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Congreso del Frente Amplio uruguayo

La fantasía realizable de la elaboración colectiva

Fuentes: La República

Tal como muchos preveíamos, aunque no menos dudaran, el Frente Amplio uruguayo (FA) recreó el pasado fin de semana su pasión por los debates, la elaboración colectiva y las precisiones de sus fundamentos y perspectivas de intervención e iniciativa políticas. Al punto que concluyó llamando a un cuarto intermedio de su congreso hasta marzo o […]


Tal como muchos preveíamos, aunque no menos dudaran, el Frente Amplio uruguayo (FA) recreó el pasado fin de semana su pasión por los debates, la elaboración colectiva y las precisiones de sus fundamentos y perspectivas de intervención e iniciativa políticas. Al punto que concluyó llamando a un cuarto intermedio de su congreso hasta marzo o abril para poder tratar con detenimiento las varias decenas de parágrafos del documento de valores y principios que no llegaron siquiera a discutirse. Lo que supone a la vez la posibilidad de reelaborarlos en el interregno. Probablemente sea una de las iniciativas más audaces e inéditas en la historia congresal del FA. De los cinco capítulos que contiene, sólo pudo aprobarse el primero, aunque a través de una discutible metodología aceleradora de último momento consistente en la inclusión de muchos puntos en un paquete integrador que, a pesar de la atenta concentración de los delegados para evitar malos entendidos, ha dejado cierta confusión y no pocas dudas. Por ejemplo, con el insólito parágrafo 41 que liga mecánicamente derechos con obligaciones y -si la atención e inexperiencia no me han jugado una mala pasada- habría quedado en la versión definitiva.

Sin embargo, a pesar de algunos pasajes endebles provenientes del original, el capítulo aprobado se vio realzado por una extensa sucesión de enmiendas (y algunas supresiones de parágrafos ambiguos o directamente retrógrados) que lo enriquecieron y modificaron sustancialmente. Por tal razón hay quienes han llamado al texto «actualización ideológica». No le sienta mal el mote si consideramos por ejemplo que el congreso decidió añadir a la histórica definición del FA como antioligárquico y antiimperialista, la de antipatriarcal y antirracista, aunque esta indispensable sumatoria no surgió del insumo original sino del encuentro de mujeres en La Paloma al que me referí en un artículo previo, para ser luego acogido casi unánimemente. Si a principios de los ´70 no era suficientemente problematizada la opresión de género y racial, hoy resulta ineludible para una fuerza que se comprometa con la lucha por la igualdad y la emancipación humana. Hasta la propia presentación de los capítulos quedó ahora sólidamente enlazada con el espíritu rebelde y crítico de los documentos fundacionales de los ´70 y ´80 que trazaron el norte de la fuerza política. Muy sintéticamente el texto dota de mayor precisión al concepto de igualdad abarcando esferas generacionales, étnicas, de orientación sexual, de género y hasta educativas con un nivel de detalle que excede largamente la mera pretensión de justicia social a través de la exclusiva redistribución del ingreso y la riqueza. Vuelve además a recordar la centralidad de la batalla por las ideas y la disputa contrahegemónica, ampliando la agenda de derechos y el alcance de la protección social. Ratifica la lucha contra la impunidad aún vigente por los crímenes del Estado terrorista y la transparencia y conducta ética para la función pública. El debate del otro documento, directamente enfocado en la reforma constitucional de manera mucho más sintética, fue aprobado con algunas modificaciones dejando la resolución del método para su impulso en manos del Plenario Nacional del FA. El llamado a cuarto intermedio intenta evitar que el documento de valores y principios corra la misma suerte.

Pero además de valorar las sustantivas modificaciones del primer capítulo del documento cuya versión final acometerá el congreso a su vuelta del cuarto intermedio, creo indispensable señalar los particulares cuidados que el reglamento de funcionamiento hizo posibles acompañado de una rigurosa práctica, sin dejar por ello de apuntar algunas limitaciones, obviamente comunes al tratamiento de ambos documentos.

En primer lugar, la adopción de exigencia de una mayoría calificada de dos tercios para aprobar modificaciones de los documentos en sesión plenaria, que tiene el mérito de acercarse al criterio de consenso, sin llegar a instaurarlo, ya que -como sostuve el domingo pasado-, creo que una de las razones de la vaguedad del texto original y del tiempo transcurrido de casi dos años para tan pobre resultado se debe a la búsqueda del consenso absoluto, que suele producir efectos indeseados de entorpecimiento y paralización. Inversamente, una decisión colectiva que fuera adoptada por simple mayoría casi pareja, es decir compartida por la mitad de los congresales mientras la otra mitad la desaprueba, revela ausencia de convencimiento colectivo y la necesidad de continuar la discusión y el trabajo. Pero tan importante como este principio lo es que en las comisiones pueda introducirse una propuesta de enmienda con sólo el 20% de los votos, lo que permite que llegue al plenario para ser debatida previamente al requerimiento aludido de mayoría calificada.

