Los próximos días, serán convulsos. En todo el país –y no solo en Lima- se movilizarán decenas de miles de personas convocadas por un programa mínimo, hoy reducido a 2 puntos: la renuncia de Dina Boluarte y el cierre del Congreso. Pareciera que por falta de consenso, no se han incluido otros: Asamblea Constituyente y libertad para Castillo.
Lo de Dina Boluarte y el Congreso, resultan obvios. Están en la raíz de la protesta. Constituyen su esencia y la encarnan. Y son el común denominador que une a la inmensa mayoría de peruanos, hartos ya de las iniquidades de nuestro tiempo.
Lo de la Asamblea Constituyen está relacionado a la construcción de un nuevo marco constitucional. No es un acto, sino un proceso. Y debe iniciarse con una consulta destinada a que la población opine en favor de una nueva Constitución. Sólo así se abrirá paso y marchará.
Lo de Castillo tiene otra connotación. Algunos la eluden porque creen que implica identificarse con el Maestro depuesto. No es así. Implica sólo demandar su libertad para que responda sin coacción, a los procesos pendientes.
Una justicia transparente deberá esclarecer los hechos. Por ahora, asoma sepultado por el inmenso peso de acusaciones fantásticas. Pero está virtualmente secuestrado, y sin garantías. Debe tener derecho a la defensa.
El 19 de julio, fecha escogida como inicio de esta jornada, tiene historia. 46 años del Paro del 1977 contra Morales Bermúdez, que marcó el inicio de su caída. Por eso se le recuerda. Expresó la voluntad de millones de peruanos que buscaron evitar la recomposición del Perú oligárquico.
Esta vez, la acción prevista no se circunscribirá a lo que ocurra este 19. Se prolongará hasta las Fiestas Patrias. Y constituirá, por eso mismo, el más genuino, auténtico y patriótico Saludo a la Bandera que pueda enarbolar el pueblo.
Formalmente se ha denominado a lo que habrá de ocurrir como la “Toma de Lima”. En verdad, Lima fue tomada en un inicio por la aristocracia criolla, que se dio maña para retener los hilos del Perú Republicano.
Luego, por el narcotráfico; después por la mafia neoliberal fujimorista; y finalmente, por la delincuencia. Hoy, está en mano de ella; sólo, que ella gobierna.
En buena medida Dina Boluarte y Alberto Otárola, encarnan la esencia de ese poder que se tomó a la mala el 7 de diciembre; y que busca perpetuarse a sangre y fuego.
Por eso acuña dos términos que considera complementarios: violencia y muerte. Se los atribuye al pueblo, como si éste fuera el responsable de ambos.
Es claro que la violencia se producirá cuando el Gobierno decida reprimir al pueblo como ya lo hiciera en los meses pasados. Y que los muertos, no serán policías ni militares, sino pobladores; es decir, manifestantes que rechacen al régimen. En otras palabras, la violencia la ponen “los de arriba”; y los muertos “los de abajo”.
Hay un telón de fondo en todo esto: el miedo que escarapela el cuerpo de los gobernantes. Les aterra que la gente salga a la calle. Admiten las encuestas, que les son absolutamente adversas. Pero les invade pánico, el solo saber que la gente esté movilizada.
Por ahora se ufanan diciendo que el Gobierno “se ha estabilizado” por qué cumplió 7 meses. En Bolivia, Jeanine Añez cumplió 1 año; pero igual, fue presa. Y hoy está condenada a 16 años tras las rejas ¿tendrá Dina alguna diferencia? No. Las dos derribaron a un gobierno legítimo e hicieron “sucesión constitucional”, con el apoyo de “mandos” comprados. Terminarán en lo mismo.
Por ahora las autoridades declaran “Estado de Emergencia”. Fichan a todos los ciudadanos que vienen a Lima. Les toman fotos, graban sus voces, anotan datos personales, huellas, direcciones y otros.
Pero, además, bloquean las carreteras poniéndolas bajo control militar. Aun así, los uniformados no se muestran muy dispuestos a ser víctimas de nuevos engaños. Ahora exigirán órdenes expresas y escritas, para actuar. No vaya ser que, después resulten ser los únicos responsables de las muertes que ocurran.
Por ahora los llenan de dinero. Destinan millones para diversas partidas, copiando la modalidad corruptora del fujimorismo ¿les dará resultado?
Perú 21 clama diciendo que la acción del 19, es sinónimo de desgobierno y caos. Victoria del terrorismo. En esa línea, Dina puede repetir lo de Luis XV: “después de mí, el diluvio”.
El Gobierno busca tender cortinas de humo. Asoma en eso “la pestilencia” y la titular de Cultura. Pero también, la designación de la nueva jefa del seguro social, que vuelve dichosa a las primeras planas. En verdad se trata de error tras error. En otras palabras, Dina más Dina. Lo que habrá de suceder confirmará una vez más que en todos los peruanos hay sangre. Unos, las tienen en las venas; y otros, en las manos. Sólo que, como se sabe, la sangre es más densa que el agua. No coagula fácilmente. Deja huella. Tendrán que pagar por ella.
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