Hoy domingo 26, cuando se cumple un nuevo aniversario de la matanza de Uchuraccay, cuando la Prensa Grande recoge palabras de Dina Boluarte asegurando que el país “recuperó el equilibrio y la paz” cuando el mundo comienza a tomar conciencia de las amenazas de Donald Trump contra la paz y América perfilando otra vez el rostro fiero del Imperio; los representantes de la Izquierda se reúnen para promover acuerdos que faciliten la Unidad del Pueblo en la lucha contra el Neo Liberalismo y la Mafia que atenaza a la sociedad peruana. Loable propósito, sin duda.
Ahora está más claro que nunca el hecho que la derecha más reaccionaria busca perpetuar su Poder recurriendo a las maniobras más arteras y a las prácticas más mendaces. Por un lado, alienta la dispersión y el desánimo en distintos segmentos de la sociedad; y por otro, alimenta las desconfianzas y los prejuicios para desanimar cualquier esfuerzo unitario.
Para ambos propósitos se apoya también en los elementos inmaduros, corrosivos y disolventes a los que aludía Mariátegui cuando hablaba de la voz pesimista de los que niegan y de los que dudan. Hoy, unos y otros suman en el intento de hacer naufragar cualquier esfuerzo unitario.
Es muy importante subrayar -como lo hizo hace algunos días Indira Huilca- que la Unidad que se requiere construir, no debe ser solamente electoral. Debe ser, en primer lugar y, ante todo, política. Debe afirmarse y sustentarse en objetivos conc1retos y en puntos comunes que sirvan para sumar fuerzas, pero que reflejen una voluntad de clase, un espíritu de transformación y una batalla social por un mundo mejor, más humano y justo.
Debemos ser conscientes que, en el Perú, lo esencial es derribar el Poder Oligárquico y su modelo de dominación. Ahora es muy claro que “los de arriba” no pueden seguir gobernando como lo hacían antes. Sólo falta que “los de abajo” se unan para estar en capacidad de forjar una nueva gestión realmente democrático, popular patriótico, nacionalista y, por eso mismo, antiimperialista. Ella nos abrirá el paso para caminos mayores.
Donald Trump no es tan sólo el presidente número 47 de los Estados Unidos, Es, sobre todo, la más viva encarnación del Imperialismo en su fase más agresiva. Su ascenso al Poder y su belicismo, nos recuerdan a Lenin, que aseguraba que la Guerra no es sólo resultado de la voluntad personal de hombres empeñados en impulsarla, sino sobre todo la expresión de la crisis de la dominación capitalista cuando ésta llega a un determinado nivel de desarrollo y acelera su proceso de extinción.
Por eso se empeña en convertir otra vez a los Estados Unidos de América en el país más poderoso del mundo. Y eso, para satisfacer los intereses de la más ambiciosa plutocracia integrada por los ricos más extremos; Elon Musk. Mark Zuckerberg y Jeff Bezos cuya sola fortuna acumulada, es superior al PBI de todos los países de América Latina y África, Por eso, ocuparon los tres más altos Palcos en el Capitolio el pasado lunes 20.
A ellos, y a Trump sólo les interesa -por ahora- el poderío de los Estados Unidos. Buscan apropiarse de Groenlandia, sumar a Canadá como una estrella más en la bandera de las barras, quebrar a Panamá arrebatándole el Canal, apoderarse del Golfo de México u doblegar la resistencia Azteca, destruir el legado Sandinista de Nicaragua, hundir a Cuba en el mar con Martí, Fidel y todos los cubanos, y derrotar definitivamente la experiencia bolivariana de Venezuela para demostrar que, quien manda en estas tierras, es el amo yanqui.
Y eso, por cierto, con visión de futuro, porque lo que tienen entre ojos es nada menos que derrotar a Rusia para apoderarse de sus riquezas mineras y petroleras y enfrentar luego a China con la idea de asegurar el dominio mundial del Imperio. Si hipotéticamente lo lograran, devorar el Oriente Medio y acabar con la Soberanía de los Estados energéticos de la región, sería algo así como una bicoca.
Ante los designios de la camarilla guerrerista afincada hoy en la Casa Blanca, se juega la suerte de América Latina. Gobiernos como Milei, en Argentina o Noboa en Ecuador, buscan hacerle el juego. Y también tienta ese mismo esquema la servil administración peruana hoy en las sucias manos de la Boluarte que ya invitó a Trump y se ofreció para ir ella a encontrarlo en Washington. En contra partida están unos y otros gobiernos que, en mayor o menor medida, ofrecen resistencia al dominio yanqui o concilian con él.
La batalla contra la Boluarte y su régimen espurio, debe ser el centro de nuestra actividad política. Para abatirlo, tenemos que quebrar el Pentágono que lo sustenta: la suma de los 5 poderes maléficos que le otorgan una muy relativa estabilidad: la suma de los núcleos partidistas más reaccionarios, la “Mayoría” Parlamentaria, la corrupta cúpula castrense, el Alto Empresariado y la Prensa Grande. Y eso, podrá lograrse construyendo la Unidad desde los cimientos de la sociedad, vale decir, la base misma del pueblo.
La participación en elecciones es un reto más, pero no es el objetivo principal. No es por esa vía que vamos a lograr lo más importante: cambiar el escenario nacional. Por eso, lo decisivo no es perderse en el debate sobre candidatos presidenciales. Menos, en cuotas parlamentarias.
La Unidad no se construye para apoyar personas, sino objetivos. Sin prejuicios ni rencores, sin conceptos mezquinos ni aldeanos. Lo fundamental es estar en la base social, en el pueblo mismo, identificado con sus banderas y sus luchas.
Deponer ambiciones, relegar intereses personales o partidistas, y reivindicar el mejor legado de hombres como Alfonso Barrantes y otros, permitiría avizorar el rumbo de nuestro movimiento. Por eso, la Unidad, es tarea de todos.
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