El 8 de diciembre de 2017, en el salón Azul de la Intendencia de Montevideo, Uruguay, se fusionó la clausura del Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS 2017) con el acto de 50 aniversario del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Un evento digno del éxito de un congreso al que concurrieron más […]
El 8 de diciembre de 2017, en el salón Azul de la Intendencia de Montevideo, Uruguay, se fusionó la clausura del Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS 2017) con el acto de 50 aniversario del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Un evento digno del éxito de un congreso al que concurrieron más de 5000 especialistas de todo el continente con centenares de ponencias en todos los ámbitos de las ciencias sociales, organizado por Ana Rivoir de ALAS y Pablo Gentili de CLACSO.
Evento de más de tres horas, debatiendo sobre el momento actual del continente, la llamada «crisis del progresismo latinoamericano» y la ofensiva de la derecha reaccionaria, en que participaron personalidades destacadas como: Juan C. Monedero de Podemos (España), Álvaro García Linera (vicepresidente de Bolivia), Estela de Carlotto (presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Argentina), Dilma Rousseff (presidenta legítima de Brasil) y José Mujica (ex presidente de Uruguay).
Telón de fondo del debate: la ofensiva reaccionaria en todos los órdenes
Debate que tuvo como telón de fondo dramáticos acontecimientos que se estaban produciendo en ese momento en la región, los cuales expresan la falta de escrúpulos morales de una derecha dispuesta a hacerse con el poder pisoteando las leyes y hasta la racionalidad democrática más elemental, como:
Por un lado, el fraude y sangrienta represión en Honduras para imponer al títere de los Estados Unidos, el dictador Juan Orlando Hernández; y, por otro lado, la inaudita orden de detención por «traición a la patria» contra la ex presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, y un grupo de sus allegados, por una ley de normalización de relaciones diplomáticas con Irán que, en su momento, fue aprobada por el Congreso y luego no fue aplicada por ser objetada por el órgano judicial.
Otros acontecimientos gravitaban sobre los centenares de asistentes desde una distancia un poco mayor en el tiempo, pero con igual urgencia demandaban respuestas de los expositores, quienes han sido protagonistas de primera línea de la política de izquierdas en el mundo actual: el golpe de estado en Brasil contra Dilma Rousseff, allí presente; la terrible crisis política y económica que sufre el pueblo de Venezuela; la crisis del proyecto progresista de Rafael Correa en Ecuador, con la disputa entre el presidente Lenin Moreno, apoyado por la derecha, y el vicepresidente Jorge Glas, leal al correísmo pero acusado y preso por corrupción, imputación que rechaza como falsa.
¿Cuál es el centro del problema? ¿Es la conciencia o son las políticas?
Las intervenciones fueron dignas de la calidad de los invitados y no decepcionaron al público, el cual se mantuvo pegado a sus asientos hasta altas horas de la noche cuando acabó el evento. El auditorio, con alta presencia de delegaciones brasileñas, mantuvo la combatividad y las consignas, en especial en la denuncia del golpe, en solidaridad con Dilma y el «Fora Temer».
Todas las exposiciones enfatizaron, desde la calidad moral de los movimientos y proyectos de izquierda o progresistas, frente al enemigo neoliberal y reaccionario, hasta los evidentes logros en políticas sociales de sus gobiernos. Las intervenciones se encuentran disponibles en Youtube, por parte de CLACSO TV.
Sin embargo, la debilidad de las argumentaciones estuvo en la explicación última de la crisis de los gobiernos progresistas, la cual centraron los expositores en que se trata de una lucha ideológica, no ganada aún, por la conciencia de las masas, y no en razones concretas de las políticas aplicadas por los gobiernos progresistas durante sus mandatos. En ese sentido, pese a que se habló en abstracto de autocrítica, se hizo muy poca en lo concreto.
El problema estaría en que las izquierdas no hemos sabido ganar definitivamente a las capas medias de la sociedad para los proyectos progresistas, gracias al peso en la conciencia de la ideología capitalista o neoliberal, que utiliza para ello a los medios de comunicación de masas. Los expositores dejaron de lado el debate respecto a si en realidad se tomaron o no las medidas concretas adecuadas para resolver las grandes necesidades de los pueblos iniciando una real transición al socialismo, concepto que estuvo ausente.
