Platicando con una niña de 12 años se le preguntó: ¿Cuándo comienzan tus clases? Depende de si los maestros van o no a la huelga, respondió ella. ¿Por qué tus maestros van a la huelga?, se le preguntó nuevamente. Le quitaron su estatuto de docentes, replicó la niña. En conclusión, la vuelta a las clases […]
Platicando con una niña de 12 años se le preguntó: ¿Cuándo comienzan tus clases? Depende de si los maestros van o no a la huelga, respondió ella. ¿Por qué tus maestros van a la huelga?, se le preguntó nuevamente. Le quitaron su estatuto de docentes, replicó la niña. En conclusión, la vuelta a las clases de las y los niños depende de la reposición del reglamento del estatuto de docentes. ¿Por qué será que, bajo cualquier pretexto, cada año siempre se les quita horas y días de clases a los estudiantes hondureños?
A las élites hondureñas que tomaron el poder, después de la «independencia», de 1821, la educación de la población jamás les interesó. Es más, lo veían como maligno y peligroso que los indios o hijos de los mestizos aprendieran a leer y escribir. En algunos rincones de la naciente Latinoamérica de entonces, cortaban la lengua y sacaban los ojos de los indios que aprendían a leer y escribir. ¿Por qué será que le temían tanto a que el pueblo saliera del analfabetismo?
Recién con la inconclusa reforma liberal, la educación se convierte en una preocupación esencial para el Estado hondureño. Marco Aurelio Soto (Presidente) y Ramón Rosas (Ministro de Educación) asumieron la educación como el motor principal del plan de nación llamado «Orden y Progreso». De esta época viene el sistema educativo basado en principios de universalidad, obligatoriedad y gratuidad. Para hacer de Honduras un país moderno, se necesitaba hacer que todas/os fueran ciudadanos. Para hacer de todas/os ciudadanos, se necesitaba educar a toda la población. Pero esta revolución educativa abortó porque, ayer como hoy, pudo más el capricho irracional de los patrones, quienes se alzaron en armas para derrocar aquel intento de liberación y modernización del pueblo.
En estos momentos, el analfabetismo crónico bordea casi el 20% de la población hondureña. Si a esto sumamos a las y los que por falta de práctica se olvidaron lo poco que aprendieron, la maldición del analfabetismo debe estar carcomiendo mínimamente al 30 o 40% de hondureños. Y en estas condiciones, ¿cómo quitarles horas de estudios a las y los estudiantes? ¿Qué está detrás de la suspensión del estatuto de docentes? ¿Serán los maestros quienes quieren dejar a los estudiantes sin clases en los primeros días del año escolar?
La verdad dolorosa es que a las élites que asumen a Honduras como su feudo no les conviene que el pueblo despierte con la educación. Como en el siglo pasado, ellos siguen asumiendo que el buen hondureño es el analfabeto e ignorante, porque sólo así los pocos ricos pueden imponer sus caprichos sobre las grandes mayorías de analfabetos manipulables. Ellos saben que si el burro supiera leer y escribir se rebelaría contra los humanos abusivos.
Los diferentes gobiernos de turno, para agradar a la comunidad internacional que les da dinero, dicen que están luchando contra el analfabetismo. Sin embargo, se esfuerzan por mantener altos grados de analfabetismo en el país. ¿Se acuerda Ud. el regalo del dictador Roberto Micheletti a los estudiantes en 2009? ¿Por qué será que expulsaron del país el programa «Yo sí puedo» de la Cuba solidaria? Con este programa educativo, varios países de Latinoamérica, en lo que va del presente siglo, salieron de la maldición del analfabetismo y ahora van detrás de sus sueños postergados. Mientras escribo estas líneas, cadenas de radio TV nacionales van replicando anuncios comerciales: «Bendiga Dios a esta pródiga tierra. Bendiga Dios a las empresas mineras que nos traen el desarrollo…»
No dejes que le sigan sacando los ojos a tus hijos/as con más suspensión de clases y expulsión de programas solidarios para la liberación. El problema no son los maestros, ni sus estatutos. El problema es que los patrones tienen miedo a que Ud. y sus hijos despierten mediante la educación. Pero la liberación intelectual y moral ya llega, ya estamos en ello. Y Ud. no puede quedar indiferente en este proceso.
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