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Entrevista a Guillermo Almeyra, editorialista internacional de La Jornada (México)

«La política del gran capital excluye la democracia»

Fuentes: Rebelión

Mario Hernandez (MH): Ya está con nosotros Guillermo Almeyra. En la última comunicación que tuvimos hace un par de semanas habíamos introducido al tema del fortalecimiento de la extrema derecha en Europa con una serie de situaciones que se habían presentado, particularmente en Francia con los gitanos, pero que se replican en la República Checa […]

Mario Hernandez (MH): Ya está con nosotros Guillermo Almeyra. En la última comunicación que tuvimos hace un par de semanas habíamos introducido al tema del fortalecimiento de la extrema derecha en Europa con una serie de situaciones que se habían presentado, particularmente en Francia con los gitanos, pero que se replican en la República Checa donde en menos de un año son tres los gitanos muertos como consecuencia de agresiones violentas.

También he estado leyendo las declaraciones del vicepremier y ministro de Finanzas japonés, Taro Aso, quien pidió respecto de la reforma de la Constitución japonesa, que se busque inspiración incluso en la Alemania nazi.

-En Estonia se reunieron veteranos de la división estonia de la Waffen SS y el ministro de Defensa, les dirigió un mensaje de respaldo a los miembros de la «Alianza de combatientes por la libertad de Estonia» que lucharon por «preservar Estonia del comunismo». ¿Qué opinás de estos hechos?

-Guillermo Almeyra (GA): Hace rato que se viene dando una campaña, incluso oficial, de revisionismo histórico que pretende blanquear al fascismo y al nazismo. En Italia, por ejemplo, llegaron a desfilar juntos los partisanos que lucharon contra Mussolini con los ex combatientes fascistas, bajo el lema somos todos italianos, nacionalistas, etc. La reconstitución nacional, la idea de la unidad nacional.

Por otro lado, la política del gran capital de concentración brutal del poder y la riqueza, excluye cada vez más la posibilidad de conquistas y espacios democráticos. El electorado no cuenta para nada. El pueblo griego puede decidir lo que quiera pero se le impone el diktat del gran capital europeo y así sucesivamente.

EE. UU. llega a anular el derecho a la privacidad de la correspondencia que formaba parte de la libertad de expresión.

Hay una campaña brutal contra los derechos, por consiguiente, ante el derrumbe del orden oficial, surgen dos polos que piden otro orden. Por un lado, los que piden un orden no capitalista, un orden justo, por otro, los que piden el orden del cementerio, del dominio militar, el orden nazi, del racismo. Se fomenta de nuevo el racismo, el militarismo y las ideas totalitarias como en los años ’30 por razones similares. Es un ocaso de la democracia oficial ante el hecho que cada uno tiene que imponer su propio margen de acción. Entonces, está el racismo brutal, parlamentarios que osan decirle a una ministra italiana que nació en el Congo que es un orangután. Los fascistas lo dicen abiertamente y no les pasa nada aunque sean miembros del Parlamento.

Aparecen los fascismos de todo tipo, las tendencias totalitarias, una expresión larvada de guerra civil. Esta es una evolución del capitalismo.

-MH: A la guerra civil ha convocado un partido de la derecha italiana si encarcelan a Berlusconi.

-GA: Nada menos que en defensa de un tipo que prostituye menores y defrauda al fisco. Guerra civil para defender eso. Es un fin de régimen donde el Estado se pone cada vez más como un instrumento de opresión y se restringen las libertades democráticas, donde cada uno asegura su margen de maniobra con la fuerza. Se parece al Medioevo cuando los grandes señores se amurallaban dentro de su castillo y tenían ejércitos privados. Ahora, los sectores vulnerados de las clases medias y de los burgueses nacionales débiles de determinados países, largan sus perros fascistas y nazis contra la idea de solidaridad, de sindicato, incluso de reformar el capitalismo porque a los que lo plantean los consideran peligrosos, como pasó en Noruega, donde un tipo fue a matar a jóvenes socialdemócratas en un campamento de verano.

El Islam ha unido lo que en Europa se separó durante el Renacimiento

 

-MH: Me quedó dando vueltas en la cabeza el tema de los musulmanes que también abordamos hace dos semanas. En EE. UU., el pastor Terry Jones ha estado organizando quemas públicas de El Corán acusándolo de «asesinato, violación y de ser responsable de actividades terroristas en todo el mundo». Para este año, ha anunciado que el 11 de setiembre volverá a destruir ejemplares, ahora en número de 2998, el mismo de las víctimas que, según él, murieron en el atentado a las Torres Gemelas «a manos de islamistas radicales».

-GA: Es un provocador, pero en este caso aparece de nuevo el miedo y el temor hacia el Islam porque al igual que todas las religiones semíticas no diferencia entre la religión y la ley. La ley es religiosa. Israel, por ejemplo, no tiene Constitución, se rige por las leyes religiosas. Se es ciudadano porque se es hijo de madre judía, no por otras razones.

El Islam ha unido lo que en Europa se separó durante el Renacimiento. Al mismo tiempo que habla de comunidad religiosa, también lo hace de nación. La Nación es religiosa, lo que hace que aparezca como un monolito frente a un mundo que se está resquebrajando. Por eso hay un miedo muy grande al Islam desde siempre, porque fue la base de nuestra cultura. Si se conocen los griegos fue por los árabes, si avanzó la ciencia fue por los científicos árabes del 1100, 1200, 1300. Sobre todo, es el temor al otro, al otro que resiste y no quiere tener el modo de vida occidental. El temor a los salafistas, a los grupos más exasperados, más ultras del Islam, es un pretexto, en realidad, le tienen miedo a la comunidad musulmana. Le tienen mucho más miedo a la «primavera árabe», a la movilización de los árabes, aunque la mayoría que lo hacen sean laicos y no planteen un Estado teocrático. Son terroristas, aunque en su momento los hayan utilizado. Bin Laden era un hombre organizado por la CIA, los talibanes estaban pagados por la CIA. A esos los pueden manejar, lo que no pueden manejar es un sentimiento nacional que rechaza un concepto entero de civilización.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.