Esta forma de abordar el problema, que fue común a todos los oradores, no por casualidad líderes de proyectos reformistas, contienen un error metodológico de fondo: una concepción intelectualista de formación de la conciencia de clase. Puede ser que para la mayoría de los asistentes al congreso de ALAS 2017, profesionales, docentes y estudiantes, la conciencia política les llegue por la vía académica, es decir, leyendo o estudiando.
Pero las grandes masas populares, que se sublevaron contra los regímenes neoliberales al principio de este siglo, y que llevaron al poder a los llamados gobiernos progresistas por vías electorales, para ellas, la conciencia se forma de manera práctica, por la vía de la acción política y la experiencia con gobiernos y partidos.
Ninguna gran transformación o revolución social y política se ha llevado a cabo porque la gente llegó a una comprensión filosófica (ideológica) de cómo construir la sociedad, sino por la vía del ensayo y error con líderes y partidos en quienes se afincan las esperanzas de solución de los problemas, a los cuales se apoya, hasta que demuestran ser inconsecuentes con sus compromisos.
En gran medida eso es lo que está pasando: los gobiernos progresistas bogaron con el viento a favor mientras la bonanza de los precios de las materias primas produjo un superávit fiscal con que se financiaron los programas sociales (subsidios) sin tocar los intereses de los capitalistas en cada país. Pero con la caída de los precios de los «commodities» y la caída de las ganancias acabaron con el margen para el reformismo. El dilema está en: o el presupuesto sirve a la acumulación capitalista o para subsidiar a los pobres, como quedó claro de la explicación de Dilma sobre el golpe en Brasil.
Allí es donde debe estar el centro del debate, a nuestro juicio, en qué medidas reales de superación de la lógica económica y social del capitalismo se han tomado o no, para resolver realmente las demandas de los pueblos. Los gobiernos que, aunque tengan un bello discurso progresista, no son capaces de tomar verdaderas medidas anticapitalistas, para no chocar con la burguesía, reciben el lógico castigo electoral de las masas populares.
No es un problema de conciencia solamente, sino un problema que para los pueblos hambreados y super explotados es concreto, porque representa la sobrevivencia cotidiana. Aunque hay un elemento ideológico sin duda, a nuestra manera de ver, el problema central que resuelve todo es la decisión de adoptar, o no, reales medidas anticapitalistas.
Para estos dirigentes, el problema no estaría en mantener sus gobiernos dentro de las reglas del juego capitalista y la llamada democracia burguesa, sin dar paso a reales procesos de socialización de los medios de producción, de participación de la clase trabajadora en el control de la economía, etc.
Por el contrario, en los expositores del evento ALAS-CLACSO hubo mucho de reivindicación del compromiso con la «democracia», sin el apellido de clase (burguesa, como exigía Lenin), y de renuncia velada o indirecta a la idea de revolución social cuando se insistía en que era cosa del pasado la lucha armada.
De la utopía neoliberal de Monedero al dualismo antropológico de Mujica
Intentemos un apretado resumen de las exposiciones. Omitimos a la Sra. Carlotto porque fue más específica de la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo:
Juan C. Monedero: estamos en una lucha ideológica contra la «utopía neoliberal» que capta la imaginación de nuestras poblaciones, que hace creer que es posible conseguir cualquier paraíso a través del dinero y convence a muchos trabajadores de creerse clase media. Esta ideología trabaja promoviendo: el miedo o la incertidumbre sobre el futuro, la delegación política en los políticos y partidos y la construcción intencional de la indiferencia, convenciéndonos de que no hay alternativas al modelo.
A juicio de Monedero la respuesta a esas tres ofensivas ideológicas por parte del «pensamiento emancipatorio» deben ser: una «digna rabia» (como la define el EZLN), la participación y el compromiso. Y propone cuatro acciones: 1. El «no» individual que ayuda a construir el «mosaico» colectivo de la resistencia social al sistema; 2. La exigencia de una «reforma mediática» que controle a los «mass media»; 3. Separar al partido de los cargos institucionales, cuando se ganan; 3. Ser en la actividad política dialécticos o dual (onda/partícula), dado que «las certezas no están consolidadas»: a la vez partido/masas; municipal/nacional; nacional/globalizador; liderazgo/participación; racional/emocional, etc.
