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La Rusia no glamurosa

Fuentes: Pravda

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín

Viendo los resúmenes diarios de los noticieros, repletos de informaciones sobre la frustrante vida de la mayoría de los rusos, al tiempo que te quedas admirado de los reportajes de las interminables presentaciones y populares fiestas de artistas y políticos, uno llega sin querer a la conclusión, de que dentro de Rusia es como si existiesen dos países.

Existe un país para un pequeño puñado de «elegidos». En esa Rusia se inauguran «boutiques» de lujo, se celebran por todo lo alto semanas de la alta costura, se producen películas con presupuestos multimillonarios, se construyen rascacielos de oficinas y hoteles de cinco estrellas, los ciudadanos emperifollados, cargados de oro, platino y brillantes, acuden a multitudinarias recepciones, mientras una juventud alegre celebra, mientras bebe una cerveza o algo más fuerte, que nos hayan concedido la organización del mundial de fútbol de 2018.

La otra Rusia, es el país que existe para todos los demás, para los relegados a la categoría de gente de segunda clase. En ese país, la gente puede estar sin luz ni calefacción en lo más duro del invierno, viviendo en casas donde el suelo se deshace bajo los pies, donde el techo tiene goteras y donde cuando abres el grifo, este escupe agua, a menudo herrumbrosa, como si lo hiciera siguiendo un misterioso horario predeterminado. A los habitantes de esta Rusia les quedan muy lejos los nuevos modelos de «smatphone» e «iPad», ni tampoco se devanan los sesos decidiendo el tono del mármol con el que recubrir sus chimeneas. Algunos no saben siquiera lo que significa tener calefacción central.

Son ciudadanos de nuestra patria inabarcable, olvidados de dios y por el gobierno, como por ejemplo la anciana de la aldea Selishki-Okorokovo de la región de Yaroslav, para quienes la principal preocupación es encontrar algo decente que echar a su destartalada estufa. Menos mal que hay una serrería en las cercanías en la que hacerse con una par de sacos de virutas como sustituto de la leña con la que calentarse.

Los habitantes de la Rusa «selecta» compiten por ver quien tiene el coche más lujoso, o discuten por demostrar que el jacuzzi o la piscina que tienen en casa es más grande y lujosa, mientras que la población de «segunda clase» , ante la elemental falta de agua corriente en sus casas, se ve obligada a vencer al frío y acercarse al lago para hacer la colada en un agujero en el hielo.

Por supuesto que en la época soviética había quien vivía mejor y quien vivía peor, pero la gente nunca se vio dividida por este monstruoso abismo social, nacido bajo este gobierno pseudemocrático, que se preocupa por el bienestar del pueblo unicamente desde la pantalla del televisor.

Ya a mediados del siglo XIX. el famoso político británico Benjamin Disraeli, quien ocupara en dos ocasiones el cargo de primer ministro de Inglaterra, dijo que los ricos y pobres, son como dos naciones sin relación entre ellas. Viven regidos por leyes diferentes, sin conocer las costumbres, la forma de pensar ni los sentimientos de los otros, como habitantes de planetas distintos, educando a sus hijos de un modo distinto, alimentándose de manera distinta, inculcando distintos modales. Por desgracia, las palabras pronunciadas por Disraeli hace casi dos siglos cobran una enorme actualidad en la Rusia del siglo XXI.