Están próximas las elecciones municipales y regionales, pero las expectativas son deprimentes. En el tiempo transcurrido, los resultados han sido negativos para sus fines.
Los gobiernos subnacionales en su mayoría, han devenido en antros de traficantes políticos que, lucran con la fe popular. Una mirada a este proceso degenerativo, podría ayudarnos a entender al gobierno actual.
La coyuntura política, es un tanto desconcertante para la izquierda y gran parte de la población, pero es resultado de un proceso histórico social. Lejos estuvimos de pensar que esta administración estatal pudiera tener categoría de lumpen político, en el que prima las conductas indebidas sobre las banderas ideológicas. Buscamos una explicación y vemos a las personas nocivas, pero no, el proceso que los encumbró.
Cual bandada de aves de rapiña toman las dependencias del estado, como si fuese un botín electoral. No lo hacen por motivos ideológicos sino por sacar provecho personal a costa del erario nacional. Malos elementos magisteriales y buitres de obras públicas picotean las entrañas del estado. Pero son los del entorno presidencial, los que se han reservado lo más apetecible, para el enriquecimiento ilícito.
¿Cómo es que se ha llegado a esta situación? Para los fines de esta nota, interesa ver el proceso, más que, los personajes, pues el caso no es único. Retrocedamos en el tiempo para encontrar las causas. Puedo dar fe de algunos hechos a partir de la década de 1960 y de la pureza de ideales de los revolucionarios que entregaron su vida por una patria socialista. La mística revolucionaria estaba en lo más alto.
También he visto trabajar honesta y unitariamente a militantes comunistas, socialistas, miristas, trotskistas, demócratas cristianos, acciopopulistas, y ex guerrilleros, aplicando las reformas del gobierno revolucionario del general Juan Velasco. A nadie se le ocurría sacar provecho personal, ni mal utilizar los cargos públicos.
Eran tiempos en que la derecha fue anulada completamente, lo que favoreció el florecimiento de la izquierda. Los medios de prensa fueron expropiados y asignados a los sectores populares. El diario “El Comercio” pasó al campesinado, y los suplementos periodísticos eran manuales de capacitación popular. El pueblo apoyaba masivamente.
Truncado este proceso, la derecha recuperó su predominancia y, los diferentes partidos de izquierda, incluyendo velasquistas (PSR), buscaron agruparse con miras a participar en las elecciones para la asamblea constituyente de 1978. Los grupos de izquierda lograron el 32% de representantes, tras el Partido Aprista que obtuvo 37%.
El contexto cambió y en las elecciones presidenciales de 1980, ganó el candidato que había sido depuesto por Velasco. La izquierda participó con 5 candidatos presidenciales y esto, fue una mala señal de las ambiciones políticas y divisionismo. Solo se obtuvo 14.4% de la votación. Los afanes electoreros se justificaban solo por “táctica”, sin renunciar al radicalismo.
Las discrepancias, generaron dos corrientes. El extremismo fanático tomó la ruta del terrorismo, en tanto que, desde otra perspectiva se formó izquierda unida (IU) que postuló a Alfonso Barrantes al gobierno municipal de Lima Metropolitana en 1984. Accedió al gobierno municipal con el 28.3% de la votación, mientras las candidaturas del interior lograron el 23,3% de la votación nacional.
En la capital, la izquierda entraba por primera vez a gobernar y manejar fondos públicos, con participación minoritaria de partidos de derecha. La gestión de índole popular, hizo la diferencia comparada con los gobiernos tradicionales, lo que le valió a Barrantes para postular a la presidencia de la república en 1985, pasando a segunda vuelta que desistió competir.
Hasta la gestión de Barrantes, no se advertían actos de malos manejos de los fondos públicos. Pero a partir del gobierno de Alan García empezó a expandirse la corrupción en la administración pública, y con el gobierno de Fujimori tomó forma gansteril. Los procedimientos y normas cambiaron en todos los poderes del estado, para facilitar el control mafioso.
En el ámbito internacional de la década de 1990, sucedió un punto de quiebre determinante para nuestro país y la izquierda mundial. El abandono del socialismo por parte de la Unión soviética y países del bloque socialista europeo, generó desaliento en nuestras filas. El vacío, fue cubierto por el neoliberalismo, que se impuso sin contratiempos. Luego vendría el viraje ideológico de China que acabó con el maoísmo. El contexto internacional y nacional cambió negativamente.