No incluyó en su reflexión la crisis catalana, que estaba candente en ese momento, ni a la política de Podemos al respecto.
Álvaro García Linera: en Latinoamérica la izquierda ha dejado de ser intelectual, testimonial y sacrificada como lo era en los 70. Destacó éxito de políticas sociales de los gobiernos progresistas: disminución de la pobreza de 210 millones de personas en el 2000 a 140 millones en 2015; crecimiento de la clase media y del ingreso de los trabajadores de 10 al 15% y del gasto social en 10%, etc. Además de una colaboración soberana de los estados sin la tutela de Estados Unidos a través de la CELAC, UNASUR y ALBA.
Sin embargo, dictaminó que «las cosas no son como hace 5 años», pues «no es un buen momento para la izquierda», aunque negó que se haya acabado el «ciclo progresista», destacando las victorias electorales del Frente Amplio en Chile y Perú.
Fue el expositor más específico en esbozar una autocrítica señalando 7 errores de las izquierdas y sus gobiernos: 1. Cuando se gobierna la economía ocupa el puesto de mando, «si la economía falla, la política falla»; 2. Construcción hegemonía, dialéctica entre el «núcleo duro» de votantes y ampliar alianzas hacia las capas medias»; 3. Hay que derrotar «intelectualmente» al adversario antes de sumarlo (¿?); 4. Hay que transformar las estructuras cognitivas «weberianamente», transformando la relación con los medios de comunicación para poder vencer moralmente en los cerebros de la gente; 5. Nunca subestimar al adversario; 6. Hay desequilibrios entre liderazgos carismáticos y colectivos; 7. La corrupción, porque la «integridad moral» es la mejor posesión de la izquierda, que si se pierde es peor que las derrotas electorales.
Dilma Rousseff: centró su discurso en el proceso del golpe de estado en su país. Reivindicó las políticas sociales de los gobiernos del PT señalando que los gobiernos del PSDB solo aplicaban «planes pilotos» para poblaciones muestrales, mientras que el gobierno de Lula y el suyo ampliaron grandemente las políticas sociales: hasta 46 millones de personas en el plan «Bolsa Familia» y 63 millones en el de salud; el congelamiento del precio del gas de cocina (para los pobres); y la elevación a «clase media» a 40 millones de personas.
A partir de 2014 es cuando inicia la crisis en Brasil, con: 1. La caída del precio de los «commodities»; que tuvo efectos inmediatos en las recaudaciones fiscales; 2. La política monetaria de Estados Unidos que produjo inflación; 3. La caída notable de la producción de bienes (entre 10 y 6 %).
A su juicio, la oposición de derecha concluyó que no podían ganar electoralmente al PT, de ahí que deciden propiciar el golpe mediante la «criminalización del presupuesto» social y la misoginia, para lo cual usaron el control de los medios de comunicación nacionales. El golpe tenía tres objetivos: debilitar a los BRICs; imponer un modelo económico contra el neodesarrollismo, la industria nacional y el desmantelamiento del estado nacional; contra el presupuesto social (Temer lo ha congelado por 20 años).
Dilma, en su intervención de una hora, no realizó ninguna autocrítica de su gobierno y partido, ni aludió a las reformas económicas de corte neoliberal iniciadas por ella, ni a la alianza electoral con el PSDB. Sí reivindicó que es posible una «relación decente» con el mercado (regulado) y el compromiso con la democracia, el «lado cierto de la historia».
José Mujica: mantuvo lo esencial del discurso ofrecido en el Paraninfo de la Universidad de Panamá cuando se le otorgó el «Doctorado Honoris Causa», una semana antes, cuya lógica argumental es que: existe una dualidad en la historia, que hace a la «esencia antropológica» de los seres humanos, la lucha entre el egoísmo individualista y la solidaridad colectiva.
A su juicio, la lucha actual entre la izquierda y la derecha no es más que la actualización de esa lucha eterna que hace a la «condición humana». La izquierda desarrolla una lucha ideológica por el bien común, pero es una lucha en la que nunca se gana definitivamente, «porque nunca estaremos derrotados porque nunca triunfaremos definitivamente».
