El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), ahora en su tercer periodo de gobierno, a partir del año 1996 montó un eficiente sistema de corrupción Estado-partido que le sirvió para convertirse en una entidad muy rica, con fondos, empresas y negocios propios; con alcancías, cobro de peaje a funcionarios y empresarios beneficiarios de sus concesiones […]
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), ahora en su tercer periodo de gobierno, a partir del año 1996 montó un eficiente sistema de corrupción Estado-partido que le sirvió para convertirse en una entidad muy rica, con fondos, empresas y negocios propios; con alcancías, cobro de peaje a funcionarios y empresarios beneficiarios de sus concesiones lícitas e ilícitas… y a una parte de su clientela insertada en el Estado.
Ese sistema resultó vulnerable al enriquecimiento personal de sus componentes, dado que sus administradores dispusieron de amplias posibilidades para, al tiempo de enriquecer al partido, enriquecerse a sí mismos/as.
Eso explica la cantidad de jerarcas del PLD que hoy detentan fortunas «procedentes de la nada», usadas para gozar de una vida opulenta y para ampliar su poder partidario.
Fortunas colectiva e individuales se unieron para hacer del PLD un aparato corrompido y corruptor y para transformar su quehacer político en comercio politiquero y mecanismo de intermediación entre gobierno, generales enriquecidos, consorcios extranjeros, oligarcas, nuevos ricos y narco-mafias; además en palanca manipuladora de militantes, afiliados y votantes convertidos desde su pobreza en simples clientes.
El PLD devino así en una «compañía por acciones» bien estructurada e inicialmente compartida entre varios grupos de «accionistas» tutores de una gran clientela.
Mas tarde, por su mayor capacidad para acaparar la mayoría de las «acciones» de esa «compañía» -aunque también por sus propias habilidades, talento, capacidad de engaño, verbo sobresaliente y astucia política- Leonel Fernández pasó a ser el gran dueño de ese partido privatizado, con un aventajado poder en el Estado-gobierno, lo que le ha facilitado erigirse en su nuevo caudillo.
Leonel no es un líder popular, ni siquiera líder populista. Es un jefe manipulador de un gran aparato y una enorme clientela. Un caudillo post-moderno, mercantilizado, producto -además de su capacidad de simulación- de sus recursos mediáticos, del dinero disponible, del clientelismo modernizado y de la corrupción concentrada. Y si le quitan esas nutridas alfombras, se desploma…Igual le pasaría a otros dirigentes del sistemas con características parecidas.
Esto explica por qué tanto circo alrededor de Sobeida (degradado producto de la pobreza corrompida por el narco, «chivita jarta de jobo», instrumento sexual y pieza manipulada por narco-mafias insertadas en el sistema político y en el gobierno), y tantísimo silencio sobre la pele-corrupción y los jorocones de este narco-estado.
Del capo Figueroa Agosto, que era el amante de Sobeida, a quien lo dejaron fugar después de casi capturado sin autorización de las cúpulas militares del gobierno que lo protegen, ya se habla poco. La piedra de escándalo es la «pobre» mucha surgida de la marginalidad A Sobeida la dejaron escapar para situar en ese eslabón perdido el nudo de la investigación de las operaciones de un cartel que no quieren desmantelar y, además, para entretener a los incautos.
Mientras los jefes y proctores narco-mafias cívico-militares y las altas jerarquías estatales, los «capos de tuti capi», responsables y beneficiarias de la corrupción mayor sotorríen al creerse intocables. ¡Hasta un día no muy lejano¡
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.