Las putas de La Feria, en Santo Domingo, tan lejos y tan cerca del Congreso Nacional, no ejercen sus labores de blanco inmaculado, aunque se constituyan como tales y diriman sus cargos al favor de anuentes cabildeos, electas y honorables, rondando por las noches las aceras calientes. Las putas de La Feria no juran sus […]
Las putas de La Feria, en Santo Domingo, tan lejos y tan cerca del Congreso Nacional, no ejercen sus labores de blanco inmaculado, aunque se constituyan como tales y diriman sus cargos al favor de anuentes cabildeos, electas y honorables, rondando por las noches las aceras calientes.
Las putas de La Feria no juran sus favores frente a textos sagrados, ni acomodan sus nalgas en mullidos curules donde atender negocios y despachar impunes sus clientes.
Las putas de La Feria, no especulan divisas, no exoneran vergüenzas, no reparten canastas, no trafican con chinos, no tramitan vilezas, no secundan patrañas, no encubren asesinos, no consagran demencias, no celebran infamias, no acumulan delirios, no despachan boronas, no ametrallan fusibles, no acanallan conciencias, no vulneran derechos, no embarazan menores, no bendicen ultrajes, no irrespetan al pueblo… porque ellas no son las putas de La Feria.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.