En la Democracia Patas Arriba, de la República Confusa, donde se cuenta la Historia Al Revés, las elecciones son precedidas por una intervención militar. En la Historia Confusa de la Democracia Al Revés, gobernantes impuestos por una intervención militar convocan a elecciones libres y democráticas. En la República Al Revés y Patas Arriba de la […]
En la Democracia Patas Arriba, de la República Confusa, donde se cuenta la Historia Al Revés, las elecciones son precedidas por una intervención militar.
En la Historia Confusa de la Democracia Al Revés, gobernantes impuestos por una intervención militar convocan a elecciones libres y democráticas.
En la República Al Revés y Patas Arriba de la Democracia Confusa, ciertos países de la comunidad internacional cuyos nombres empiezan por i y acaban en mperialismo o ntervencionismo, avalan procesos electorales convocados por gobiernos surgidos de una intervención militar. Es decir y sin elipsis: legitiman golpes militares.
Fuera ironías: la historia al revés reduce y simplifica la democracia, convirtiéndola en el acto de depositar el voto, incluso en contextos antidemocráticos como el que se vive en Honduras desde el 28 de junio: bajo amenaza militar, con intromisión extranjera durante el golpe y después, en condiciones de represión política: «son treinta las personas que han sido asesinadas a raíz del golpe de Estado, nueve de las cuales en el último mes, y a esto hay que agregarle los más de 4 mil casos de violación a los derechos humanos», afirma Bertha Oliva, del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras, Cofadeh . Añade: «Estamos muy preocupados porque estamos viviendo una verdadera guerra de baja intensidad. Siguen las detenciones arbitrarias, hay persecución diaria contra dirigentes magisteriales, y en las comunidades, barrios y colonias, han puesto retenes militares en todas las carreteras y artefactos explosivos en diferentes puntos de la capital para generar tensión y justificar la represión». [1]
En estas condiciones, se impone una concepción utilitarista de la democracia. Se privilegia el instrumento (voto) sobre el fin (capacidad de elección); se disocia lo primero de lo segundo, de manera que votar no implica decidir, sino sancionar lo previamente acordado en otros ámbitos (minoritarios y con uso de la fuerza). Predomina el momento (el acto de depositar un voto, limpiamente dirán los observadores internacionales) sobre el proceso: la democracia como búsqueda de la justicia, construcción colectiva y permanente, más allá del domingo electoral. Se reduce la democracia a la voluntad de aquellos que depositan el voto, independientemente de su cantidad y el contexto, frente a quienes no lo hacen: paradójicamente, la mayoría [2]. Se sobrepone el individuo que vota sobre la colectividad que exige otras reglas de juego. La «nueva» democracia caricatura de sí misma colinda peligrosamente con la dictadura.
En fin, la libertad patas arriba: el ejercicio minoritario y bajo tutela armada del voto genera un proceso democrático, según la opinión de Estados Unidos y otros países como Costa Rica, incluso España, que no «reconoce elecciones pero tampoco puede ignorarlas», según la ambigua expresión del Ministro de Asuntos Exteriores. [3] ¿Empiezan a dominar los intereses económicos sobre los principios?
Disculpen, pero ¿no debería ser de otra forma? Es la existencia de condiciones de libre información (sin radios o canales de televisión clausurados), participación (sin líderes sociales amenazados o asesinados), neutralidad permanente y no circunstancial del Ejército, la que genera un proceso electoral y por tanto un nuevo gobierno legítimo, y no al revés.
El golpe empezó el 17 de noviembre
Necesitamos reescribir la historia. Los hechos, oficial y aparentemente ocurrieron de esta forma:
· el 28 de junio políticos y militares expulsan al presidente Zelaya y modifican de forma violenta la estructura de poder (golpe de estado),
· la comunidad internacional (incluyendo en la comunidad internacional a Estados Unidos con sus ambigüedades) condena inicialmente el hecho y aísla al gobierno de facto,
· el 21 de septiembre la lucha de la resistencia y el retorno de Zelaya imponen una negociación y el Acuerdo Tegucigalpa-San José que obliga, entre otros puntos, a la reinstalación de Zelaya (aunque no revierte el golpe),
· el acuerdo se incumple en este punto, se acercan las elecciones…
· el 17 de noviembre Estados Unidos anuncia su respaldo al proceso electoral y al gobierno electo en este proceso, aplazando hasta diciembre la restitución de Zelaya. Kelly, enviado de Estados Unidos a Honduras, confirma en esa fecha que Washington apoyará las elecciones generales, porque «nadie tiene el derecho de quitar al pueblo hondureño el derecho de votar y elegir a sus líderes. Esa es una parte importante de la democracia y he notado el entusiasmo en el país, que avanza hacia las elecciones del 29 de noviembre». [4]
Veamos la historia de atrás hacia adelante: el anuncio por parte de Estados Unidos un día miércoles 17 de noviembre de la aceptación de las elecciones y del gobierno surgido en este contexto irregular e ilegal, es el mensaje que esperan los golpistas para sacar violentamente del gobierno a Zelaya. ¿No puede ser así? Créanlo, porque en la República Confusa e Invertida los hechos se analizan desde el final hasta el principio y se imponen otras dimensiones espacio-temporales.
