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República Checa

Los comunistas denuncian persecución

Fuentes: IPS

Un ex primer ministro, dos ex miembros del gabinete, un candidato presidencial, un arzobispo y varios personajes de peso en la política de República Checa están acusados de cooperar con los servicios secretos comunistas cuando este país estaba dominado por la ahora disuelta Unión Soviética.

Los esfuerzos para remover toda traza del pasado comunista del aparato estatal ganaron nuevo impulso tras la designación en 2006 de Ivan Langer, un alto dirigente de los neoliberales del oficialista partido Demócrata Cívico, como ministro del Interior.

El año pasado, el parlamento de República Checa aprobó la creación del Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios, que recibió el mandato de recolectar, analizar y publicar documentos de los períodos nazi y comunista en territorio checo, con particular atención sobre las actividades de los servicios secretos dirigidos desde Moscú.

En el controvertido y vilipendiado Pacto de Munich de 1938, con la esperanza de evitar la guerra que finalmente se produjo entre 1939 y 1945, Francia y Gran Bretaña entregaron a la Alemania nazi los llamados Sudetes, territorio checo con mayoría de población de origen alemán.

Cuando estalló la guerra, Alemania ocupó la totalidad de la entonces Checoslovaquia, que con la derrota de los nazis cayó en poder de Moscú.

«Buscar a los colaboradores de los servicios secretos es una tarea importante. Los checos pueden aprender que la conducta inmoral no otorga ganancia», dijo a IPS Lukas Cvrcek, un historiador del Instituto.

La oposición socialdemócrata y los comunistas no están felices con la actividad del Instituto. Temen que información personal sea utilizada para desacreditar a opositores políticos, tal como ocurrió en la vecina Polonia.

«Muchos informantes fueron forzados a cooperar y dieron premeditadamente datos no significativos. Esta es la razón por la cual cada caso debe ser minuciosamente analizado antes de llegar a un veredicto final», agregó Cvrcek.

Los comunistas, que se convirtieron en la tercera fuerza política de la nación en las elecciones parlamentarias de 2006, con apenas casi 13 por ciento de los votos, alegan que son víctimas de la persecución.

La legislación checa establece que la camarilla del régimen comunista que dominó a la nación desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta el colapso de la disuelta Unión Soviética, los agentes de los servicios de espionaje y represión interna, y los «graduados» de las escuelas soviéticas de inteligencia no pueden ocupar puestos de importancia en las instituciones del gobierno.

«Los que se deshicieron del carnet del partido y cambiaron su identidad retuvieron sus empleos, el resto fue perseguido», argumentó Hassan Charfo, director del Departamento de Relaciones Internacionales del Partido Comunista Checo (KSCM).

Cvrcek responde a las críticas señalando que quienes discrepan con las conclusiones del Instituto pueden plantear un juicio por calumnias en un tribunal independiente.

Los archivos del aparato de seguridad comunista contienen 155 millones de páginas, que puestas en fila se extenderían por 17 kilómetros, sobre 220.000 personas. Apenas la mitad de este material fue analizado y la intención es publicar esos expedientes.

El caso del fiscal Radim Obst genera sospechas sobre cómo el gobierno checo tratará esa información. Fue acusado en 2007 de cooperar con los servicios de seguridad de la ex Checoslovaquia mientras investigaba un escándalo de corrupción en el que estaba involucrado un miembro importante de la coalición derechista de gobierno.

Obst fue declarado inocente de esos cargos, luego de que su reemplazante, Arif Salichov, desechó la investigación por corrupción.

La «amenaza roja» también se emplea contra organizaciones no gubernamentales. «En el momento en que se carece de argumentos, lo más fácil es difamar a los oponentes», dijo a IPS Jiri Tutter, del capítulo checo del grupo ambientalista Greenpeace.

«La etiqueta de comunista puede ser devastadora a los ojos del público, incluso si una asociación está integrada por gente de ideas liberales o que odia al comunismo», agregó. En 1995, Greenpeace fue incluida en una lista de «organizaciones extremistas».

Buena parte de la prensa y muchos políticos han sugerido con frecuencia que los servicios secretos rusos estaban detrás de las actividades de grupos civiles que se oponían a la instalación en República Checa de un radar estadounidense, parte del sistema de defensa misilística anunciado por Washington.

La Juventud Comunista fue prohibida por incluir entre sus objetivos la eliminación de la propiedad privada y la destrucción del capitalismo a través de la revolución.

El embajador de Estados Unidos en Praga, Richard Graber, declaró que no toleraría la existencia de un partido que «está en contra de la economía de mercado, suprime la empresa privada y rechaza la pertenencia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte».

Aunque el programa del KSCM no se opone a la economía de mercado o la empresa privada, sólo hubo tibias críticas a los dichos de Graber. Charfo cree que el país ha abrazado lo que él denomina «la política del anticomunismo».

«La gente teme unirse a nosotros porque puede perder su empleo. Esa es la razón que explica la diferencia entre la participación en nuestras actividades y nuestros resultados electorales», afirmó.

Con poco menos de 80.000 afiliados, el KSCM continúa siendo el partido político más numeroso del país, aunque esa cifra está muy lejos de los 350.000 miembros que tenía en 1992.

El secretario general del partido, Vojtech Filip, ha logrado controlar las tensiones entre los afiliados más antiguos de línea dura y los jóvenes que tienen una tendencia modernizadora. Pero el resultado, en la práctica, es que los comunistas no pueden establecer alianzas permanentes con otras fuerzas políticas. Se los acusa de no haber tomado suficiente distancia con su pasado.

«En 1990 nos disculpamos por muchos errores del pasado», dijo Charfo. Agregó que los comunistas «creen en el pluralismo político y económico, en la coexistencia del sector privado con el social y el colectivo, y reconocen el papel de la oposición».

Sólo una victoria electoral de la izquierda, cree, les permitirá retornar al centro de la escena política. «Si cambia el balance de fuerzas, todo cambia», aseguró.