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Irán pone del revés al mundo árabe (con la ayuda de China y de Rusia)

Fuentes: CEPRID

La guerra de EEUU contra Irán -la retirada unilateral del acuerdo nuclear y la imposición ilegal de sanciones, incluyendo la venta de petróleo- se ha vuelto en contra no solo de EEUU sino que ha puesto del revés al mundo árabe, tradicionalmente sumiso a los criterios de Washington. La firmeza y determinación de Irán al […]

La guerra de EEUU contra Irán -la retirada unilateral del acuerdo nuclear y la imposición ilegal de sanciones, incluyendo la venta de petróleo- se ha vuelto en contra no solo de EEUU sino que ha puesto del revés al mundo árabe, tradicionalmente sumiso a los criterios de Washington. La firmeza y determinación de Irán al hacer frente a esta agresión se ha hecho posible, también, gracias a la inestimable ayuda de China y de Rusia.

Irán no es un país cualquiera. El derribo del avión espía estadounidense a mediados de junio de este año puso de manifiesto dos cosas: que la guerra no es tan fácil para los matones cuando hay determinación de resistir (el ejemplo de Vietnam sigue muy presente, al que hay que añadir ahora Siria) y que los países árabes que pensaban que iba a ser fácil doblegar a los iraníes tras las sanciones estadounidenses nunca pensaron que la resistencia iraní podía debilitar, y mucho, su propia estabilidad. Claro que ello ha sido posible, de nuevo, porque al igual que Vietnam y Siria, Irán no está solo.

Con el derribo del avión espía estadounidense quedó claro para los países árabes visceralmente anti-iraníes (Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos) que EEUU es una superpotencia en declive. Estos dos países árabes llevan años presionando a EEUU para que ataque a Irán, y vieron que ese era el momento idóneo porque no se podría interpretar como agresión sino como represalia. Pero no fue así. Además, eso fue interpretado, con razón o sin ella, como una humillación personal para los dirigentes sauditas y emiratíes porque Trump hizo caso omiso de sus demandas de ataque inmediato.

Al mismo tiempo, y desde Irán, el ayatolá Alí Jamenei había reiterado la postura de Irán en todo el conflicto: el derecho al enriquecimiento nuclear por dos razones, porque le ampara el derecho internacional al uso pacífico del mismo y porque es al mismo tiempo la baza que tiene el país para evitar cualquier tentación agresiva por parte de Occidente y, especialmente, de EEUU. Para Jamenei, «es la carta de Irán para obstruir cualquier intención estadounidense de destruir a Irán». Junto a ello está el desarrollo de los programas balísticos y de misiles «como arma disuasoria» y como «poder de equilibrio» contra quienes tengan la tentación de iniciar una guerra; y tal vez lo más importante: «no abandonar nunca a los aliados de Irán en Irak, Siria, Líbano y Yemen porque son esenciales para la seguridad nacional» [de Irán].

Ello, junto a la constatación de que Irán no habla en vano cuando dice que las exportaciones de petróleo y gas están en peligro si no puede vender su petróleo ha hecho que haya sorprendentes movimientos en el Golfo Pérsico.

Por una parte, y aunque parezca una fantasía, la mención a «no abandonar nunca a los aliados» ha puesto de los nervios a Arabia Saudita porque piensa que Irán puede iniciar una campaña de «empoderamiento» de la población shií de la provincia donde se encuentran las mayores reservas de petróleo y gas y donde los shiíes son mayoritarios.

Por otra, la decisión de Irán de bloquear el estrecho de Ormuz ha obligado a los Emiratos árabes Unidos a replantearse totalmente su postura actual. Desde la retirada de efectivos de Yemen y el apoyo a los separatistas del sur del país -en lo que supone un enfrentamiento directo con Arabia Saudita- hasta el acercamiento a Irán, con acuerdos incluidos en temas marítimos, de seguridad y bancarios. Junio, un mes clave

En este acercamiento a Irán, mientras que Emiratos ha actuado de forma rápida y sin dudas, Arabia lo está haciendo de forma muy lenta y muy oculta. Pero en ambos casos hay un mediador inesperado: China. Junto a otro actor que ha demostrado que no solo está de vuelta en geopolítica, sino que es imprescindible en Oriente Próximo: Rusia.