El golpe refuerza lo que pretendía anular
Lo que no cambia en la democracia al revés es el futuro: tras la legitimación del golpismo, se fortalece la extrema derecha, se abre un escenario de involución en el continente y de soluciones político militares. Pero se abre también una fase de incremento de las resistencias populares y de propuestas nacionalistas frente al intervencionismo y la hegemonía estadounidense.
La institucionalización del golpe redefine el polo de las propuestas y las apuestas populares en Honduras: de la restitución de Zelaya táctica y estratégicamente prioritaria hasta el 29 de noviembre, se transita al desconocimiento del nuevo gobierno y la nueva institucionalidad, la exigencia de un nuevo proceso electoral, la posible formación de gobierno-s paralelo-s populares, la lucha extralegal por parte de algunos sectores y la refundación de Honduras a partir de la cada vez más creciente solicitud de reforma constitucional (solicitud que el golpe y las elecciones quisieron invalidar): la resistencia se complejiza.
Estas resistencias deben reinventar la República, poner patas abajo la democracia actual (es decir, firme con sus cuatro pies sobre la tierra) y sobre todo empezar a caminar desde el ayer hasta el mañana: sabemos que el progreso no es lineal, que la utopía se aleja dos pasos por cada uno que avanzamos pero también sabemos que la democracia debe tener principios y valores firmes, al contrario de la relatividad ética y legal que predetermina el golpe de estado en Honduras. Estos principios son participación social, predominio del poder civil, búsqueda de la justicia, respeto a la soberanía de pueblos y naciones, defensa de los derechos de las mayorías y las minorías, en un marco de fin del dominio de las elites económicas, procesos de refundación de los anteriores Estados y de transformación de las relaciones de poder.
Paradójicamente, el domingo 29 de noviembre estos principios democráticos se manifestaron con la inasistencia a las urnas, con el desconocimiento del voto, con el silencio masivo y fuera del marco partidario-electoral, lo que hace evidente la necesidad de reinventar la democracia representativa y electoral tal y como la hemos conocido hasta ahora.
El camino transformador y refundador desde abajo es largo, complejo y trastabillante, pero inevitable. En «Patas arriba, La escuela del mundo al revés», Eduardo Galeano retrata este afán de lucha continua y «resurrección inexplicable» de los pueblos latinoamericanos:
«Dicen que hemos faltada a nuestra cita con la Historia, y hay que reconocer que nosotros llegamos tarde a todas las citas.
Tampoco hemos podido tomar el poder, y la verdad es que a veces nos perdemos por el camino o nos equivocamos de dirección, y después nos echamos un largo discurso sobre el tema.
Los latinoamericanos tenemos una jodida fama de charlatanes, vagabundos, buscabroncas, calentones y fiesteros, y por algo será. Nos han enseñado que, por ley del mercado, lo que no tiene precio no tiene valor; y sabemos que nuestra cotización no es muy alta. Sin embargo, nuestro fino olfato para los negocios nos hace pagar por todo lo que vendemos y nos permite comprar todos los espejos que nos traicionan la cara.
Llevamos quinientos años aprendiendo a odiarnos entre nosotros y a trabajar con alma y vida por nuestra propia perdición; y en eso estamos; pero todavía no hemos podido corregir nuestra manía de andar soñando despiertos y chocándonos con todo, y cierta tendencia a la resurrección inexplicable».
Notas:
[1] En «Esta dictadura es peor que la de los años 80», Giorgio Trucchi, Rel-UITA / Rebelión . A estos datos hay que añadir 83 detenciones y una persona muerta durante la jornada electoral, según Andrés Pavón, presidente del Codeh, Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras.
[2] El Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Honduras ha señalado que la participación en las elecciones organizadas por el Gobierno «de facto» de Roberto Micheletti ha sido del 61,3%, mientras que fuentes de la Resistencia lo sitúan entre 30 y 35%, según el canal Tele Sur. En el marco de elecciones convocadas por un gobierno golpista, y definidas como clave para su relegitimación, es lícito dudar de la veracidad de los datos oficiales.
[3] www.elpais.com/articulo/
[4] En www.rebelion.org, 21 de noviembre de 2009 y www.laprensahn.com/Ediciones/
Rebelión ha publicado este artículo con autorización del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.