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La victoria

Fuentes: Rebelión

La Segunda Guerra Mundial se desarrolló en lo fundamental en el frente soviético-alemán, donde se libraron las más importantes y decisivas batallas que significaron el viraje radical de la guerra y resquebrajaron la espina dorsal de las Fuerzas Armadas de la Alemania Nazi, la más poderosa fuerza militar de la historia. De las 783 divisiones […]

La Segunda Guerra Mundial se desarrolló en lo fundamental en el frente soviético-alemán, donde se libraron las más importantes y decisivas batallas que significaron el viraje radical de la guerra y resquebrajaron la espina dorsal de las Fuerzas Armadas de la Alemania Nazi, la más poderosa fuerza militar de la historia. De las 783 divisiones alemanas derrotadas durante esta guerra, 607 lo fueron en este frente, donde también fueron abatidos 77.000 aviones y destruidos 48.000 tanques y 167.000 cañones, así como 2.500 navíos de guerra, lo que significó el completo descalabro de la Alemania Nazi.

La mayor derrota alemana se dio en la Batalla de Stalingrado, la más sangrienta y encarnizada de la historia, con más de tres millones de soldados muertos de ambas partes; la misma se prolongó desde agosto de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943, y culminó, luego de combatir sin tregua en cada piso de cada casa, con la increíble victoria del Ejército Soviético sobre el poderoso Sexto Ejército Alemán, algo que nadie en el mundo occidental esperaba. De tantos gloriosos momentos que se dieron en esta batalla se va a comentar sobre la Casa de Pávlov, un edificio de departamentos defendido entre el 23 de septiembre y el 25 de noviembre de 1942 por una pequeña guarnición, cuando un contraataque soviético la relevó. Basta señalar que el Sexto Ejército Alemán, que luchaba por tomar Stalingrado y que en menos tiempo se había apoderado de media Europa, fue incapaz de conquistar esta casa, defendida por una docena de aguerridos soldados. Los hombres del suboficial Yákov Pávlov, que comandó la defensa de esta casa, denominada fortaleza en los mapas militares alemanes, eliminaron más soldados del enemigo que todos los que murieron durante la liberación de París.

Sobre la batalla de Stalingrado, el General alemán, Dorr, escribe: «El territorio conquistado se medía en metros, había que realizar feroces acciones para tomar una casa o un taller, nunca hubo antes un gasto tan grande de municiones. Estábamos frente a frente con los rusos, lo que impedía utilizar la aviación. Los rusos eran mejores que nosotros en el combate casa por casa, sus defensas eran muy fuertes». Fue el General Chuikov, defensor de Stalingrado, quien ideó esta forma de lucha con la que logró que el espacio de separación de sus tropas de las alemanas jamás excediera al radio de acción de un lanzador de granadas. Al destruir la ciudad, los nazis impidieron que la acción de sus tanques fuera efectiva, las mismas ruinas actuaban como defensas antitanques.

Gracias a la moral combativa de los defensores de Stalingrado, los alemanes lograron avanzar apenas medio kilómetro en la ofensiva de doce días de octubre del 1942, habían perdido la iniciativa y no pudieron atacar con éxito otra vez.

El 11 de noviembre, los alemanes atacaron en Stalingrado por última ocasión, intentaban llegar al río Volga en un frente de cinco kilómetros; la ofensiva fracasó porque los rusos defendieron cada metro de su tierra. El 19 de noviembre, el Ejército Soviético comenzó una contraofensiva que había sido elaborada en el mayor de los secretos; cuatro días después, los alemanes quedaron cercados por un anillo de entre 40 a 60 kilómetros de amplitud. El ultimátum enviado por el General Rokosovsky al Mariscal Von Paulus fue rechazado. Para el 2 de febrero de 1943, luego feroces combates, había cesado toda resistencia alemana en Stalingrado. El Ejército Soviético capturó a un mariscal de campo, 24 generales, 25.000 oficiales y 91.000 soldados. En la batalla de Stalingrado, la Wehrmacht perdió un millón de hombres, el 11% del total de todas las pérdidas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, el 25% de todas las fuerzas que en esa época operaban en el frente oriental, más de 3.000 tanques y casi 4.500 aviones. Fue la peor derrota sufrida por el Ejército Alemán durante toda su historia. En Memorias de un Soldado, el General Heinz Guderian escribe: «Después de la catástrofe de Stalingrado, a finales de enero de 1943, la situación se hizo bastante amenazadora, aún sin la intervención de las potencias occidentales».

La victoria de Stalingrado desbarató por completo los planes de los agresores alemanes, resquebrajó todo su sistema de alianzas y llenó de esperanzas a todas las tropas y pueblos de los países que luchaban contra el fascismo mundial. Para Alemania la derrota fue tan dura que decretó tres días de luto. La victoria de Stalingrado marcó el inicio de la derrota total de Alemania nazi y sentó las bases para la expulsión masiva de los invasores del territorio soviético. Casi todo el material militar que se empleó fue fabricado en las fabricas que los técnicos de la Unión Soviética habían trasladado desde la zona central de Rusia hasta el otro lado de los Urales, con los alemanes pisándoles los talones.

