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Las víctimas del cólera en Haití, una dura acusación del imperialismo

Fuentes: Word Socialist Web Site

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Lo mismo que la gran cantidad de muertos ocasionados por el terremoto del pasado mes de enero, el estallido de la epidemia de cólera en Haití no es un desastre natural sino el producto de la pobreza abyecta creada por siglos que opresión imperialista.

Altos cargos haitianos e internacionales informaron el domingo [31 de octubre] de que los muertos ocasionados por la epidemia de cólera habían llegado a las 337 personas, con más de 4.000 casos confirmados de la enfermedad, la mayor parte de ellos en el cento y norte de la nación caribeña.

Esta enfemedad intestinal transmitida por el agua provoca una diarrea y vómitos incontrolables que si no se tratan pueden acaba con la vida de una persona en cuestión de horas por deshidratación. Como el 75% de las personas que contraen el cólera no muestran síntomas, se cree que las cifras reales de las personas afectadas puede ser de unas 15.000 personas.

El ministerio de Sanidad haitiano y altos cargos de la ONU están advirtiendo de que es probable que la epidemia empeore en vez de mejorar y que podría acabar causando «decenas de miles» de víctimas. La epidemia de cólera podría ser prácticamente incontrolable si se propaga por los barriadas en torno a la capital, Port-au-Prince. Particularmente vulnerables son las más de 1.300 personas que viven en las miserables tiendas de campaña de la cuidad que diez meses después del devastador terremoto que mató aproximadamente a un cuarto de millón de personas siguen siendo el hogar de aproximadamente 1.300.000 desplados internos.

En Port-au-Prince se han detectado al menos seis casos de cólera, aunque existe la sospecha generalizada de que las autoridades haitianas son reacias a confirmar la epidemia en la capital. Aunque los altos cargos sanitarios han afirmado que estos casos son de personas que contrajeron la enfermedad en la región rural de Artibonite en el centro del país, los médicos de una clínica han informado que están tratando a una chica de la extensa barriada de Cite Soleil que no había salido de la ciudad.

Ni en Haití ni en el hemisferio occidental se había visto semejante epidemia de cólera en el último siglo.

Dadas unas condiciones mínimas de higiene y de disponibilidad de agua potable, la enfermedad es fácilmente prevenible y fácilmente tratable. Sin embargo, estás condiciones están fuera del alcance de la mayoría de la población de Haití, más de la mitad de la cual vive en una pobreza abyecta. Según un informe del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, en las zonas rurales, donde viven la mayoría de los haitianos, menos del 8% de la población tiene acceso a agua potable segura.

En los campos [de refugiados] de Port-au-Prince, en los que más de un millón de personas languidecen en tiendas de campaña provisionales, prácticamente no hay agua corriente.

La epidemia de cólera no es un efecto del terremoto de magnitud 7.0 que sacudió Haití el pasado mes de enero. Las pésimas condiciones sociales que han facilitado el estallido de la epidemia estaban presentes mucho antes del terremoto. Son las mismas condiciones que dejaron al pueblo de Haití tan vulnerable al terremoto, lo que tuvo como resultado la terrible cantidad de víctimas mortales.

En la base de estas condiciones están las relaciones económicas y políticas forjadas a través de un siglo de explotación y de opresión de la nación caribeña a manos de bancos y corporaciones con base en Estados Unidos. Su dominio se ha impuesto a través de una brutal opresión de la población llevada a cabo por las ocupaciones militares estadounidenses y una sucesión de dictaduras respadadas por Estados Unidos, la más infame de las cuales fue la de la dinastía Duvalier que dirigió el país por medio del terror de los escuadrones de la muerte de los Tontons Macoutes durante casi treinta años.

La reacción del gobierno Obama ante la terrible situación de Haití tras el terremoto del pasado mes de enero ha estado completamente en la línea de este ignominoso legado. Su inmediata respuesta fue desplazar una fuerza militar armada estadounidense de 12.000 soldados para hacerse con el control de las zonas estratégicas de la capital y garantizar que ningún levantamiento popular desafiara el dominio estadounidense ni el gobierno de la rica oligarquía de Haití. Una vez que quedó claro que se podía mantener la seguridad esta fuerza se retiró y dejó Haití en el caos.