La historia empieza en junio de este año. El día 5, Putin y Xi se reunieron por trigésima vez en seis años. Pero esta vez fue diferente. Además de reforzar su alianza estratégica y firmar más convenios que nunca, decidieron dos cosas fundamentales: desdolarizar su intercambio comercial bilateral (y ya está por debajo del 50% el uso del dólar entre ellos) y utilizar su alianza para «dar forma a una nueva postura a largo plazo de todo el hemisferio este». En otras palabras, enfatizar la esfera euroasiática (alta prioridad para Rusia) y reforzar la Nueva Ruta de la Seda (alta prioridad para China).

Para ello ambos países tienen que hacer una cosa de forma prioritaria: negociar con los principales productores de petróleo (entre los que están Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos… e Irán) para sustituir el petrodólar por otra canasta de monedas alternativa. Los chinos tienen funcionando el petroyuan desde hace un año y medio y ya controlan el 14% del mercado de petróleo con esta moneda, pero no quieren imponerla por la fuerza. Quieren que sean los propios productores quienes se vayan convenciendo de que la dependencia del dólar es perjudicial y aceptaron la propuesta de Rusia: además del yuan y del rublo, incluir el euro. Con ello se pretende ir alejando a la Unión Europea del vasallaje de EEUU. El uso de estas tres monedas, sobre todo el yuan y el euro, permitiría a los vendedores y compradores de petróleo sortear las sanciones y cuotas impuestas por EEUU. Como obras son amores, y no buenas razones, Rusia ya ha dado el primer paso operativo en esta dirección: la petrolera estatal Rosneft ha anunciado públicamente que a partir de septiembre todos los contratos petroleros que realice con países terceros (no incluye a China, puesto que ya los chinos compran petróleo ruso en rublos) serán en euros y dejará de utilizar el dólar. Esto, de rebote y además, incluye un desprecio absoluto a las sanciones de EEUU contra Irán.

El día 20 de junio, Irán derriba el avión espía estadounidense. Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos se sorprenden ante la debilidad de EEUU al no atacar a Irán. Ese es el momento en el que deciden hacer un viraje estratégico en sus relaciones con China, a quien consideran un posible sustituto, como «paraguas estratégico», de EEUU.

El 23 de junio, en otro movimiento inesperado, Rusia presenta un plan ante el Consejo de Seguridad de la ONU y la Asamblea General en el que se propone a los países del Golfo Pérsico «y a otros actores extraregionales» establecer «acuerdos sobre el control de armas, la creación de zonas desmilitarizadas, la prohibición de acumular armas convencionales desestabilizadoras -incluidos los sistemas antimisiles- y proceder a una reducción equilibrada de las fuerzas armadas de todas las partes» (1). Junto a ello, y a medida que se avance en la consecución de estos objetivos, «se debería empezar a hablar de una reducción de la presencia militar extranjera en la región y el establecimiento de medidas de confianza entre los países de la región y los otros Estados» (2). Este plan recibe el entusiasta apoyo de China.

Este plan no tiene grandes visos de ser aprobado, pero su simple presentación hizo que los cimientos de sauditas y emiratíes temblasen un poco más, sobre todo por el rápido apoyo chino al mismo. Pero hay otro elemento que les convence de que o dan el paso ahora, de irse distanciando de EEUU, o cuando lo den será tarde, demasiado tarde. El 9 de julio el emir de Qatar, un país sujeto a embargo por las monarquías del Golfo Pérsico desde hace ya más de dos años, es recibido por Trump en la Casa Blanca. El amigo recibiendo al enemigo. Un enemigo que tiene vínculos casa vez más estrechos con Irán, país que fue uno de los primeros en acudir en su ayuda cuando se inició el embargo a instancias sauditas. Y el emir de Qatar se ofreció a mediar entre EEUU e Irán mientras Trump daba una nueva muestra de lo poco que tiene en cuenta en estos momentos a sus vasallos sauditas y emiratíes: dijo que EEUU «renovaba su compromiso de avanzar aún más en la cooperación estratégica de alto nivel» con Qatar.

