político-. Lo cierto es que está planteada la situación, en este momento, de esa manera.

Yo creo que hay que esperar: hay que ver si Podemos se agota en el consignismo o si tiene capacidad de gestión. Esto me lleva a pensar que el año 2015 es interesantísimo para seguir la interna europea, y además es el primero de una serie de años que van a terminar (o no) en un New Deal europeo. Porque en el fondo, lo que estas fuerzas estan planteando es un nuevo acuerdo. Y el nuevo acuerdo, a lo mejor, es volver al viejo acuerdo: al de la Europa solidaria, no neoliberal, con políticas activas. En fin, esta es la discusión que está sobre la mesa. Por eso hay que aprender de lo hecho y del por hacer, pero desde nuestra propia mirada y de nuestro propio interes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.