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La hora de Nuestra América

Fuentes: Rebelión

«Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz» escribió José Martí en una carta a su amigo y compatriota José Dolores Poyo desde Nueva York el 5 de diciembre de 1891, en ese mismo año a principios del mes de enero, fue publicado su célebre ensayo […]

«Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz» escribió José Martí en una carta a su amigo y compatriota José Dolores Poyo desde Nueva York el 5 de diciembre de 1891, en ese mismo año a principios del mes de enero, fue publicado su célebre ensayo Nuestra América, en donde sintetiza el espíritu, el sentimiento, la cultura y la historia de nuestros pueblos, a la vez que proyecta el camino a seguir guiados por los valores de unidad, integración, solidaridad y respeto por las formas de cada nación, siempre mirando el mundo desde el lugar de origen y con los pies puestos en la tierra madre impregnada de sabiduría. Martí fijó en el devenir de los procesos regionales la continua disyuntiva que persiste; consumar la segunda y definitiva independencia de las naciones latinoamericanas o regresar a los tiempos del sometimiento colonial y la devastación de la riqueza humana-natural por la soberbia necia de los imperios.

Nuestra América está amenazada y con ella el futuro de la humanidad, los grandes sucesos de este siglo verán su luz en las tierras naturales de los seres humildes que forjaron la raíz de nuestras naciones. Los cambios en la geopolítica han puesto a nuestra Patria Grande en el centro de los intereses imperialistas que fieles a su naturaleza quieren incendiar los hornos para generar un conflicto inhumano que únicamente puede ser útil para quien niega los derechos fundamentales de los pueblos y los seres humanos, la sinrazón extiende sus alas agitando los mares de la dignidad hermana que nos hace ser una identidad común. Nuestra América unida sabrá defenderse de la infamia como política y de la violencia como bandera, la grandeza de nuestros pueblos está en su cultura enraizada en el saber original, en la resistencia milenaria y en la esperanza sembrada en las praderas de su identidad construida en la acometida y la dignidad.

Los Estados Unidos desea una guerra absurda en comunión con gobiernos regionales que han olvidado y negado el origen de sus pueblos y los lazos que nos unen prefiriendo el destellante plumaje del buitre que habrá de comérselos a ellos también, esos gobernantes que dan la vuelta ante las necesidades de sus poblaciones golpeadas por décadas de injerencia imperialistas, dictaduras que hasta la fecha siguen lacerando las democracias endebles y relegan la sangre derramada por la pedante Doctrina Monroe. La guerra es alabada desde el pupitre de la mentira y la calumnia mediática, tienen la mira puesta sobre Venezuela y agreden a todos nuestros pueblos violando la autodeterminación y soberanía llamándole a sus actos en el colmo del cinismo «ayuda humanitaria», cercan las fronteras con armas militares, hablando con la rabia del inculto brusco que solamente sabe de violencia y dolor, mientras que el pueblo de la República Bolivariana de Venezuela se organiza para defenderse y resguardar todo aquello que durante los últimos veinte años han venido creando y edificando a favor de su desarrollo humano, estamos otra vez ante la vieja disputa entre la barbarie imperialista y la dignidad de los pueblos libres y soberanos.

La unidad y la integración de Nuestra América enfrentan un gran reto, la nueve oleada de agresiones cada vez más abiertas por parte del imperialismo norteamericano, de las potencias europeas con clara nostalgia colonial y de los gobiernos sumisos de la región en cuestión, ponen a prueba la conciencia y la identidad de los latinoamericanos, las voces hermanas se han alzado para exigir se ponga fin a esta campaña injerencista, se levante el bloqueo económico sobre Venezuela y también sobre Cuba, se respete la soberanía de todas la naciones y se terminen las calumnias mediáticas. Nuestros pueblos quieren el garante de la paz como ejercicio de su libertad y para defender esa libertad consumada en la conciencia andarán los senderos necesarios que conduzcan a reclamarla, los hornos avispados para arden forjan la luz emancipada de los pueblos hermanos de Nuestra América.

La hora de los hornos para Nuestra América llega nuevamente, no es la primera vez ni será la última mientras en el mundo existan imperios y potencias cargadas con deseos neocoloniales de apropiación y acumulación de territorios y riquezas. Venezuela es el centro de los intereses hegemónicos de Estados Unidos no solo por la gran riqueza en petróleo y minerales que posee, sino principalmente, por impulsar un proyecto socialista en pleno siglo XXI. Al igual que Cuba ha puesto el ejemplo de que es posible crear sociedades más justas, equitativas y libres sin el manto estadounidense, esa es la causa de la agresión actual como lo ha sido desde décadas atrás, la hora de los hornos que afronta Nuestra América arrojará la luz que pondrá fin al imperialismo y conducirá los pasos para la consumación plena de la dignidad humana en todo el mundo.

Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.