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Xenofobia en Italia

La última diversión del sábado noche: tres jóvenes «de buena familia» pegan fuego a un indio

Fuentes: Rebelión

El sábado por la noche, en Nettuno, provincia de Roma, Francesco, de 29 años, Luca, de 19 y un amigo de 16 años, «puestos de alcohol y hachís», tienen un rifirrafe con un tipo de piel olivácea con el que se topan, un tal Navtej Singh Sidhu, de 29 años, que dormía en la estación […]

El sábado por la noche, en Nettuno, provincia de Roma, Francesco, de 29 años, Luca, de 19 y un amigo de 16 años, «puestos de alcohol y hachís», tienen un rifirrafe con un tipo de piel olivácea con el que se topan, un tal Navtej Singh Sidhu, de 29 años, que dormía en la estación desde hacía días porque había perdido el trabajo. Le piden dinero, lo insultan.  Singh los manda al carajo. Los chicos se van. La idea de «ir por el indio» les viene cuando, repostando en la gasolinera, ven que en el surtidor de gasolina aún queda un euro. Cogen una botella de medio litro de cerveza que llevaban y meten la gasolina. Vuelven a la estación, donde habían visto a Singh y le dan fuego mientras dormía tranquilamente en un banco de la estación. Hoy Singh está muy grave: tiene quemaduras de tercer grado en el 41 por ciento del cuerpo.

Impresionan las declaraciones de estos chicos de «familia bien». Necesitaban «una emoción fuerte para cerrar la noche»; «se nos ocurrió esta machada»; «una idea para divertirnos un poco»; «estábamos buscando un vagabundo, que fuera rumano o negro nos daba lo mismo»;  «el racismo no tiene nada que ver». «Queríamos ver cuánto duraba, pero luego pensábamos apagarlo».

Los antifascistas de Neptuno y la Asociación Soweto se movilizan enseguida para manifestar solidaridad al inmigrante y contra la impunidad de los ataques racistas. Apenas arranca la manifestación, un grupo de provocadores de derecha comienza a insultar a los inmigrantes y manifestantes profiriendo eslóganes injuriosos a propósito del indio herido. Según la crónica de Radio Città Aperta, las fuerzas del orden, en lugar de detener a los racistas, se interponen entre éstos y los antifascistas para evitar que entren en contacto.

En la prensa de hoy, políticos y hombres de las fuerzas del orden achacan el intento de homicidio al abuso de drogas y se dicen sorprendidos. Es esta la banalidad del racismo. Sensaciones fuertes, víctimas débiles.