Con la “marcha de los cuatro suyos”, se logró la extirpación de la mafia y luego vendría el gobierno de Toledo, con participación de ministros de izquierda. No se cambió la estructura constitucional dejada por el fujimorismo, ni el modelo neoliberal. Los malos manejos de los fondos públicos persistieron, con Toledo a la cabeza. El uso de las obras públicas para el enriquecimiento ilícito se hizo endémico.
En este contexto, los partidos de izquierda se subdividieron hasta perder protagonismo, teniendo que sumarse a la corriente de Ollanta Humala. El fenómeno Lava Jato de la corruptela internacional penetró gobiernos sucesivos, financiando campañas electorales de partidos políticos, para festinar las obras públicas.
Si revisamos la trayectoria, vamos a encontrar al partido nacionalista de Humala, financiado por Lava Jato, en los tiempos en que Verónica Mendoza y Vladimir Cerrón, eran militantes nacionalistas. No se conocía aun, los alcances de la corrupción inducida. La corrupción se generalizó y alcanzó a la izquierda.
Fue Yehude Simons quien, como presidente regional de Lambayeque firmó el contrato con ODEBRECHT para que esta empresa corruptora se posesionara del proyecto Olmos, sobornando autoridades, cuyos seudónimos (codinomes) y montos obran en la fiscalía. En las elecciones regionales del 2006, la izquierda obtuvo la presidencia regional de Pasco, Huánuco y reelección en Lambayeque.
El electoralismo fue ganando terreno y la mística se fue diluyendo. Ya para las elecciones generales del 2011, ODEBRECHT se había posesionado del partido nacionalista y sus sobornos anticipados permitieron el triunfo electoral de Humala. También resultó favorecida Verónica Mendoza, al ser elegida congresista y otros personajes de izquierda que, luego fueron descartados por Humala.
Al propio tiempo, Susana Villarán obtuvo la alcaldía de Lima con la alianza Fuerza Social, Nueva Izquierda y, Tierra y Libertad. Por su parte, el maestro rural, rondero y miembro del SUTEP, Gregorio Santos, usando sombrero campesino alcanzó la presidencia del gobierno regional de Cajamarca, con una organización paralela a su partido Patria Roja. Pedro Castillo era por entonces, militante de Perú Posible, el partido de Toledo.
En esas mismas elecciones, Vladimir Cerrón alcanzó la presidencia regional de Junín, con su movimiento Perú Libre. También Jorge Acurio fue presidente del gobierno regional del Cusco, por el partido de Humala. En todos estos cuatro casos aparecieron indicios de malos manejos y argollas. Se hablaba como izquierda, pero se gobernaba de otra manera. Lo que primaba no era la ideología, sino el usufructo de los cargos públicos.
Coincidentemente, estos cuatro gobernantes, fueron a parar a la cárcel, por corrupción en la concesión de obras públicas. Pero el lumpen organizado siguió funcionando sin ser afectado. En estas circunstancias se incorporó Pedro Castillo a Perú Libre que, obtuvo por segunda vez el manejo del gobierno regional de Junín, en el que operaban los “Dinámicos del Centro”, entre otros malos elementos.
Al ganar Perú Libre las elecciones presidenciales del 2021, ese foco infeccioso se posesionó de la nueva administración nacional, con los resultados ya conocidos. Esta podría ser la explicación al proceso degenerativo que envuelve a la gestión administrativa y política de Castillo. El enfoque parcial descrito a la ligera, por la cortedad de la nota, quizá no tenga mucho sustento, pero con las disculpas del caso, es solo un punto de vista, como ustedes tienen el suyo.
Si de algo puede servir, para recapacitar y mejorar nuestro desempeño político, queda a vuestra disposición. Pero no cabe duda que, se necesita revisar lo actuado y cambiar lo que está mal. Solo así, podríamos tomar un nuevo impulso, renovando organización y métodos de trabajo político. Tenemos que recobrar los valores ideológicos y la mística de trabajo honesto. De nosotros depende. Salvo mejor parecer.
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