Con esto Mujica cerró el debate, tanto literalmente en Montevideo, como para siempre, puesto que una vez que ha pontificado, cuál si de moderno San Agustín se tratara, que el problema se remite a la «esencia del hombre» (carne corruptible/espíritu perfecto), ya no hay lucha de clases que valga, ni programas, ni partidos.
Sólo cabe la resignación cristiana o, como postulan los «revolucionarios» postmodernos, la «resistencia», porque la revolución socialista salió del discurso y del horizonte de las esperanzas que empujan la acción política.
Es el mismo viejo debate: reformar el capitalismo o hacer la revolución socialista
De lo dicho por los expositores, en especial por García Linera y Rousseff, se desprenden dos conclusiones claras:
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La positiva, los gobiernos progresistas demostraron que repudiando al mercado (capitalismo) como único regulador, y adoptando algunas políticas sociales desde el estado, es posible mejorar la vida de millones de personas notablemente;
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La negativa, los gobiernos progresistas no alteraron la esencia del sistema capitalista, ni de la estructura productiva, ni la asignación de proveedores de materias primas en el mercado mundial, por ende, sus logros sociales han sido limitados y reversibles.
La crisis de los gobiernos progresistas está en que se han atorado en los límites del sistema capitalista y por ende caen víctimas de las propias contradicciones del sistema: crisis económica mundial, caída de los precios de las exportaciones de materias primas, bajas recaudaciones fiscales de las que dependen los programas sociales, estancamiento productivo, y su consecuente aumento de la pobreza, desempleo, delincuencia, etc.
El caso más dramático es el de Venezuela, donde hay una hiperinflación de tres dígitos, un desabastecimiento notable de los productos de primera necesidad, que no es peor gracias a que se mantienen a medio ritmo las ayudas sociales que aporta el estado a las familias. Pese a lo grave de la situación, se mantiene un sistema inoperante de importaciones mediante asignación de divisas del estado hacia empresas privadas y no se ha nacionalizado la banca. Con lo cual se mantiene intacto el poder económico de la burguesía enemiga del Proceso Bolivariano para sabotear y propiciar el golpe de estado.
Pasados 15 años de la experiencia con gobiernos progresistas, los países latinoamericanos siguen siendo monoexportadores de materias primas; con economías capitalistas controladas por élites oligárquicas, con clases trabajadoras en que prevalece el empleo precario, los bajos salarios, altas tasas de desempleo e informalidad, con su consecuente pobreza, y baja calidad de los servicios públicos, de salud y educación, con deficientes índices de violencia. En fin, nuestros países han cambiado muy poco.
Respecto al otro elemento del debate en Montevideo, el factor subjetivo o la conciencia de clase, ésta se construye permitiendo la acción política independiente de la clase trabajadora en la defensa de sus intereses mediante sindicatos y organismos de tipo asambleario (como lo fueron los Cordones Industriales del Chile de Allende).
Pero en esto también los gobiernos progresistas han cometido «harakiri», al no permitir la actuación independiente y el debate democrático en los organismos de la clase. Por el contrario, ha prevalecido el manejo clientelista, debilitando a la acción popular que da fuerza al proceso de cambios anticapitalista. Por carambola se han debilitado a sí mismos.
Aquí es donde conviene repasar las enseñanzas de Lenin, dirigente de la primera revolución obrera triunfante de la historia, la Revolución Rusa, cuando en duras circunstancias de los años 20 adoptó un conjunto de medidas favorables a los capitalistas rusos (la NEP), pero que trazaba donde estaban los límites que seguían definiendo como socialista a ese proceso:
«Esta revolución es socialista. La abolición de la propiedad privada de la tierra, la introducción del control obrero, la nacionalización de los bancos son otras tantas medidas que llevan al socialismo. No es aún el socialismo, pero son medidas que nos llevan a él a pasos de gigante. No prometemos a los campesinos y a los obreros un país de abundancia de un día para otro, pero decimos: la alianza estrecha de los obreros y de los campesinos explotados, la lucha firme, sin desfallecimiento, por el poder de los Soviets nos conducen al socialismo» (citado por Eric Toussaint).
Bibliografía
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Toussaint, Eric. «Revolución rusa y sociedad de transición. Lenin y Trotsky frente a la burocracia y a Stalin». En: La Revolución Rusa 100 años después. Compilador: Mario Hernández. Editorial Metrópolis. Buenos Aires, 2017.
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