Qatar es pequeño en tamaño, pero de gran importancia estratégica para EEUU por varias razones. La primera, porque tiene la base aérea más importante de toda la zona y desde la que, curiosamente, salió el avión espía derribado por Irán. La segunda, porque sus buenas relaciones con Turquía -que también acudió en su ayuda cuando el embargo- le sitúa en una postura de mediador entre este país y EEUU en frentes como Siria, por ejemplo. La tercera, porque al suministrar «ayuda humanitaria» financiera a Hamás evita nuevas tensiones con Israel. La cuarta, porque acoje en su territorio a todo tipo de tipos indeseables que han actuado a expensas de EEUU en Chechenia o China, como es el caso de destacados activistas iugures.

Buscando a China…

Saudíes y emiratíes interpretaron que había una especie de cerco sobre ellos del que solo podían salir de una manera: vincularse a otra superpotencia. A China. Pero mientras que los primeros lo hacían de forma timorata, dubitativa y oscurantista los segundos lo hicieron rápidamente y a la vista de todo el mundo.

El 20 de julio Mohamed Bin Zayed, príncipe heredero y comandante supremo adjunto de las Fuerzas Armadas de los Emiratos, visitó Beijing y sus declaraciones no dejaron dudas del cambio: los Emiratos aceptan el papel preponderante de Rusia y de China en la solución del Golfo Pérsico y «transformarlo en un oasis de seguridad en lugar de una nueva fuente de agitación» (3). Pero no terminó ahí la cosa. Bin Zayed pidió de forma expresa que China mediase con Irán para un acercamiento de los Emiratos (y de Arabia Saudita) al país persa.

Y China lo hizo. Rápido, muy rápido. El 26 de julio, a instancias de China, una «delegación de paz» emiratí llegó a Irán para hablar de cuatro cosas: un acercamiento en las relaciones diplomáticas, el régimen de seguridad en el Golfo Pérsico, las fronteras marítimas entre los dos países y la situación en Yemen (4). Como es sabido, los Emiratos intervinieron en la guerra de agresión a instancias de Arabia Saudita y ahora están en proceso de retirada y, al mismo tiempo, ayudan e impulsan a los movimientos separatistas del sur que se están enfrentando… a las fuerzas que apoya Arabia Saudita. Sin embargo, se fue un poco más allá cuando los Emiratos aceptaron que dos de sus bancos hiciesen transanciones financieras con Irán (prohibidas por EEUU).

El 30 de julio, el jefe del Departamento de Enlace Internacional el Partido Comunista de China, Song Tao, encabezaba una delegación que durante tres días discutió tanto el plan ruso como un «nuevo régimen de seguridad para el Golfo Pérsico», además de reafirmar que China no tiene el menor interés en cumplir las sanciones de EEUU a Irán y que va a continuar comprando petróleo de este país (5). De hecho, China lleva meses aumentando la importación de petróleo iraní en claro desafío a EEUU y lo hace utilizando yuanes y, siguiendo el criterio ruso, ahora lo ha empezado a hacer también en euros. Se cumple así una de los principales acuerdos ruso-chinos del 5 de junio, incentivar la desdolarización de la economía mundial. Lo hace, además, casi de forma compulsiva porque no está consumiendo ese petróleo sino que lo está almacenando y eso supone que si decidiese a su vez ponerlo a la venta, el precio del barril caería sustancialmente. Ni qué decir tiene que es un arma de futuro en la guerra comercial que lanzó EEUU contra China, que el principal perjudicado sería el propio EEUU (menos valos al dólar) y, de rebote, los principales productores. Y entre ellos están Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Así que con el petróleo iraní, China tiene en sus manos matar dos pájaros de un tiro. De eso son conscientes, también, sauditas y emiratíes, que necesitan un precio algo elevado, sobre los 60 dólares, y estable para mantener a flote sus maltratadas arcas por la desastrosa guerra que mantienen en Yemen.