No se ha hecho nada para reparar las infraestructuras en ruinas de Haití, en un estado calamitoso antes del terremoto. Apenas se ha retirado de Port-au-Prince el 2% de los escombros, condición previa para empezar cualquier reconstrucción.

Y mientras millones de ciudadanos ordinarios en Estados Unidos y en el mundo respondieron generosamente a la petición de ayuda de Haití, practicamente nada de esta ayuda a llegado al pueblo haitiano.

Se ha entregado menos del 2% de los 5.300 millones de dólares de ayuda prometidos por los gobiernos del mundo para 2010-2011. Washington ha dado ejemplo al no entregar ni un céntimo de los 1.150 millones de dólares prometidos. El criminal incumplimiento de estas promesas ha dejado a la población haitiana completamente indefensa ante la epidemia de cólera.

Parte de la ayuda que ha llegado procedente de Estados Unidos no ha hecho sino empeorar la crisis de Haití. Washington ha subvencionado la exporación de arroz a bajo precio al país, lo que ha hecho que los agricultores locales tuvieran que bajar los precios y ha amenazado con colapsar al sector agrícola de Haití, del que depende para sobrevivir el 66% de la población.

Esto forma parte de una política que viene de largos años atrás en la que Washington emplea la «ayuda» como un medio de acentuar la subordinación de Haití al capitalismo estadounidense y de favorecer los intereses estratégicos estadounidenses en la zona.

Estos métodos han desempeñado un papel muy directo en el actual estallido de la epidemia de cólera. En un intento de minar al gobierno del presidente Jean-Bertrand Aristide (que en 2004 fue derrocado por un golpe de Estado respaldado por Estados Unidos) Washington bloqueó unos préstamos de del Banco de Desarrollo Interamericano que estaban destinados al desarrollo de las infraestructuras del agua de Haití, incluyendo la creación de un suministro de agua segura a la región de Artibonite, epicentro de actual epidemia.

La dificil situación del pueblo de Haití no es única. Miles de millones de seres humanos de todo el planeta se enfrentan a condiciones similares de una pobreza abyecta y son presa de enfermedades que la tecnología moderna hace completamente prevenibles.

La semana pasada la ONU informó de que en Nigeria han muerto de cólera 1.500 personas, mientras que otras tres naciones africanas se enfrentan a la propagación de la enfermedad. También se ha informado de brotes en Pakistán y Nepal. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que cada año se producen entre tres y cinco millones de casos que producen entre 100.000 y 120.000 muertos al año a causa de la enfermedad. Según la OMS, estas cifras están aumentando, lo que es una manifestación de las cada vez más desesperadas condiciones creadas por el capitalismo en crisis.

Las cifras del conjunto de las enfermedades trasmitidas por el agua son aún más espeluznantes. Según la OMS, matarán este año a 1.400.000 niños, el 90% de los cuales menores de cinco años. Esto significa aproximadamente 4.000 niños muertos al día debido a que no tienen acceso a unas condiciones higiénicas mínimas ni a agua potable.

Estas condiciones, ya sea en Haití o en el resto del mundo, suponen una acusación sin paliativos del sistema del beneficio que subordina todo empeño humano al enriquecimiento de una elite financiera mínima y condena a muerte a millones de personas como parte del trato.

Sin una transformación elemental del orden social existente estos millones de personas seguirán perdiendo sus vidas a causa de enfermedades prevenibles y curables. La erradicación de la pobreza es imposible dentro del marco del actual sistema del beneficio.

La lucha planteada en Haití y en cada país del mundo es la de acabar con el sistema capitalista y reorganizar la vida económica global liberándola de la subordinación al beneficio y dedicándola a satisafacer las necesidades de los pueblos del mundo.

Fuente: http://www.wsws.org/articles/2010/nov2010/pers-n01.shtml