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La directiva Frankenstein

Fuentes: La Voz de Galicia

 EL NO en Francia a la Constitución Europea crece a una velocidad vertiginosa. Los que hace un mes pensaban votar no sumaban 35%. El lunes pasado, la primera encuesta seria les vaticinó 51%, y el martes, otro sondeo arrojó el 52. Ayer, nos enteramos de que un 65% de los agricultores votarán no. Y anteayer […]

 EL NO en Francia a la Constitución Europea crece a una velocidad vertiginosa. Los que hace un mes pensaban votar no sumaban 35%. El lunes pasado, la primera encuesta seria les vaticinó 51%, y el martes, otro sondeo arrojó el 52. Ayer, nos enteramos de que un 65% de los agricultores votarán no. Y anteayer nos informan de que Bruselas ha decidido modificar (no suprimir) la directiva Bolkestein, más conocida aquí por el nombre del personaje aterrador de Mary Shelley, Frankenstein (¡y el hombre lobo!). La propuesta de esta iniciativa fue adoptada en enero del 2004, sin oposición alguna. Solo el belga Philippe Busquin y la señora Loyola de Palacio emitieron algunas reservas. La representante del PP -y de España- hizo constar en acta que esta iniciativa podría perjudicar… ¡a las loterías de los países europeos!

¿Cómo se explica esta progresión inesperada del no? Tanto por la situación económica y social, por supuesto, como por la permanencia de un poder impopular y una Europa que se encamina hacia una inmensa multinacional. Añadamos las manifestaciones de colegiales, los provechos desorbitados de las grandes empresas al lado del deterioro de las clases más desfavorecidas, el aumento del paro, que alcanzó estos días el 10%, y el problema de la adhesión de Turquía. En esto, los franceses dan por sentado que se va haciendo insidiosamente: ¿Acaso, dicen, no participa ya en el concurso de Eurovisión, y la final de la Liga de Campeones de fútbol no se va a celebrar el 25 de mayo en Estambul?

Por si fuera poco, se han dado varios escándalos de corrupción de ministros importantes del actual Gobierno. El francés medio asimila todos estos males al neoliberalismo explícito, desde su primer punto, en el proyecto de la Constitución Europea.

De todo, lo que más asusta en Francia es la directiva Bolkestein. El objetivo de esta directiva consiste en «establecer un marco jurídico que suprima los obstáculos a la libertad de establecimiento de los prestatarios de servicios y a la libre circulación de los servicios entre los Estados miembros». En román paladino, el neoliberalismo en su forma más brutal. Una prueba más de esta tendencia es que el jefe de la patronal francesa, Ernest-Antoine Selliere, dimitió de su cargo para ocuparse… !de la patronal europea!

La principal norma de la directiva Bolkestein estipula el «principio de país de origen», que no es sino una incitación legal a las deslocalizaciones de empresas hacia aquellos países de la Unión donde imperan las peores condiciones sociales, fiscales o ambientales y donde la protección de los consumidores es menor. Si se aprueba, se podrían crear empresas con una sede social más o menos fantasmagórica y que desde un simple apartado de correos puedan intervenir en toda la Unión. Una subcontrata polaca, con trabajadores polacos o franceses contratados en Polonia, pero trabajando en España, se regiría por las leyes laborales (salarios, seguridad social, etc.) y mercantiles polacas. Todo ello, naturalmente, en la lógica del Tratado Constitucional Europeo, que especifica que la responsabilidad de las políticas sociales corresponde exclusivamente a los estados miembros.

Los partidarios del sí (los grandes partidos, tanto de derechas como de izquierdas, ambos neoliberales como en España) han lanzado una campaña desmesurada en favor de su posición, con comités de apoyo de artistas, intelectuales, científicos, que comenzó con pocos argumentos el miércoles pasado. El propio presidente Jacques Chirac se encuentra maniatado: le exigió a Bruselas que retirara la iniciativa Bolkestein, por lo cual, mientras no lo consiga, difícil le será abogar por el sí. Es dudoso que la modificación prometida no baste para calmar a los electores: habría que cambiar completamente el proyecto.

En su inmensa mayoría los españoles ni se enteraron, aunque -con toda inmodestia- bien lo había explicado yo en La Voz de Galicia del 18 de febrero pasado. Pero España estaba atada y bien atada por sus dos partidos mayoritarios, ambos, tanto monta, monta tanto, partidarios del sí y decididos a hacerlo con precipitación y alevosía para que la directiva entrara doblada. Ya lo escribí, y ahora no tiene gran remedio, pero como André Gide decía que «todo ha sido dicho, pero como nadie escucha (me lee, en este caso), hay que repetirlo mil veces. Dije: ‘Se descubre lo que entraña la directiva Bolkestein, denominada hasta ahora liberalización de servicios'». Según ella, un rumano o una empresa rumana (ejemplo entre mil) pueden instalarse y trabajar en Arteixo con los salarios, seguridad social, derechos laborales, etc., que se practican en Rumanía (a veces 5 euros por hora.). ¿Cómo competir con ellos? Será un desastre para la economía local.