Luego de la batalla de Stalingrado se conoció que en el año 1943 tampoco se abriría el Segundo Frente, lo que significaba que el Frente Oriental seguiría siendo el centro más importante de operaciones militares, Alemania podía concentrar en él lo más selecto de sus tropas para luchar contra la URSS.

Mientras tanto, en el norte de África Inglaterra tenía 15 divisiones y 6 los EE.UU., en el Pacífico combatían 9 divisiones norteamericanas, la mayor parte de las fuerzas armadas de ambos países se hallaban en sus respectivos territorios. Mientras tanto la Wehrmacht había logrado movilizar 273 divisiones, de las que 194 luchaban en el frente soviético. Por algo en carta a Roosevelt del 10 de junio de 1943, Stalin le escribe: «Usted y Churchill han decidido posponer la invasión a Europa Occidental para la primavera de 1944. Otra vez nos tocará luchar casi solitariamente». Y en carta a Churchill le escribía: » Nuestro gobierno nunca pudo imaginar que los EE.UU. y Gran Bretaña revisaran la decisión de invadir Europa Occidental… No fuimos consultados… Usted me dice que comprende por completo mi desilusión. Es mi deber aclararle que no se trata de una simple desilusión del gobierno soviético sino de mantener la confianza entre los aliados. No hay que olvidar que se trata de salvar la vida de millones de personas que viven en las regiones ocupadas de Europa Occidental y Rusia, así como también de reducir las inmensas bajas del Ejército Soviético».

Bajo estas condiciones se produciría en el verano de 1943 la Batalla de Kursk, en la que, según Hitler, los alemanes «debían recuperar en el verano lo que habían perdido en el invierno». A partir de entonces, Alemania Nazi se quedó sin iniciativa bélica. Guderian escribe en Memorias de un Soldado: «Sufrimos una derrota demoledora en Kursk. Las tropas blindadas, que habían sido repuestas con gran esfuerzo como consecuencia de las grandes pérdidas de hombres y de material de guerra, quedaron fuera de servicio por largo tiempo. Era imposible restituirlas a tiempo para los combates defensivos tanto en el este como en el oeste, en el caso del desembarco con el que los aliados amenazaban para la primavera siguiente. Como consecuencia del fracaso del plan Ciudadela, el frente oriental absorbió todas las fuerzas que estaban emplazadas en Francia».

En la Batalla de Kursk se exterminaron las mejores unidades del ejército alemán, aquellos que luchaban bajo la consigna de vencer o morir, se enterró también el mito de que era el invierno ruso el que ayudaba al Ejército Rojo; también fue la batalla de tanques más grande de la historia, en ella participaron 6.900 tanques y 4.000 aviones de ambos bandos.

Las victorias militares soviéticas del año 1943 liberaron grandes extensiones de territorio de la Unión Soviética, ocupadas por las tropas alemanas, y demostraron a sus aliados de Occidente que si no desembarcaban en Europa, la URSS sola era capaz de derrotar a Alemania. Fue el factor decisivo para que no se aplazara más la apertura del Segundo Frente, el desembarco en Normandía del 6 de junio de 1944.

Después del desembarco en Normandía, la URSS, con el fin de disminuir la presión que sobre sus aliados se produjo en Francia, comenzó una ofensiva general en el frente soviético-alemán. Esta ofensiva, denominada Operación Bagratión, según el alto mando soviético se hizo con la finalidad de «Limpiar de ocupantes nazis toda nuestra tierra y restablecer las fronteras estatales de la Unión Soviética en toda su extensión, desde el mar Negro hasta el mar de Barents, perseguir a la fiera herida alemana hasta su propia madriguera… Liberar de la opresión a nuestros hermanos polacos, checoslovacos y otros». Sólo cinco personas del alto mando soviético conocían todos los planes relacionados con esta operación. El golpe principal se lo dio a través de pantanos, zona intransitable donde los alemanes no esperaban por completo que se realizara ninguna operación bélica, por lo que sus defensas eran más débiles.