La respuesta iraní estuvo a la altura: «una cooperación mas estrecha [entre China e Irán] puede ayudar a contrarrestar la animosidad de EEUU y neutralizar sus consecuencias», dijo Alí Larijani, el presidente del parlamento, quien también reclamó que Rusia formase parte de ese nuevo régimen de seguridad para la zona porque eso supondría «revertir los intentos de Washington de imponer su propia hegemonía en el mundo».

Pero China se llevó otra alegría en su misión. Irán dijo que no había el menor problema en el acercamiento que reclamaban tanto los Emiratos como Arabia siempre que no participasen en planes bélicos contra Irán y no permitieran utilizar su territorio para cualquier ataque. Y así lo transmitió a los emiratíes y es de suponer que estos a los sauditas. Y para que no hubiese duda alguna, el ministro de Asuntos Exteriores iraní dijo, el 31 de julio, que Irán «está preparado para el diálogo con Arabia Saudita si también está lista». La respuesta llegó desde los Emiratos el día 3 de agosto, también a través del ministro de Exteriores de ese país: «los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita prefieren un enfoque político a sus problemas con Irán».

¿Todo sobre ruedas, entonces? No, porque los emiratíes casi de inmediato tuvieron que hacer una puntualización: si bien la decisión suya de acercarse a Irán y buscar el apoyo de China es firme, la postura saudita es mucho más matizada porque debido a las estrechas relaciones entre Mohamed Bin Salman y la Casa Blanca (reveladas de forma palpable con la postura de EEUU en el asesinato de Khashoggui) los sauditas están «mucho más limitados» (sic) para dar este giro que algunos consideran «dramático». Así que los iraníes han dado un paso más y el día 7 de agosto, de nuevo el ministro de Exteriores elogió a los Emiratos Árabes Unidos al tiempo que instaba a Arabia Saudita a «tomar sus propias decisiones en lugar de estar subordinada a EEUU».

…con la omnipresente Rusia

Aquí es donde se está en estos momentos. Las monarquías árabes están moviéndose, conscientes de que su tiempo se acaba, mientras que Irán gana cada vez más autoconfianza debido a su decidida actitud de resistencia. Pero esta autoconfianza iraní viene dada, también, por el apoyo que está recibiendo no solo de China sino de Rusia.

Coincidiendo en el tiempo con la visita del alto funcionario chino a Teherán, una delegación iraní visitaba Moscú. No era una delegación cualquiera, sino militar. Y el objetivo estaba claro: acordar con Rusia nuevos niveles de cooperación para contrarrestar los movimientos de EEUU, especialmente marítimos. Y así, Rusia e Irán acordaron celebrar ejercicios navales en el Golfo Pérsico antes de que finalice este año 2019 al tiempo que se proporciona a la marina rusa facilidades para que use dos puertos iraníes, Chabahar (que es militar) y Bandar Abbas. Como de bien nacidos es ser agradecidos, Rusia respondió de forma rotunda a estas facilidades: «un ataque contra Irán sería un ataque contra Rusia» (6).

De esta forma el círculo se cierra, da la vuelta a gran parte de los movimientos anti iraníes que hasta ahora habían realizado las monarquías del Golfo e Irán sale un poco más reforzado. Rusia y China se convierten no solo en formidables aliados de Irán en caso de un hipotético ataque de EEUU, sino que también están maniobrando, de forma propia o porque se les ha buscado, para que los países árabes más beligerantes se mantengan al margen de los planes belicistas contra el país persa. Y cada vez están más cerca de lograrlo.


Notas

(1) Sputnik, 23 de junio de 2019.

(2) Ibid.

(3) Gulf News, 22 de julio de 2019.

(4) Hispan TV, 30 de julio de 2019.

(5) Irán Press, 30 de julio de 2019.

(6) Asia Times, 3 de agosto de 2019.

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es «Las brujas de la noche. El 46 Regimiento «Taman» de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial», editado por La Caída con la colaboración del CEPRID y que ya va por la tercera edición. Los pedidos se pueden hacer a [email protected] o bien a [email protected]


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.