En segundo lugar, la práctica de la más plena igualdad en el uso de la palabra y de los tiempos concedidos, quienquiera sea el congresal, junto a la rotación en las funciones de coordinación y ordenamiento de la mesa, ya que toda rotación es siempre útil para erosionar el caudillismo, y la reproducción de jerarquías. A la vez, la igualación de condiciones de intervención no uniforma personalidades y talentos, ni logra disimular la eventual mayor capacidad oratoria, de síntesis o persuasión, pero morigera el peso de los liderazgos socialmente construidos atenuando la desigualdad de poder.

No obstante estas prácticas democratizadoras del poder decisional, encuentran su límite en la orfandad organizativa e inclusive informativa en la que se encuentran los comités de base y probablemente también los sectores más pequeños. Los vasos comunicantes entre ellos se encuentran obturados al carecer de una publicación y hasta de una página web que vaya difundiendo y socializando sus discusiones, elaboraciones y propuestas. Lo que debiera ser una estructura en red con ciertos nodos concentradores, termina convirtiéndose en un archipiélago de iniciativas aisladas en el mar de la incomunicación. Sólo el muy particular talento de unos cuantos militantes y una voluntad sostenida de transformar un lánguido compromiso textual en un verdadero compromiso político transformador, pudo hacer converger muchas propuestas heterogéneas en el texto del primer capítulo. Pero no deja de ser una virtud asociada a la improvisación y a la tensión de la prisa. Los militantes sólo pueden elaborar con tiempo sus posiciones e incluso influir por escrito sobre las de otros si cuentan con información previa distribuida y tienen tiempo de reflexión y discusión. Se evitaría con ello, además, la conocida manipulación de mociones imprevistas o los llamados «manijazos» cuyo riesgo se acrecienta con el cansancio y la oralidad. Si cada militante conoce previamente los aportes de otros, podrá luego converger en síntesis o bien elaborar con tiempo alternativas sin que sus intervenciones escritas u orales se encuentren condicionadas por el apuro y las capacidades personales de redacción u oratoria.

La epopeya del cuarto intermedio comenzó a gestarse la noche del sábado en improvisados corrillos mediante tímidas iniciativas, escasas de confianza en su éxito y casi como única salida ante el escurrimiento del poder decisional colectivo hacia instancias más estrechas y acotadas como el Plenario Nacional del FA. Haberlo evitado no se explica sino desde la multicausalidad. Esbozo un primer intento. 1) Contribuyó la endeblez del documento a discutir. 2) Su extensión. 3) El escaso tiempo que los comités tuvieron para trabajarlo y elaborar sus propuestas. 4) La orfandad organizativa de los comités de base y particularmente el bloqueo comunicacional en la que se encuentran. 5) La voluntad protagónica tanto de las bases, cuanto de sectores disconformes con el documento y militantes sectorizados deseosos de mayor protagonismo e incidencia en la discusión 6) La complejidad de la tarea colectiva que no sólo exige mayor tiempo sino también perfeccionar la arquitectura organizativa de adopción de decisiones colectivas tanto como fundar una política comunicacional que reduzca el abismo entre dirigentes y dirigidos. Intentaré en sucesivos artículos detenerme en este punto.

Resulta simplista la lectura del resultado como de oposición entre bases y sectores políticos como por ejemplo reflejó el diario El País en su edición del lunes. No se habrían alcanzado 511 votos exclusivamente con los comités de base, muchos de los cuales ya carecían de delegados del interior con sus pasajes de vuelta marcados. Algunos sectores, tal vez minoritarios, acompañaron la iniciativa continuista. Otros tal vez dejaron librado a sus militantes la decisión o no lograron persuadir a su militancia. El mito del monolitismo de los sectores políticos y de las férreas disciplinas volvió a sufrir una herida y tal vez esté cerca de su derrumbe definitivo.

Todo el FA celebrará finalmente esta oportunidad de recrear convocatoria, discusión y protagonismo en uno de sus pilares fundamentales, los comités de base, afectados por el herrumbre al que lo condena la intemperie organizativa. La oposición entre bases y sectores, entre dirigentes y dirigidos no parece tan clara, o al menos no ha llegado a acercarse al abismo.

De allí el canto espontáneo con el que se fueron retirando las tribunas: «el Frente unido, jamás será vencido».

Emilio Cafassi. Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.