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La fe en la Constitución Europea

Fuentes: Rebelión

Si uno analiza el contenido de la propaganda del SI se percata claramente de que ésta consiste en una apelación a la fe. Se trataría de una fe en lo que supuestamente representa la constitución europea, algo como «un gran proyecto de unidad» o «un gran proyecto de convivencia». La clase política espera que, al […]

Si uno analiza el contenido de la propaganda del SI se percata claramente de que ésta consiste en una apelación a la fe. Se trataría de una fe en lo que supuestamente representa la constitución europea, algo como «un gran proyecto de unidad» o «un gran proyecto de convivencia».

La clase política espera que, al proclamar con solemnidad esas vaguedades sobre «un gran proyecto», la gente se quede sobrecogida y asienta con entusiasmo. Así, que la constitución es fantástica para todo el mundo no es algo que deba razonarse, simplemente hay que creer en ello, hay que «verlo». Por eso se repetirá machaconamente ese catecismo constitucional, un gran proyecto, un gran proyecto, un gran proyecto, hasta que uno quede atontado y acabe proclamando ¡sí, yo también quiero participar en este gran proyecto!

Es como el nuevo Airbus A-380, ese majestuoso avión que despega majestuosamente y que representa el despegue de Europa. ¿Qué clase de canalla puede negar el gran proyecto de la constitución mientras ve el Airbus despegando? «Oiga, ¿pero qué tiene que ver el Airbus con la constitución o conmigo, que soy pobre y seguramente nunca me montaré en él?» ¡Silencio, limítese a admirar el Airbus, observe cómo despega, cómo despega Europa, el futuro, el progreso! Y retenga esa imagen tan hermosa para cuando le asalten las dudas.

Un argumento muy manido, lo más parecido a una concesión a la crítica, es que los políticos «no han sabido transmitir a la gente» las bondades de la constitución. Falso: no es que no hayan sabido, ¡es que ni lo han intentado! Los dirigentes no tienen ningún interés por transmitir nada; se limitan a repetir consignas que apelan a emociones muy básicas. No sólo no ha habido el menor interés por que la gente conociera el texto, sino que algunos políticos han dicho explícitamente que no hacía falta conocerlo (Borrell), que la cosa no iba «de un artículo o una frase» (Zapatero). Algunos incluso han reconocido abiertamente no haber leído el texto mientras se permitían hablar de «los catetos del NO» (Ibarra). Lamentablemente, esto es lo que ha triunfado en España.

Pero este modelo de «democracia» va cambiando. Hoy en día, y en buena medida gracias a internet, se puede acceder fácilmente a los textos y leer críticas razonadas basadas en ellos. Uno puede leer con sus propios ojos artículos como el I.41, donde los estados «se comprometen a mejorar progresivamente sus capacidades militares», o el III.104, donde el apoyo de la UE a la defensa de los intereses de los trabajadores «no se aplicará» a las remuneraciones o al derecho de huelga, o las declaraciones anexas, donde se contempla la pena de muerte en varios supuestos.

En los escasísimos debates en los que alguien ha planteado estas cuestiones, los defensores del SI han llegado a reconocer que «bueno, ya sabemos que la constitución no es perfecta, que tiene algunos defectillos», ¡pero no por ello vamos a rechazar este gran proyecto! Por supuesto que yo no rechazo «un gran proyecto», ni rechazo Europa, signifique eso lo que signifique. Lo que rechazo es ESTE proyecto que se me ha presentado como una verdad absoluta e incuestionable. Porque para mí este proyecto no ayudará a las personas a mejorar su calidad de vida. Y quien defienda lo contrario que lo demuestre con algo sólido, no con la demagogia vacía y grandilocuente a la que nos tienen acostumbrados.

Señores políticos que están en los cielos, no pidan a la gente fe en ustedes, tengan ustedes fe en la gente o dejen de llamarse demócratas.