Esta ofensiva sorprendió a los nazis para los que, según les comunicaba el Mariscal Keitel a los comandantes de los ejércitos alemanes en el frente oriental: «En el este la situación se ha estabilizado, los rusos no podrán reiniciar pronto su ofensiva… Por ahora son incapaces de combatir en varias direcciones a la vez». Pero no era así, la URSS atacó Viborg a través del itsmo de Carelia, como consecuencia en Finlandia cayó el gobierno de Ryti, aliado de Alemania. El parlamento otorgó poderes dictatoriales al mariscal Mannerheim, que obligó al ejército alemán a retirarse de Finlandia en dirección a Noruega. Luego las tropas del mariscal Maretskov rompieron las líneas alemanas en Múrmansk y liberaron el norte del territorio noruego ocupado por Alemania. El ejército soviético descargó el siguiente golpe en el frente de Bielorrusia, al que los alemanes llamaban la Barrera Oriental y que, según ellos, era más potente que la «Muralla Atlántica» porque sus ciudades habían sido amuralladas y sólo se podía abandonar esta zona con autorización expresa del Fuhrer. En Bielorrusia lucharon junto a las tropas soviéticas muchos alemanes antifascistas. Fritz Schmenkel, quien fuera fusilado por los nazis en Minsk, es héroe de la Unión Soviética por haber combatido a los ocupantes nazis junto a las guerrillas bielorrusas. El 3 de julio de 1944 fue liberada Minsk. Según publicaba la prensa de los Estados Unidos: «Las tropas soviéticas ayudaron igual que si ellas mismas hubieran asaltado las fortificaciones alemanas en el litoral francés, pues Rusia comenzó una gran ofensiva que obligó a los alemanes a mantener a millones de hombres en el frente oriental, de otro modo hubiese sido fácil oponer resistencia a los norteamericanos en Francia».

El 2 de agosto de 1944, en la Cámara de los Comunes, Churchill dijo: «En el mundo no existe una fuerza capaz de quebrantar y destruir al ejército alemán y ocasionarle pérdidas tan enormes como lo han hecho los ejércitos soviéticos-rusos». El General alemán Siegfried Westphal escribió: «Durante el verano y el otoño de 1944, el ejército alemán sufrió la mayor derrota de su historia, peor incluso que Stalingrado».

Luego de liberar numerosos países europeos del yugo nazi-fascista, las tropas soviéticas entraron en Berlín y el 1 de mayo de 1945 izaron la bandera su país en el parlamento alemán, el Reichstag. Una semana después, el 9 de mayo, las últimas tropas alemanas de las Waffen SS cesaron de combatir y se rindieron en Praga ante el General Kóniev. Terminó la guerra y la humanidad, gracias al heroico sacrificio de todos los hombres libres, se salvó de vivir bajo el Tercer Reich, sistema político que Hitler había planificado para mil años.

Luego de 1.418 jornadas de denodados combates, terminó una contienda en la que fallecieron cerca de 60 millones de seres humanos, de los que 27 eran soviéticos. La mayor parte de ellos fueron muertos como consecuencia de la salvaje represión ejercida por la tropas ocupantes contra la población civil. La historia no conoce la destrucción, la barbarie y la bestialidad de la que hicieron gala los nazis en la tierra soviética, donde aniquilaron el fruto del trabajo de muchas generaciones. El reconocido corresponsal inglés de la BBC, Alexander Werth, escribe: » En efecto, precisamente los rusos llevaron el fardo más pesado en la guerra contra la Alemania Nazi, precisamente gracias a esto quedaron con vida millones de norteamericanos e ingleses». Edward Stettinus, Secretario de Estado de los EE.UU. durante la Segunda Guerra mundial, reconoce que el pueblo norteamericano debería recordar que en 1942 estaba al borde de la catástrofe. Si la Unión Soviética no hubiera sostenido su frente, los alemanes hubieran estado en condiciones de conquistar Gran Bretaña. Habrían estado en condiciones de apoderarse de África y, en tal caso, crear una plaza de armas en América Latina. Son hechos que los modernos falsificadores de la historia odian recordar porque gracias a esta lucha, la humanidad se libró de la noche eterna del dominio imperial con el que Hitler soñó.

El 9 de Mayo es una fecha sagrada para Rusia, porque para conseguir la victoria en la Unión Soviética se inmolaron 27 millones de sus hijos, 60 millones quedaron mutilados, fueron destruidas 32.000 empresas industriales, 65.000 kilómetros de vías férreas, 1.710 ciudades, 70.000 aldeas, 6 millones de edificios, 40.000 hospitales, 84.000 escuelas, 98.000 cooperativas agrícolas, 1.876 haciendas estatales. Los nazis trasladaron a Alemania 7 millones de caballos, 17 millones de reses, 20 millones de puercos, 27 millones de ovejas y cabras, 110 millones de aves de corral. La Unión Soviética tuvo una pérdida de más del 30% de sus riquezas, en valor presente unos 3 billones de dólares (un 3 seguido de doce ceros); algo que en mi opinión impidió que la URSS se recuperase y que a la postre generó la causas para su autodestrucción.

Es bueno recordar el pasado porque entonces, como ahora, el mal crecía sin aparente fin, sin que nadie fuera capaz de detenerlo; sin embargo, la heroica lucha no sólo del pueblo soviético sino de todos los hombres libres salvó al mundo de la moderna barbarie nazi. Tal vez, la más importante lección para las presentes y futuras generaciones es que las guerras hay que combatirlas antes de que estallen.

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